viernes, 30 de enero de 2009
Crímenes y ética en la guerra urbana…séptima parte.
Introducción. El famoso filósofo de la guerra Carl von Clausewitz sugirió que la guerra es “la continuación de la política por otros medios.” Seguramente, como descripción, este concepto es de gran alcance: la guerra la promueve un gobierno, usando violencia en vez de medidas pacíficas, para resolver problemas políticos. Esta noción de Clausewitz parte de la definición general de la guerra como “acto de violencia provisto para obligar a un opositor a satisfacer la voluntad de otro. La guerra”, dice, “es como un duelo”, pero en “una escala extensa.” Como Michael Gelven ha escrito más recientemente, la guerra es intrínsecamente extensa, comunal (o política) y violenta. Es un conflicto armado, extenso y deliberado entre comunidades políticas, motivadas por un desacuerdo sobre un asunto o asuntos de gobierno. De hecho, puede ser que, como dice Clausewitz, la guerra si es la continuación de la política por otros medios; la guerra es sobre la misma cosa que crea la política, el gobierno en sí mismo.
La guerra es el uso intencional de la fuerza para resolver conflictos sobre y de los gobiernos. Como vemos se presumen en estas acepciones que dicha actividad (o actividades) son legítimas que lo quiere decir es que surgen por decisiones autorizadas en derecho por los cuerpos que la proponen. Sin embargo, ¿son todas las guerras verdaderamente ‘legales’? ¿Qué consideración, si alguna, se merece el que el objetivo o la intención que promueve la operación militar sea, o en su defecto no sea, en el beneficio justo y prudente de la comunidad? ¿Qué rol o valor tienen los intereses genuinos de las partes implicadas, afectadas o atacadas? ¿Qué significa o cómo se caracterizan los delitos y crímenes en el escenario de un conflicto militar o de guerra?
La guerra es, de hecho, un gobierno enfrentado en un proceso adversativo aparentemente insalvable mediante otros medios. En última instancia, la guerra es profundamente antropológica: qué grupo de personas dice lo que se decide en un territorio dado. Tres tradiciones del pensamiento dominan la ética de la guerra y de la paz: Realismo; Pacifismo; y la Guerra justa (o como igual se llama Derecho internacional).
Quizás hay otras perspectivas posibles pero parece que muy pocas teorías tienen mayor éxito o popularidad. Son claramente hegemónicas a este respecto. Para discutir los elementos centrales de cada tradición veamos las diferencias conceptuales básicas entre “las tres” perspectivas grandes. La base, y el polémico asunto de la teoría de la guerra es que, a veces, los estados pueden tener justificación moral para recurrir a la fuerza. La guerra es, a veces, pero por supuesto no todo el tiempo, moral. La idea aquí no es que la guerra es simplemente política o prudente. Es supuestamente un uso ético apropiado de la violencia política.
La guerra. La Segunda Guerra Mundial, en el lado aliado, se plantea como el ejemplo definitivo de una Guerra justa. El realismo, por el contrario, plantea con escepticismo el uso de conceptos morales, tales como la justicia, a los problemas dominantes de la política exterior. El poder y la seguridad nacional, para los realistas, motivan a los estados durante tiempos de guerra y las súplicas morales son, si acaso, solo optimismo a ultranza. La doctrina de la moralidad de la guerra es retórica pura: la ética no tiene nada que hacer con el mundo de la política global, donde solamente el fuerte y el astuto sobreviven. Un país debe tender a sus intereses vitales de seguridad, influencias sobre otros, y aspectos económicos de crecimiento,y no a los ideales morales.
El pacifismo no comparte el escepticismo del realismo. Para el pacifista puro, los conceptos morales se pueden y deben aplicar a los asuntos internacionales. Tiene sentido preguntar si una guerra es significativa como un imperativo moral que va por encima de cualesquiera circumstancias o hechos. Pero el resultado de tal uso normativo, en el caso de la guerra, es siempre que la guerra no debe ser emprendida. Donde está a veces permitida la teoría de la Guerra justa con respecto a guerra, para el pacifismo es siempre prohibitivo. Para el pacifista, la guerra es siempre incorrecta; siempre, supuestamente, puede haber una mejor resolución al problema que la lucha.
Para efectos del objetivo de este esfuerzo no habremos de ahondar extensamente sobre la perspectiva pacifista. Solo debemos anotar, que como en cualquier otro cuestionamiento, su respuesta es rechazo total a los hechos bélicos per sé que como parte de su ‘praxis’ sugieren medios de desobediencia civil y expresiones de protesta como método de expresión y movilización.
La teoría de la Guerra justa.
Es probablemente la perspectiva más influyente en la ética de la guerra y de la paz. La tradición de la Guerra justa ha gozado de un pedigrí largo y distinguido, incluyendo personas notables tales como Augustine, Aquinas, Grotius, Suárez, Vattel y Vitoria. Hugo Grotius es probablemente el miembro clásico más comprensivo y más formidable de la tradición; James T. Johnson es el historiador autoritario de esta tradición; y muchos reconocen a Michael Walzer como el decano de los teóricos de la guerra contemporánea. Muchos acreditan a Augustine con la fundación de la teoría de la Guerra justa. Como Johnson observa, la teoría de la Guerra justa en los orígenes apenas es una síntesis del pensamiento Greco-romano clásico, (así como cristiano). Si tenemos que “nombrar nombres”, los fundadores de la teoría de la Guerra justa son probablemente Platón, Aristóteles, y, Cícero, entre otros.
Muchas de las reglas de la Guerra justa se crearon por tradición y se codificaron en el Derecho internacional contemporáneo que gobernaban los conflictos armados, tal como la carta de Naciones Unidas y las convenciones de La Haya y de Ginebra. La tradición ha sido así doblemente influyente, dominando guerras con un discurso moral y legal. Fija el tono, y los parámetros, para la gran discusión. La teoría de la Guerra justa se puede dividir en tres porciones, que en la literatura se refieren, por conveniencia, en latín.
Estas son: 1) ) jus ad bellum, que se refiere a la justicia de la guerra en su inicio; 2) ) jus in bellum, que se refiere a la justicia de la conducta dentro de la guerra, después de que haya comenzado; y 3) jus post bellum, que se refiere a la justicia de los acuerdos de la paz y a la fase de la terminación de guerra.
(Para efecto de esta entrada no trataremos el Jus post bellum.)
(Para información al respecto ver: http://www.icrc.org/web/spa/sitespa0.nsf/htmlall/776mf3/$File/irrc_864_Canizzaro.pdf)
Jus ad bellum. Las reglas de jus ad bellum tratan, sobre todo, a los jefes de estado. Puesto que los líderes políticos son los que incian las guerras, ordenando sus fuerzas armadas en movimiento, deben ser responsables ante los principios del jus ad bellum. Si fallan en su responsabilidad, cometen crímenes de guerra. En la lengua de los querellantes de Nuremberg, los líderes que inician guerras injustas cometen “crímenes contra la paz.” Qué constituye un emplazamiento violento justo o injusto de la fuerza armada es definido por las reglas del jus ad bellum. Jus ad bellum afirma que, para cualquier emplazamiento violento justo, una comunidad política, o el estado, debe satisfacer ciertos requisitos:
Justa causa. Ésta es claramente la regla más importante; fija el tono para todo lo que sigue. Un estado puede poner en marcha una guerra solamente por la razón correcta. Las causas justas lo más frecuentemente mencionadas incluyen: autodefensa de un ataque externo; la defensa ; la protección de innocentes contra regímenes brutales, agresivos; y castigo por una fechoría extremadamente penosa. Vitoria sugirió que todas las causas justas estén incluidas bajo una categoría “de un agravio recibido.” Walzer, y la mayoría de los teóricos modernos de la guerra, hablan de la causa para recurrir a la guerra que es la resistencia de la agresión. La agresión es el uso de la fuerza armada en violación de algún otro derecho fundamental.
Hay dos clases de derechos fundamentales implicados aquí: los de los estados; y los de sus ciudadanos individuales. El derecho internacional afirma que los estados tienen muchos derechos, notablemente la soberanía política e integridad territorial. Afirma así que la agresión implica el uso de la fuerzas armadas,-ejércitos, marinas de guerra, fuerzas aéreas, infantes de marina, misiles-en violación de estos derechos. Los casos clásicos serían Alemania nazi en Polonia en 1939, e Iraq en Kuwait en 1990, en donde el agresor utilizó sus fuerzas armadas para invadir otro territorio nacional, para derrocar su gobierno y establecer un nuevo régimen en su lugar.
Crucial es que la agresión hace que el agresor pierda su propio derecho de estado, permitiendo (legitimando) de tal modo la resistencia violenta. Un agresor no tiene derecho de no ser (contra)atacado; de hecho, tiene el deber de parar la agresión. ¿Pero por qué los estados tienen derechos? La única respuesta respetable parece ser que necesitan estos derechos para proteger a su gente y ayudar a proveerles sus derechos humanos.
Como John Locke, y los fundadores de los EU, declararon: la gente instituyen a los gobiernos para realizar derechos fundamentales de la gente. Los gobiernos así pues, son legítimos; si no, no tienen ni derecho ni razón de existir. Esto es vital: desde el punto de vista moral, solamente los gobiernos legítimos tienen derechos, incluyendo el de ir a la guerra.
Necesitamos una teoría del gobierno legítimo para fundamentar la teoría de la Guerra justa, y Aquinas quizás vio esto más claramente que cualquier otro de la tradición clásica. Esta conexión con la legitimidad es constante en la perspectiva de la guerra ofrecida hasta ahora: la guerra, es un choque violento sobre cómo un territorio y su gente deben ser gobernados. De acuerdo con el derecho internacional (véase Roth), hay tres criterios básicos para que un gobierno sea legítimo. Si se cumplen estas condiciones, el estado tiene derecho de gobernar y estar en paz.
Estas son:
Primero, el estado es reconocido como legítimo por su propia gente (la constitución como fuente de derecho) y por la comunidad internacional. Hay una paz y un orden general dentro de esa sociedad, y el estado no es rechazado por el resto del mundo.
En segundo lugar, el estado evita violar los derechos de otros estados legítimos. Particularmente, gobiernos legítimos no agreden a otras sociedades.
Finalmente, los estados legítimos hacen cada esfuerzo razonable para satisfacer los derechos humanos de sus propios ciudadanos, notablemente los derechos a la vida, libertad y subsistencia. Los estados que fallan en uno de estos criterios no tienen derecho de gobernar o de ir a la guerra. Podemos hablar de los estados que satisfacen estos criterios como legítimos, o las comunidades políticas.
¿Por qué necesitamos hablar de estos derechos? Primero, dar al estado legitimidad moral y evitar crear un supuesto derecho de estado para satisfacer motivos ilegítmos como por ejemplo de una exigua minoría autocrática (dictaduras y ‘apartheid‘). En segundo lugar, describir la agresión y como justifica la guerra en respuesta. La agresión es tan seria porque implica la imposición de la fuerza física y la violación de los derechos más elementales de la gente y sus comunidades: poder sobrevivir; estar físicamente seguros; tener bastantes recursos para subsistir; vivir en paz; y a elegir para sí mismos sus propias vidas y sociedades. La agresión ataca la misma espina dorsal de la civilización humana. Tercero, el discurso de la legitimidad es esencial para explicar la justicia en una guerra.
La clave a discernir la moralidad en tales casos gira alrededor de la idea de la legitimidad: ¿cuál es la justicia mínima?
La agresión es el uso de la fuerza armada en violación de los derechos fundamentales de otro. Ese “otro” puede ser: a) otra persona (delito violento); b) otro estado (internacional o agresión “externa”); o, c) mucha otra gente dentro o “interna” de la comunidad.
La agresión, en ninguno de estas formas, hace al agresor perder sus derechos. El agresor no tiene derecho de impedir encontrarse opuesto a la fuerza defensiva del agredido, de hecho, el agresor tiene el deber de detener (la agresión) y no someterse al castigo (de parte del agredido). Si el agresor no logra detener su agresión, la defensa del agredido o repeler la agresión, es enteramente permitido, es legítimo que las víctimas recurran a la fuerza para protegerse a sí mismos y es legítimo que cualquier persona vaya en la ayuda de las víctimas.
Planteado de esta manera Israel si le asiste inicialmente un derecho a defenderse de los ataques de Hamas pero siquiera como argumento Hamas puede plantear que por ejemplo el bloqueo salvaje que cercaba a Gaza puede haberle otorgado a su vez un derecho a luchar por zafarse del yugo. Igual como veremos hasta ahora hemos solo planteado el Jus ad bellum, cuestionamientos previos a la guerra.
Bajo el derecho internacional, hay dos maneras distintas de mirar la guerra- porqué se lucha y cómo se lucha. En teoría, es posible romper todas las reglas mientras se lucha una guerra justa o hasta en una guerra injusta mientras que se adhiere a las leyes del conflicto armado. Por esta razón, las dos ramas de la ley son totalmente independiente de una otra.
El Jus ad Bellum es el título dado al concepto legal que define las razones legítimas por las que un estado puede declarar una guerra y se enfoca en ciertos criterios que caracterizan una Guerra justa.
La doctrina legal moderna principal de Jus ad Bellum se deriva de la carta de las Naciones Unidas, que declara en el artículo 2: “Todos los miembros se refrenarán en sus relaciones internacionales de la amenaza o del uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier estado, o de cualquier otra manera contraria con los propósitos de los Naciones Unidas”; y en el artículo 51: “Nada en la actual carta deteriorará el derecho inherente de la autodefensa individual o colectiva si un ataque armado ocurre contra un miembro de los Naciones Unidas.”
Jus en Bello, por el contrario, es el concepto legal que entra en efecto una vez una guerra ha comenzado. Su propósito es regular cómo se luchan las guerras, sin prejuicio alguno para las razones de cómo o de porqué habían comenzado. Tanto una parte dedicada a una guerra que podría ser definida injusta (por ejemplo, la invasión agresiva de Iraq de Kuwait en 1990) todavía tendría que adherirse a ciertas reglas durante el proceso de la guerra, tanto e igual que el lado dedicado a enderezar la injusticia inicial.
Esta doctrina es basada en la ley tradicional (consuetudinario), en prácticas reconocidas de la guerra, así como en tratados (tales como regulaciones de La Haya de 1899 y 1907), que precisan las reglas para la conducta de hostilidades. Otros documentos principales incluyen las cuatro convenciones de Ginebra de 1949, que protegen a las víctimas- heridas (primeros); naufragos (en segundo lugar); prisioneros de guerra (tercero); y los civiles en las manos de un adversario y, en cierto modo, todos los civiles en los territorios de los países en el conflicto (cuarto) - y los protocolos adicionales de 1977, que definen los términos tales como combatientes, contienen provisiones detalladas de proteger los transportes médicos, y la defensa civil, y prohíben prácticas tales como el ataque indistinto.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y muchos eruditos, lo llaman derecho humanitario internacional para acentuar su meta de atenuar los excesos de la guerra y de proteger a civiles y otros no-combatientes. Pero los pensadores militares acentúan que las leyes de la guerra están extraídas directamente de las prácticas de la guerra en sí mismo, y sirven a los ejércitos del estado.
Doctrinas de lo que constituye una guerra justa fueron desarrolladas de la ley romana, encíclicas religiosas, teorías y práctica militar, teoría política moderna y filosofía, así como del derecho internacional y la jurisprudencia. Las raíces pueden ser remontadas a las fuentes morales, legales, e históricas clásicas e incluyen la tradición escolástica así como las nociones medievales del código de caballería y del honor.
Un discusión crítica en los Estados Unidos sobre la participación y la conducta en la guerra de Vietnam restablecieron teorías de la Guerra justa en el mundo occidental. La discusión era un intento de determinar si la participación de los EU en la guerra era injusta en origen o de la manera que era luchada. Nociones distintamente diversas pero significativas se presentaron en teorías comunistas en la guerra contra el fascismo en los años 30 y 40, la “liberación nacional” luchaba contra potencias coloniales después de la Segunda Guerra Mundial, y la “guerra santa” en el Islam moderno, por ejemplo, durante la guerra de Irán-Iraq. El “Jihad” se ha convertido en un cliché para la lucha de fuerzas musulmanes radicales contra sobretodo poderes occidentales.
Los criterios para clasificar a una guerra como justa, primero fueron resumidos por el filósofo holandés Hugo Grotius en el siglo XVII y en más viejos, medievales teólogos católicos, consisten en siete elementos:
(1) que sea una causa justa;
(2) que haya una autoridad correcta (sobreano legítimo) para iniciar la guerra;
(3) una intención correcta de parte de las partes usando fuerza;
(4) que la fuerza sea proporcional;
(5) que el uso de fuerza sea un último recurso;
(6) que la guerra se emprenda con la paz como su meta (no para un motivo personal o privado);
(7) y, que haya una esperanza razonable de éxito.
Más recientemente, la Guerra justa ha sido sustituida en gran parte por los principios contenidos en la carta de Naciones Unidas, que reafirma la inadmisibilidad de la adquisición de territorio por la fuerza. Aunque la conquista fue prohibida legalmente en Europa a mediados del siglo diecinueve (XIX), las potencias europeas compensaron realizando a conquistas en el resto del mundo. Dentro de Europa seguía siendo una parte del pensamiento, en gran parte prusiano, que continuó sosteniendo que la conquista era un principio de derecho válido que proporcionaba la causa para una guerra justa. Esta escuela de pensamiento perdió toda la legitimidad como resultado de la Segunda Guerra Mundial.
Hoy, la Guerra justa se entiende que significa lucha de autodefensa, según lo autorizado en el artículo 51 de la carta de la ONU. Éste es el principio que ha sido bien definido y acentuado constantemente a través de la historia de la teoría de la Guerra justa. La Asamblea General de Naciones Unidas también ha precisado una definición comprensiva y terminante de la agresión ilegal y ha justificado la autodefensa. Una escuela de pensamiento surge de las luchas para la emancipación colonial. Los Naciones Unidas pasaron la aprobación de esta doctrina con las resoluciones de la Asamblea General de los años 60.
Crímenes de Guerra. El término crímenes de guerra evoca la letanía de los campos de concentración y de la limpieza étnica, de la ejecución de presos, de la violación, y del bombardeo de ciudades. Estas imágenes corresponden en gran medida a las definiciones legales del término. Los crímenes de guerra son las violaciones de las leyes de la guerra -o derecho humanitario internacional- e incurre en responsabilidad criminal individual. Mientras que las limitaciones de conducta en el conflicto armado datan por lo menos desde del guerrero chino Sun Tzu (siglo VI ac), los griegos clásicos estan entre los primeros en mirar las prohibiciones como cuestiones de derecho. La noción de crímenes de guerra por sí mismo apareció más completamente en el código hindú de Manu (circa 200 ac), e hizo eventualmente su aparicion en el dercho romana y europeo.
El primer juicio por crímenes de guerra se considera generalmente como el de Peter von Hagenbach, en 1474 en Austria condenado a la muerte por atrocidades de guerra. En la Primera Guerra Mundial, los estados habían aceptado que ciertas violaciones de las leyes de guerra -mucho de lo cual está tenido codificado en las convenciones de La Haya de 1899 y 1907- eran crímenes.
La carta del tribunal militar internacional en Nuremburgo de 1945 definió crímenes de guerra como "violaciones de las leyes o de las costumbres de la guerra," incluyendo asesinato, mal tratamiento o deportación de civiles en territorios ocupados; asesinato o mal tratamiento de prisioneros de guerra; matanza de rehenes; pillaje del público o de la propiedad privada; destrucción insensible de los municipios; y devastación innecesaria.
Las convenciones de Ginebra de 1949, codificaron el derecho humanitario internacional después de la Segunda Guerra Mundial, también marcaron la primera inclusión en un tratado humanitario de un sistema de crímenes de guerra. Cada una de las cuatro convenciones de Ginebra (heridos y enfermos en tierra, heridos y enfermos en el mar, los prisioneros de guerra, y los civiles) contiene su propia lista de delitos graves. La lista en su totalidad es: matanza voluntariosa; tortura o tratamiento inhumano (experimentos médicos incluyendo); voluntariosa causa de gran sufrimiento o lesiones serias al cuerpo o a la salud; la destrucción extensa y la apropiación de propiedad no justificada por necesidad militar y realizada ilegalmente e insensiblemente; obligar a un prisionero de guerra o a un civil que sirva en las fuerzas enemiga; voluntariosa privación de un prisionero de guerra o de un civil de los derechos de un juicio justo y regular; deportación o transferencia ilegal de un civil; confinamiento ilegal de un civil; y toma de rehenes.
El protocolo adicional I de 1977 amplió las protecciones de las convenciones de Ginebra para incluir cierta experimentación médica; hacer a civiles y lugares no-militares el objeto o las víctimas inevitables de ataques; el uso ilegal de la Cruz Roja o del emblema de la luna roja; transferencia de población al territorio ocupado; retrasos injustificables en la repatriación de prisioneros; apartheid; ataque contra monumentos históricos; y privar a personas de un juicio justo.
Bajo las convenciones de Ginebra y el protocolo adicional I, los estados deben procesar a las personas acusadas de delitos graves o entregarlas a un estado que quiere hacerlo. Las provisiones graves aplican solamente en conflictos armados internacionales; y se aplican solamente a los actos contra personas protegidas o durante actividades del campo de batalla. Las personas protegidas son, los combatientes generalmente heridos y enfermos en tierra y mar, combatientes prisioneros, y los civiles que se encuentran en las manos de un estado del cual no son nacionales.
Generalmente, en la intervención humanitaria, la ayuda de la comunidad internacional es esencial para una resistencia eficaz contra la agresión, puesto que las poblaciones domésticas están en una desventaja enorme, y vulnerables, a la violencia.
Algunas consideraciones adicionales. Prevención, previsibilidad y debido procedimiento. Vitoria dijo, sobre la posibilidad de procesos judiciales preventivos (previo a los hechos) que la acción judicial, para cumplir con el requisito de debido procedimiento, debe esperar los actos de facto, puesto que sería absurdo “castigar alguien para una ofensa que tiene todavía se tiene que confirmar.” Otros, como Walzer, se esfuerzan en definir los criterios excepcionales: la seriedad de la agresión anticipada; la clase y la calidad de la evidencia requeridas; la velocidad con cuál debe decidir; y la aplicación de la imparcialidad y el deber de proteger la gente.
La mejor defensa, como dicen, es una buena ofensiva. ¿Por qué dejar a un eventual agresor la ventaja del primer golpe? Pero: ¿puede usted atacar primero? y si es de esta manera, ¿el supuestamente potencial agredido se convierte en el agresor?
El derecho internacional, por su parte, prohíbe acciones militares preventivos con derecho preferente a menos que sean autorizadas claramente por adelantado por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Aspectos de esta polémica son temas que han surgido en la consideración de los procedimientos 'de seguridad nacional' bajo el ‘Patriot Act’ tal como las detenciones extraordinarias, la suspensión de la Carta de derechos (garantías constitucionales) y el intrusivo sistema de vigilancia exento de supervisión jurídica. Lo cierto es que debemos reconocer siquiera mínimamente que la razonabilidad y prudencia ante un escenario de peligrosidad extrema de cierta manera tienden a sugerir alguna clase de programa de prevención basado en un sistema confiable de infracción previsible.
Lo planteado es un reto extraordinario poder compaginar ambos requisitos: el de las garantías constitucionales con el deber de cuidado que obliga al gobierno a proteger su comunidad. Las variantes de causales de conspiración siquiera en nivel teórico buscan de alguna manera proveer mecanismos en dicha dirección pero en la realidad es casi imposible, de manera sistemático y legal lograr evidencia apriori que supere las pruebas de admisibilidad.
Intención correcta. Un estado debe preponerse luchar una guerra solamente por causa justa. Tener la razón correcta de poner en marcha una guerra no es, sin embargo, bastante ni suficiente: la motivación real debe también ser moralmente apropiada.
La única intención correcta permitida es considerar la causa justa para recurrir a la guerra.
Si otra intención se presenta se presume prima face un caso de corrupción moral. El derecho internacional no incluye esta regla, probablemente debido a las dificultades evidenciarias en la determinación de un motivo estatal.
Declaración de la autoridad competente y del público. Un estado puede ir a la guerra solamente si la decisión ha sido tomada por las autoridades apropiadas, según el proceso apropiado, y tomada públicamente, notablemente incluyendo una consulta a sus propios ciudadanos (aunque sea mediante el recurso legislativo) y a los estados vecinos (ya sea mediante organismos multinacionales como la ONU o regionales como la OEA).
La “autoridad apropiada” se especifica generalmente en la constitución del país.
Último recurso. Un estado puede recurrir a la guerra solamente si ha agotado todas las alternativas plausibles, negociaciones y mediaciones pacíficas para intentar resolver el conflicto, particularmente la negociación diplomática.
La carta de la ONU reconoce el derecho de la autodefensa contra un ataque armado, y el derecho consuetidinario requiere que cualquier guerra emprendida en autodefensa sea limitada de modo que su grado sea proporcional a la amenaza.
Puesto que Gaza no es un estado independiente, y Hamas no es reconocido como gobierno legítimo, hay una cierta ambigüedad sobre cómo estas reglas se aplican. Sin embargo hay un acuerdo amplio que el lanzamiento repetido de cohetes de los militantes palestinos contra Israel cuenta como razón legítima de la acción israelí.
Es totalmente impugnable el grado de la ofensiva israelí de acuerdo al criterio de proporcionalidad en relación al objetivo 'justo' de parar los ataques de Hamas contra Israel. Podemos decir que este es un desgraciamente excelente ejemplo de como bajo una intención original justa se puede perder la legitimidad mediante una respuesta totalmente desproporcionada que para colmo ha atacado masivamente a civiles que no tienen ninguna relación causal con el agravio original.
Sin embargo, vale observar que la diferencia en víctimas civiles en ambos lados no es necesariamente evidencia suficiente del uso de fuerza desproporcionada (recordamos nuevamente el necesario elemento de intención vis a vis negligencia crasa y temerario). La doctrina distingue en la selección de armas, operaciones y el monto de la fuerza militar en aras de conseguir los supuestos objetivos legítimos.
Ni es obvio que las opciones militares habrían alcanzado la meta indicada. Por esta razón, parece más fácil sostener que la acción de Israel era miope, brutal, prejuiciado y potencialmente contraproducente, algo que viola claramente reglas internacionales de autodefensa.
En Gaza, Israel ha apuntado deliberadamente no sólo a los combatientes de Hamas y las instalaciones de cohetes, pero también a los miembros de las fuerzas de policía de Hamas (incluyendo un grupo de reclutas sin graduarse del curso preparatory), el ministerio interior, la estación de televisión controlada por Hamas, y la universidad islámica.
Israel piensa, evidentemente, que todos los miembros de Hamas, y cualquier facilidad usada para hacer cumplir su control físico o ideológico sobre Gaza, son objetivos justos. Es altamente cuestionable que incluyan ataques en zonas densamente de civiles no-combatientes. El artículo 3 (Ginebra) prohíbe el uso de la violencia contra cualquier persona “que no toma ninguna parte activa en las hostilidades”, y se conviene extensamente que también prohíbe el alcance de los civiles que no están participando directamente en hostilidades. La interpretación exacta que se debe dar a este concepto (el Comité Internacional de la Cruz Roja publica un informe sobre el tema) comúnmente acepta inclusive excluir a los miembros de las alas políticas de los de los grupos armados, cuando son claramente distintos.
El Comité Internacional de la Cruz Roja, en su estudio reciente, demandó que los ataques indistintos y desproporcionados fueran prohibidos en conflictos armados. El portavoz para la agencia de ayuda humanitaria de la ONU en Gaza, Christopher Gunness, dijo que la organización estaba “99.9% seguros” que no había habido militantes o actividad militar dentro de la escuela de la ONU que fue atacada. La agencia también acentuó que todas sus escuelas y otras instalaciones fueron marcadas claramente y había sido proporcionado (información pertinente) a las fuerzas de defensa de Israel.
Algunos sostendrían que los principios de humanidad requerirían que Israel no bombardee una localización civil. Pero un portavoz israelí, Mark Regev, alega que los militantes palestinos son responsables porque habían utilizado a los civiles como “escudos humanos” para intentar hacer sus propias posiciones inmunes de ataque.
Es verdad que el uso de escudos humanos probablemente está prohibido extensamente. Aunque mucha gente pueda creer que Hamas ha violado esta disposición, la regla se expresa en contra de operaciones militares dentro de áreas civiles a menos que sea la única opción disponible y el objeto de la acción se justifica de alguna manera. Pero los aspectos que disturban del conflicto van más allá de estas violaciones potenciales de la ley, y parecen arraigados en la naturaleza esencial de la animosidad, en la cual las tácticas israelíes implican posiblemente agendas y programas ilegítimos (terrorismo de estado) que pueden tener visos fuertes de genocidio y de lesa humanidad.
Conclusión preliminar. Si repasamos los diferentes articulados y disposiciones vigentes (los planteados en las partes 5-6), si estudiamos las doctrinas que inciden en el escenario bélico a gran escala (parte 4-6), si escuchamos los testimonios que se han ofrecido (partes 1-3, et al.) y hacemos el necesario ejercicio de aquilatar de entrada la voluminosa oferta de prueba física y documental (partes 1-6, et al.), en fin si hacemos caso de las miles de voces que claman por justicia y paz, tenemos que al menos insistir en la necesidad imperiosa de celebrar un proceso judicial independiente y eficiente.
Sugerencia- Entra al portal de Amnistia Intenacional, sección especial dedicada a Gaza; contiene un llamado a la acción de procesar por delitos militares y violaciones al derecho humanitario internacional a Israel:
http://www.amnesty.org/es/gaza-crisis
Veamos algunas partes de prensa recientes:
Según Olmert, Israel actuó dentro del derecho
TEL AVIV. El primer ministro israelí, Ehud Olmert, dijo que Israel actuó "en conformidad con el derecho internacional" durante la ofensiva militar contra Hamas en la Franja de Gaza, que dejó más de 1.300 muertos palestinos, más de la mitad civiles, y aseguró que dará protección estatal al personal militar ante posibles acusaciones extranjeras.
Israel "actuó en absoluta conformidad con el derecho internacional e hizo todo lo posible para evitar golpear a inocentes", dijo el primer ministro al abrir la sesión semanal del Consejo de Ministros. Olmert encomendó al ministro de Justicia, Daniel Friedman, la tarea de enfrentar las acusaciones por la acción militar israelí en la Franja de Gaza, ante las iniciativas internacionales que intentarán responsabilizar a los militares israelíes de "crímenes de guerra", por los 1.300 muertos palestinos y 5 mil heridos que dejó el operativo Plomo Fundido, luego de semanas de ocupación.
Luego de finalizada la operación militar, que comenzó el 27 de diciembre, protestas públicas en varias capitales del mundo reclamaron por el alto número de civiles muertos mientras funcionarios de Naciones Unidas demandaron investigaciones independientes sobre si Israel cometió "crímenes de guerra".
También el organismo defensor de los derechos humanos Amnistía Internacional denunció el uso de municiones de fósforo blanco -que pueden causar quemaduras extremas- , por parte del ejército israelí, en áreas edificadas en la Franja, lo que según AI constituye un crimen de guerra, informó el diario el País en su edición digital.
El gobierno israelí, sin embargo, aseguró que usó en Gaza sólo armas dentro de los límites de la ley internacional. En tanto, la organización para la resistencia islámica Hamas se declaró dispuesta a negociar un alto el fuego con Israel de máximo 18 meses, según informó en El Cairo el representante de esa organización palestina, Aiman Taha.
Taha precisó al canal de noticias en árabe Al Arabiya que su organización "no está dispuesta a aprobar un alto el fuego indefinido", informó la agencia ANSA.
Las declaraciones de Taha se produjeron luego que una delegación de Hamas y otras facciones palestinas se reunieran en El Cairo con representantes egipcios con el objetivo de continuar las conversaciones sobre el alto el fuego en la Franja de Gaza, según informó la agencia oficial de noticias local MENA.
http://www.elsigloweb.com/portal_ediciones/676/portal_notas/30399-segn-olmert-israel-actu-dentro-del-derecho
Israel protegerá a sus soldados de denuncias contra los derechos humanos
26.01.09 - LAURA L. CARO
GAZA. El Estado de Israel ha empezado a dar preocupantes síntomas de nerviosismo ante la avalancha de iniciativas internacionales que están acusando a su Ejército de haber cometido crímenes de guerra en Gaza. El Consejo de Ministros presidido por Ehud Olmert aprobaba ayer un proyecto de ley que garantizará defensa legal a cualquiera de sus militares que pudiera verse obligado a responder por este tipo de delitos en tribunales extranjeros, o ser arrestado cuando salga de Israel.
La medida acordada por el Gabinete ha llegado acompañada de una recomendación a los oficiales para que se lo piensen dos veces antes de viajar a Europa, todo ello en función de un mapa de riesgos definido por las autoridades judiciales hebreas, en el que se advierte que podrían afrontar órdenes de arresto y juicio en países como España, Reino Unido o Francia.
La reacción política se producía ayer, no obstante, a remolque de la decisión del censor militar, que esta semana ya mandaba a los medios de comunicación borrar los rostros de los comandantes del Ejército en las fotos y vídeos de la ofensiva perpetrada en Gaza, para evitar que puedan ser identificados o detenidos fuera de Israel. En paralelo, el Ministerio de Defensa ha designado a un coordinador jurídico, ante el que deberán registrarse todos los uniformados que aparecieron en prensa con sus nombres y apellidos entre el 27 de diciembre y el 18 de enero, con objeto de que puedan ser convenientemente alertados en caso de que se presente una denuncia contra ellos.
Tras la reunión de su Ejecutivo, Olmert proclamó que habrá «pleno apoyo para cualquiera que haya luchado por Israel y en nombre de Israel», al tiempo que atribuía las acusaciones sobre crímenes de guerra a las «tácticas diplomáticas moralistas» de grupos que «intentan ajustar cuentas con este Estado». De sus Fuerzas Armadas dijo que son «el Ejército más moral del mundo».
En contra de ello, colectivos como Human Right Watch ya han documentado en Gaza el uso «indiscriminado» de fósforo blanco en zonas densamente pobladas y de artillería de 155 milímetros «que puede ser letal en un radio de 350 metros».
http://www.eldiariomontanes.es/20090126/internacional/destacados/israel-protegera-soldados-denuncias-20090126.html
Israel defenderá a militares si los acusan de crímenes de guerra
El primer ministro de Israel Ehud Olmert anunció el domingo la formación de un equipo legal especial para defender a soldados israelíes contra potenciales acusaciones de crímenes de guerra, tras la devastadora ofensiva de tres semanas en la Franja de Gaza donde murieron 1.285 palestinos, de los cuales por lo menos la mitad eran civiles, según el Centro de Derechos Humanos Palestino.
La gran cantidad de civiles muertos ha causado preocupación en el gobierno israelí, pues tribunales internacionales podrían considerar esas muertes como crímenes de guerra.
El ejército israelí ha dicho que fueron los milicianos del movimiento Hamas, que gobierna la Franja de Gaza, quienes causaron esas muertes al lanzar ataques desde áreas residenciales. En total, 13 israelíes, entre ellos tres civiles, murieron en el curso de la ofensiva. Algunos de los soldados israelíes fueron víctimas de las balas de sus propios compañeros.
Olmert dijo durante la reunión semanal de gabinete que el ministro de Justicia de Israel encabezará un equipo de funcionarios que coordinarán la defensa legal de cualquier militar involucrado en la ofensiva.
"El estado de Israel respaldará plenamente a aquellos que actuaron en su defensa", dijo Olmert. "Los soldados y comandantes que fueron enviados a misiones en Gaza deben saber que están protegidos de la acción de varios tribunales".
Además de los civiles palestinos muertos, Israel fue muy criticada por usar fósforo blanco en sus ataques.
Ese químico causa graves quemaduras en la piel y en ocasiones ceguera. Naciones Unidas denunció además que proyectiles de artillería israelíes dañaron escuelas e instalaciones de la organización que habían sido acondicionados para servir de refugio a los civiles.
Decenas de personas murieron en esos ataques.
Grupos de defensa de los derechos humanos israelíes, palestinos e internacionales han dicho que piensan presentar una demanda acusando al ejército de Israel de violar las leyes de guerra. Esos grupos también han acusado a Hamas de usar a civiles como escudos humanos y de disparar cohetes contra poblaciones civiles en Israel.
Como otra medida de precaución, el censor militar de Israel prohibió publicar los nombres o fotografías de comandantes que participaron en la ofensiva en Gaza.
Por otra parte, Hamas inició el domingo su primera semana de vuelta en el poder, operando desde oficinas provisionales debido a que la mayoría de sus edificios administrativos fueron bombardeados.
El grupo informó que distribuirá 52 millones de dólares para ayudar a las personas afectadas por las tres semanas de ofensiva militar israelí en contra del movimiento Hamas, que dejó destruido un buen sector de la Franja de Gaza.
Las compensaciones monetarias por la pérdida de familiares o de daños en sus casas podrían provenir de sus propios fondos, indicó el movimiento Hamas, hasta que la ayuda prometida por donantes internacionales pueda llegar a la Franja de Gaza.
Hamas recibe millones de dólares en fondos de parte de Irán y de simpatizantes en todo el mundo, dinero que es introducido de contrabando a ese territorio aislado a través de túneles.
En El Cairo, una delegación de Hamas propuso el domingo una tregua de un año con Israel y la apertura de los cruces hacia la Franja de Gaza.
En una nueva ronda de reuniones diplomáticas para afianzar el frágil cese al fuego en el territorio palestino, el funcionario Ayman Taha de Hamas dijo a periodistas que autoridades egipcias le comunicaron a su delegación un planteamiento de Israel para instalar una tregua de año y medio con la apertura parcial de la frontera.
Hamas rechazo el planteamiento y en cambio propuso su plan, que será examinado por el liderazgo del grupo en Damasco, indicó Taha, citado por la agencia egipcia oficial de noticias MENA.
En Jerusalén, la Suprema Corte de Israel aceptó una queja de la Asociación de Prensa Extranjera y ordenó al gobierno israelí que permita el acceso libre de corresponsables extranjeros a Gaza.
La APE, que representa a periodistas en Israel y los territorios palestinos, denunció que el gobierno de Israel les había prohibido el ingreso durante la ofensiva en Gaza.
El periodista de Associated Press Salah Nasrawi en El Cairo contribuyó en la información.
http://noticias.prodigy.msn.com/Landing.aspx?cp-documentid=17138801
Gobierno israelí garantiza ayuda legal frente a denuncias por crímenes guerra
El Gobierno israelí garantizará defensa legal y política para cualquiera de sus militares que sea denunciado fuera del país por crímenes de guerra en la reciente ofensiva militar en Gaza, en la que murieron unos 1.400 palestinos.
En una resolución aprobada hoy por el Consejo de Ministros, que preside Ehud Olmert, el Gobierno garantiza que no dejará a su suerte a ninguna de las personas que participaron en esa ofensiva, si algún tribunal fuera de Israel decidiera abrir una causa por este tipo de crímenes, se informó en un comunicado oficial.
'Israel dará todo su apoyo a cualquier persona que haya actuado en nombre del Estado o enviada por él. Los comandantes y soldados que estuvieron en Gaza deben saber que están seguros frente a estos tribunales', afirmó Olmert al iniciar la sesión del Consejo.
Propuesta por el ministro de Defensa, Ehud Barak, en coordinación con el Ministerio de Justicia y la Procuraduría General, la nueva ley trata de hacer frente a los temores de muchos militares de ser procesados en tribunales extranjeros o ser arrestados cuando salgan de Israel.
El Ministerio de Defensa ordenó a todos los uniformados que hayan aparecido en medios de prensa con nombre y apellido entre el 27 de diciembre y el 18 de enero, período de la ofensiva militar, que informen a un coordinador jurídico designado especialmente para poder alertarles de posibles demandas.
Numerosos organismos internacionales y organizaciones de derechos humanos han acusado estas últimas semanas a Israel de haber cometido crímenes de guerra en Gaza y exigieron la apertura de procesos judiciales tanto en tribunales internacionales como nacionales.
Según el 'mapa' definido por los autoridades judiciales de Israel, los países en los que militares israelíes podrían afrontar órdenes de arresto y juicio son España, Reino Unido, Francia y los nórdicos.
A estos países les recomiendan no viajar hasta que se aclare la situación, a la vez que sugieren a los militares que informen de sus futuros viajes para verificar con las embajadas israelíes si existen denuncias contra ellos.
Barak destacó que el Estado defenderá a todos sus militares tanto de amenazas en el extranjero como dentro de Israel, donde también hay organizaciones que exhortan a abrir un proceso por crímenes de guerra.
Según datos del Ministerio de Salud palestino en Gaza, unas 1.400 personas, más de la mitad civiles y cientos de ellos menores de edad, murieron en los bombardeos israelíes en Gaza, en la que fueron arrasados numerosos objetivos considerados civiles por el derecho internacional.
http://actualidad.terra.es/nacional/articulo/gobierno-israeli-garantiza-ayuda-legal-3027886.htm
Martes, 27 de Enero de 2009 HRW pide investigar presuntas violaciones del derecho internacional en Gaza
EFE - Human Rights Watch (HRW) pidió hoy la creación de una comisión de investigación imparcial que indague las supuestas violaciones del derecho internacional que pudieran haber cometido Israel y el movimiento radical islámico Hamás durante el reciente conflicto en Gaza.
La organización de derecho humanos aseguró en un comunicado que esta investigación es "esencial para que se aclaren los hechos más importantes y para recomendar mecanismos para depurar responsabilidades y conceder compensaciones a las víctimas".
"El Consejo de Seguridad y el secretario general (de la ONU, Ban Ki-moon) deberían lanzar una investigación independiente sobre las supuestas violaciones cometidas por ambos bandos", propuso el director adjunto de HRW para Oriente Medio y el Norte de África, Joe Stork.
Aseguró que es apremiante el inicio de las indagaciones para esclarecer lo sucedido durante la ofensiva de tres semanas que el Ejército israelí lanzó contra Hamás el pasado 27 de diciembre, y en la que murieron unas 1.300 personas.
HRW recordó que la investigación encargada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, con sede en Ginebra, se limita a investigar las presuntas violaciones cometidas por militares israelíes y no contempla analizar la actuación de las milicias palestinas.
Ello, además del "pobre historial" de las investigaciones del Ejército israelí de sus propias acciones, hace imperativo la creación de una comisión internacional e independiente.
"Los civiles, de largo, fueron los que pagaron el precio más caro en este conflicto y se necesita una investigación independiente para asegurar que se alcanza la justicia y la depuración de responsabilidades a la que tienen derecho", agregó Stork.
La organización con sede en Nueva York pidió a los quince miembros del Consejo de Seguridad de la ONU que respalden la creación de una comisión del organismo compuesta por expertos y con el mandato de estudiar las acciones de todos los bandos.
Si el máximo órgano de la ONU se muestra reacio a actuar, entonces el secretario general debería tomar el relevo y establecer la investigación, según HRW.
"Por un lado el Consejo de Derechos Humanos actúa como si Israel fuera el único que merece ser criticado, y por otro EE.UU. a menudo ha impedido que el Consejo de Seguridad le exija responsabilidades a Israel", valoró Stork.
HRW recalca también en su comunicado que la ONG realiza su propia investigación de las presuntas violaciones del derecho internacional.
Las supuestas violaciones que investiga son el uso indiscriminado de artillería pesada en zonas pobladas, el uso de civiles como escudos humanos, los ataques e intimidaciones contra ambulancias y el lanzamiento de cohetes contra zonas residenciales, entre otros.
http://www.unionradio.com.ve/Noticias/Noticia.aspx?noticiaid=269072
ONG israelíes piden que se investigue el trato "inhumano" dado a detenidos palestinos en Gaza
JERUSALEN, 28 Ene. (EUROPA PRESS) - Siete organizaciones de defensa de los Derechos Humanos israelíes han presentado una denuncia ante el fiscal del Ejército hebreo, general Avichai Mendelbit, y el fiscal general, Menachem Mazuz, al que piden que se investigue el trato "inhumano" que según ellas recibieron algunos detenidos palestinos durante la ofensiva militar en la Franja de Gaza.
En una carta enviada a los dos fiscales, las ONG, que incluyen a la Asociación para los Derechos Civiles en Israel, el Comité Público contra la Tortura en Israel, B'Tselem y Médicos para los Derechos Humanos, afirman que los detenidos arrestados por los soldados israelíes sufrieron malos tratos bajo custodia.
Según los testimonios de algunos detenidos recabados por abogados que trabajan para el Comité Público Contra la Tortura, muchos de los detenidos permanecieron en agujeros en el suelo durante horas, mientras estaban esposados, con los ojos vendados y expuestos al mal tiempo, informa el diario 'Yediot Ahronot' en su edición electrónica.
"Fuimos esposados y nos taparon los ojos. Nos pusieron en un agujero de tres metros de profundidad junto con otras 70 personas", relató Majdi Muhamad Ayid al Atar, de 43 años y procedente del norte de Gaza. "Pasamos dos días ahí sin alimentos, agua ni mantas.
Tampoco nos dejaron ir al baño. Luego nos trasladaron a otro agujero y los soldados golpearon a todos los que se atrevieron a pedir algo", agregó.
Samir Ali Muhamad Atar, otro de los detenidos, explicó que "los soldados nos obligaron a bajar a un agujero y nos dejaron allí durante dos días, expuestos al frío y sólo el tercer día nos dieron a cada dos una manta para compartir". "Durante todo este tiempo estuvimos esposados y dormimos en el suelo", precisó.
Según las organizaciones denunciantes, los detenidos pasaron hambre y, "lo que es peor, algunos de ellos permanecieron recluidos cerca de tanques y en zonas de guerra en una flagrante violación del Derecho Internacional humanitario".
Ante estos testimonios, pidieron que se lleve a cabo una investigación independiente "para garantizar que este tipo de tratos no se repite" y anunciaron que se presentarán denuncias separadas sobre los casos específicos de tortura y abusos.
http://www.europapress.es/internacional/noticia-oproximo-ong-israelies-piden-investigue-trato-inhumano-dado-detenidos-palestinos-gaza-20090128140957.html
Israel se indigna por las acusaciones de crímenes de guerra
JERUSALÉN (AFP) — El anuncio de la justicia española de investigar a un ex ministro de Defensa israelí por crímenes de guerra presuntamente cometidos en la franja Gaza en 2002 y las críticas a la reciente ofensiva han sido acogidas con indignación en Israel.
Nadie niega que en 2002, y aún más durante la reciente ofensiva Plomo Endurecido, el ejército causó la muerte de civiles inocentes durante sus bombardeos masivos, pero estas muertes de "personas no implicadas", según la terminología utilizada, son calificadas en Israel de lamentables errores, para nada intencionados.
Los responsables incriminados y los dirigentes israelíes como el viceprimer ministro, Haim Ramon, acusan al mundo de "hipocresía" y afirman que el ejército toma muchas más precauciones en evitar "víctimas colaterales" que lo hacen las fuerzas de la coalición en Afganistán y en Irak o lo hicieron en el pasado los rusos en Chechenia o la OTAN contra Serbia.
La justicia española investiga al ex ministro de Defensa israelí Benjamin Ben Eliezer y a otros seis altos responsables militares por la muerte de 14 civiles y de un responsable militar de Hamas en 2002.
"Aquellos que nos dan lecciones de moral harían mejor en acusar a Hamas", responde Ben Eliezer.
"Todo este caso es político. El objetivo es ilegitimar a Israel", afirmó el viernes en la radio militar uno de los responsables incriminados, jefe del Estado Mayor en la época de Moshe Yaalon, hoy candidato del Likud (derecha) en las legislativas del 10 de febrero.
Es una acusación "delirante" indica por su parte Avi Dichter, el ex jefe del Shin Beth (servicio de seguridad interior) y ministro de la Seguridad Interior.
El ministro de Defensa, Ehud Barak, estimó que "cualquiera que designe como un crimen contra la Humanidad la eliminación de un terrorista vive en un mundo al revés".
La ministra de Relaciones Exteriores israelí, Tzipi Livni, llamó a su homólogo español, Miguel Ángel Moratinos, para informarle de que Israel consideraba la investigación "con la mayor gravedad" para las relaciones bilaterales y reprochaba a la justicia española no haber esperado los resultados de una investigación israelí.
Pasaron cinco años antes que una "comisión de verificación" israelí fuera encargada, en 2007, de investigar la muerte de los 14 civiles durante el asesinato de Salah Chehadé, a petición de una organización pacifista israelí.
El 22 de julio de 2002, un F16 israelí tiró una bomba que mató junto a Salah Chehade, jefe del brazo armado de Hamas, a su mujer, sus ocho hijos y otros civiles.
Israel llevaba varias tentativas de asesinato en contra de Chehade, implicado en una serie de atentados antiisraelíes.
El juez madrileño Fernando Andreu aceptó a trámite la demanda del Centro Palestino para los Derechos Humanos sobre el bombardeo, que dejó heridos a otros 150 palestinos.
http://www.google.com/hostednews/afp/article/ALeqM5jUj44B179b_GYNQek7jpV18BxDwQ
miércoles, 28 de enero de 2009
MANIFIESTO PUERTORRIQUEÑO POR EL HERMANO PUEBLO PALESTINO
Tras varias semanas de ataques continuos del ejército Israelí a la palestina Franja de Gaza, tras la cifra anunciada por los medios de comunicación de más de 1,500 muertos y más de 6,000 heridos, no son pocos los puertorriqueños que han mostrado su indignación y su ira ante tal genocidio.
El deber de manifestarse en favor de la justicia y la libertad de los pueblos, es un deber con el sentido común y con los principios sencillos y claros de paz y respeto entre las naciones. Es un derecho a la justiciera furia que como puertorriqueños debemos ostentar, porque nuestros hermanos palestinos sufren hoy en carne propia lo que nosotros los puertorriqueños podríamos sufrir mañana.
El pueblo Palestino, desde sus remotísimos orígenes, pasando por las históricas expropiaciones de sus tierras, atravesando con recordada angustia y gloria toda la histórica defensa de sus gentes en las varias guerras de ocupación desde la década del cuarenta, recordando a los mártires de Sabra y Shatila, hasta la presente matanza que hoy nos llena de espanto y de furia, ha sido -como nosotros- un pueblo al que le ha sido extirpado su natural derecho a ser Nación, a su libertad, negándosele el derecho a la defensa propia y las naturales retribuciones de su justa causa.
Palestina, que ha sido múltiples veces asesinada por fuerzas militares superiores, auxiliadas por el Imperio de los Estados Unidos, es hoy la víctima mundial de nuestra más avanzada barbarie.
El vil asesinato y matanza de niños, ancianos, mujeres y civiles en una guerra desproporcionada, sorpresiva y genocida, invade nuestra remendada paz y nos agita en ira y rabia contra el ejército israelí, contra los gobernantes de Israel, contra el sionismo y contra todos aquellos que le apoyan en esta masacre, comenzando con el ex Presidente de los Estados Unidos George W. Bush, y terminando con las declaraciones espúreas de nuestro propio gobernante Luis Fortuño.
Como puertorriqueños, como obreros, estudiantes, artistas, escritores, intelectuales, ciudadanos en suma, víctimas por nuestra parte de genocidios, si bien no tan visibles, igual de dolorosos, estallamos nuestro pecho en un grito de ira contra esta vil matanza perpetrada contra el pueblo Palestino, ofrecemos nuestro corazón solidario con el pueblo Palestino, y por el Pueblo Palestino, -insistimos: ¡hermano pueblo nuestro! - dejamos saber al mundo, que Puerto Rico sangra y lucha con ellos.
Tras la ira natural, nuestro urgente llamado a la paz, a la reconstrucción si es posible, a la solidaridad mundial con Palestina, al repudio internacional de las acciones imperialistas de Israel y a no virar la cara indiferente a esta realidad que nos estalla día a día sumando horror a nuestra impotencia.
Los puertorriqueños, ciudadanos del mundo que abajo firmamos, demandamos la intervención inmediata de los organismos y cortes internacionales para lograr el fiel cumplimiento de las Resoluciones de las Naciones Unidas y los principios y normas del Derecho Internacional y la Convención de Ginebra, para que termine el ataque y bloqueo genocida de Israel contra el pueblo palestino. Demandamos se investigue el abusivo e ilegal uso de fósforo blanco durante los ataques, así como exigir de las organizaciones de justicia internacionales una investigación sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por el ejército israelí perpetrados contra comunidades civiles palestinas de la Franja de Gaza. Clamamos por la ayuda necesaria para atender la creciente crisis humanitaria y ayudar a obtener un verdadero progreso hacia una paz justa y duradera.
Reclamamos y reafirmamos el derecho de Palestina a existir y a ser una Nación libre.
Firmamos hoy, 27 de enero de 2009
(firmados en original)
Roberto Ramos-Perea, dramaturgo puertorriqueño
Wanda Colón Cortés, Proyecto Caribeño de Jusiticia y Paz
Hilda Guerrero, El Grito de los Excluídos
Alberto De Jesús Mercado (Tito Kayak)
Wilfredo Matos Cintrón, Profesor Universitario
Liliana Cotto Morales, Profesora Universitaria
Mayrim Cruz Bernal, Presidenta del PEN CLUB de Puerto Rico
Norberto Cintrón Fiallo, investigador
Angela Mari, actriz
Tristara Riobelas Reyes, productora
Nedal Abu-Fannas, comerciante
Nabil Yassin Yassin
Nisar Abu Fannas
María A. de Hostos, secretaria
Consuelo Corretjer, traductora
Teresa de Hostos Olivar, editora
Héctor Meléndez Lugo, profesor Universitario
Sugeily Rodríguez Lebrón, teatrista
Francisco Alberto Cruz, músico
Eladio Santos Aponte, Médico
Angel I. Chico, muellero
Rosa Rodríguez Díaz, filóloga
José Dilán Maldonado, estudiante
Cecilia Arguelles Ramos, actriz y maestra
Pichón Duarte, artista
Roberto Ortiz Feliciano, libre pensador
y 125 firmas adicionales de puertorriqueños, palestinos residentes, estudiantes, médicos, artistas, obreros, intelectuales, profesores, comerciantes, vendedores y ciudadanos en general.
El Manifiesto fue presentado y firmado en la actividad 'Palestina: Crónica de un genocidio' celebrado el martes 27 de enero/2009 en el Ateneo Puertorriqueño.
El deber de manifestarse en favor de la justicia y la libertad de los pueblos, es un deber con el sentido común y con los principios sencillos y claros de paz y respeto entre las naciones. Es un derecho a la justiciera furia que como puertorriqueños debemos ostentar, porque nuestros hermanos palestinos sufren hoy en carne propia lo que nosotros los puertorriqueños podríamos sufrir mañana.
El pueblo Palestino, desde sus remotísimos orígenes, pasando por las históricas expropiaciones de sus tierras, atravesando con recordada angustia y gloria toda la histórica defensa de sus gentes en las varias guerras de ocupación desde la década del cuarenta, recordando a los mártires de Sabra y Shatila, hasta la presente matanza que hoy nos llena de espanto y de furia, ha sido -como nosotros- un pueblo al que le ha sido extirpado su natural derecho a ser Nación, a su libertad, negándosele el derecho a la defensa propia y las naturales retribuciones de su justa causa.
Palestina, que ha sido múltiples veces asesinada por fuerzas militares superiores, auxiliadas por el Imperio de los Estados Unidos, es hoy la víctima mundial de nuestra más avanzada barbarie.
El vil asesinato y matanza de niños, ancianos, mujeres y civiles en una guerra desproporcionada, sorpresiva y genocida, invade nuestra remendada paz y nos agita en ira y rabia contra el ejército israelí, contra los gobernantes de Israel, contra el sionismo y contra todos aquellos que le apoyan en esta masacre, comenzando con el ex Presidente de los Estados Unidos George W. Bush, y terminando con las declaraciones espúreas de nuestro propio gobernante Luis Fortuño.
Como puertorriqueños, como obreros, estudiantes, artistas, escritores, intelectuales, ciudadanos en suma, víctimas por nuestra parte de genocidios, si bien no tan visibles, igual de dolorosos, estallamos nuestro pecho en un grito de ira contra esta vil matanza perpetrada contra el pueblo Palestino, ofrecemos nuestro corazón solidario con el pueblo Palestino, y por el Pueblo Palestino, -insistimos: ¡hermano pueblo nuestro! - dejamos saber al mundo, que Puerto Rico sangra y lucha con ellos.
Tras la ira natural, nuestro urgente llamado a la paz, a la reconstrucción si es posible, a la solidaridad mundial con Palestina, al repudio internacional de las acciones imperialistas de Israel y a no virar la cara indiferente a esta realidad que nos estalla día a día sumando horror a nuestra impotencia.
Los puertorriqueños, ciudadanos del mundo que abajo firmamos, demandamos la intervención inmediata de los organismos y cortes internacionales para lograr el fiel cumplimiento de las Resoluciones de las Naciones Unidas y los principios y normas del Derecho Internacional y la Convención de Ginebra, para que termine el ataque y bloqueo genocida de Israel contra el pueblo palestino. Demandamos se investigue el abusivo e ilegal uso de fósforo blanco durante los ataques, así como exigir de las organizaciones de justicia internacionales una investigación sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por el ejército israelí perpetrados contra comunidades civiles palestinas de la Franja de Gaza. Clamamos por la ayuda necesaria para atender la creciente crisis humanitaria y ayudar a obtener un verdadero progreso hacia una paz justa y duradera.
Reclamamos y reafirmamos el derecho de Palestina a existir y a ser una Nación libre.
Firmamos hoy, 27 de enero de 2009
(firmados en original)
Roberto Ramos-Perea, dramaturgo puertorriqueño
Wanda Colón Cortés, Proyecto Caribeño de Jusiticia y Paz
Hilda Guerrero, El Grito de los Excluídos
Alberto De Jesús Mercado (Tito Kayak)
Wilfredo Matos Cintrón, Profesor Universitario
Liliana Cotto Morales, Profesora Universitaria
Mayrim Cruz Bernal, Presidenta del PEN CLUB de Puerto Rico
Norberto Cintrón Fiallo, investigador
Angela Mari, actriz
Tristara Riobelas Reyes, productora
Nedal Abu-Fannas, comerciante
Nabil Yassin Yassin
Nisar Abu Fannas
María A. de Hostos, secretaria
Consuelo Corretjer, traductora
Teresa de Hostos Olivar, editora
Héctor Meléndez Lugo, profesor Universitario
Sugeily Rodríguez Lebrón, teatrista
Francisco Alberto Cruz, músico
Eladio Santos Aponte, Médico
Angel I. Chico, muellero
Rosa Rodríguez Díaz, filóloga
José Dilán Maldonado, estudiante
Cecilia Arguelles Ramos, actriz y maestra
Pichón Duarte, artista
Roberto Ortiz Feliciano, libre pensador
y 125 firmas adicionales de puertorriqueños, palestinos residentes, estudiantes, médicos, artistas, obreros, intelectuales, profesores, comerciantes, vendedores y ciudadanos en general.
El Manifiesto fue presentado y firmado en la actividad 'Palestina: Crónica de un genocidio' celebrado el martes 27 de enero/2009 en el Ateneo Puertorriqueño.
martes, 27 de enero de 2009
“Exterminad a todas las bestias” Noam Chomsky sobre Gaza.
Gaza 2009
“Exterminad a todas las bestias”
Noam Chomsky
Znet
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El sábado 27 de diciembre, EE.UU. e Israel lanzaron su mayor ataque contra indefensos palestinos. El ataque había sido meticulosamente planificado, durante más de 6 meses según la prensa israelí. La planificación tuvo dos componentes: militares y propagandísticos. Se basó en las lecciones de la invasión del Líbano por Israel en 2006 que fue considerada como mal planificada y mal publicitada. Podemos, por lo tanto, estar bastante seguros que de que lo que se hizo y dijo fue pre-planificado e intencional.
Eso seguramente incluye la oportunidad del ataque: poco antes de mediodía, cuando los niños volvían de las escuelas y la gente se acumulaba en las calles de la densamente poblada Ciudad de Gaza. Sólo costó unos pocos minutos para matar a más de 225 personas y herir a 700, un comienzo auspicioso para la matanza masiva de civiles indefensos atrapados en una pequeña jaula sin tener a dónde huir.
En su retrospectiva “Desglose de los logros de la Guerra de Gaza,” el corresponsal del New York Times, Ethan Bronner citó lo siguiente como uno de sus logros más significativos. Israel calculó que sería ventajoso si parecía “volverse loco,” causando un terror vastamente desproporcionado, una doctrina que se remonta a los años cincuenta. “Los palestinos en Gaza captaron el mensaje el primer día,” escribió Bronner, “cuando los aviones de guerra israelíes atacaron simultáneamente numerosos objetivos en medio de un sábado por la mañana. Unos 200 fueron muertos instantáneamente, horrorizando a Hamás y por cierto a toda Gaza.” La táctica de “volverse loco” parece haber sido exitosa. Bronner concluyó que: existen “limitadas indicaciones de que la gente de Gaza sintió un tal dolor por esta guerra que tratará de controlar a Hamás,” el gobierno elegido. Es otra antigua doctrina de terror estatal. No recuerdo, a propósito, la retrospectiva del Times “Desglose de los logros de la Guerra de Chechenia,” aunque los logros fueron grandes.
La meticulosa planificación también incluyó presumiblemente la terminación del ataque, programado cuidadosamente para que tuviera lugar justo antes de la investidura, para minimizar la (remota) amenaza de que Obama tuviera algo crítico que decir sobre esos depravados crímenes apoyados por EE.UU.
Dos semanas después del comienzo del ataque durante el Sabbat, cuando gran parte de Gaza había sido convertida en escombros y la cantidad de víctimas mortales se acercaba a las 1.000, la agencia de la ONU UNRWA, de la que depende la mayoría de los gazanos para sobrevivir, anunció que los militares israelíes rehusaban permitir cargamentos de ayuda para Gaza, diciendo que los cruces estaban cerrados por ser Sabbat. Para honorar el día sagrado, había que negar alimentos y medicinas a los palestinos al límite de la supervivencia, pero cientos pueden ser masacrados ese mismo día por bombarderos jet y helicópteros estadounidenses.
Esta doble manera de observar rigurosamente el Sabbat atrajo poca, si alguna, atención. Tiene sentido. En los anales de la criminalidad estadounidense-israelí, una tal crueldad y cinismo apenas merecen más que una nota al pie. Son demasiado familiares. Para citar un paralelo relevante: en junio de 1982, la invasión israelí del Líbano respaldada por EE.UU. comenzó con el bombardeo de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, que después de hicieron famosos como el lugar de terribles masacres supervisadas por el ejército israelí (Fuerzas de ‘Defensa’ Israelíes–ejército israelí). El bombardeo alcanzó el hospital local –el hospital Gaza [en Sabra, N. del T.]– y mató a más de 200 personas, según el informe de un testigo presencial, un especialista académico estadounidense en Oriente Próximo. La matanza fue el acto inicial de una invasión que mató entre 15.000 y 20.000 personas y destruyó gran parte del sur del Líbano y Beirut, que procedió con un crucial apoyo militar y diplomático de EE.UU. Este incluyó vetos de resoluciones del Consejo de Seguridad que trataron de detener la criminal agresión que fue emprendida, como apenas fue ocultado, para defender a Israel de la amenaza de una solución política pacífica, contrariamente a muchas patrañas convenientes sobre el sufrimiento de los israelíes bajo intensos disparos de cohetes, una fantasía de apólogos.
Todo esto es normal, y discutido de modo bastante abierto por altos responsables israelíes. Hace treinta años el Jefe de Estado Mayor, Mordechai Gur, observó que desde 1948 “hemos estado luchando contra una población que vive en aldeas y ciudades. Como resumiera sus observaciones el más destacado analista militar de Israel, Zeev Schiff: “el ejército israelí siempre ha atacado a poblaciones civiles, intencional y conscientemente… el ejército, dijo, nunca ha distinguido objetivos civiles [de militares]… [pero] atacó a propósito objetivos civiles.” Los motivos fueron explicados por el distinguido estadista Abba Eban: “existía una perspectiva racional, que fue cumplida en última instancia, que afectaba a poblaciones que ejercerían presión por el cese de hostilidades.” El efecto, como bien lo entendía Eban, sería permitir que Israel implementara, sin ser molestado, sus programas de expansión ilegal y dura represión. Eban estaba comentando sobre un estudio de ataques del gobierno laborista contra civiles por el primer ministro Begin, presentando un cuadro, dijo Eban, “de un Israel que inflige desenfrenadamente toda medida posible de muerte y angustia a poblaciones civiles en un estado de ánimo reminiscente de regímenes que ni el señor Begin ni yo nos atreveríamos a mencionar por su nombre.” Eban no disputó los hechos estudiados por Begin, pero lo criticó por declararlos en público. Tampoco preocupó a Eban, o a sus admiradores, que su propugnación de un masivo terror estatal también sea reminiscente de regímenes que no se atrevía a mencionar por su nombre.
La justificación del terror estatal por Eban es considerada por lo persuasiva por autoridades respetadas. Mientras continuaba el actual ataque de EE.UU. e Israel, el columnista del Times, Thomas Friedman, explicó que las tácticas de Israel tanto en el actual ataque y en su invasión del Líbano en 2006 se basan en el sano principio de “tratar de ‘educar’ a Hamás, infligiendo un fuerte número de víctimas mortales a militantes de Hamás y un fuerte dolor a la población de Gaza.” Eso tiene sentido sobre una base pragmática, como lo tuvo en el Líbano, donde “la única fuente de disuasión a largo plazo fue infligir suficiente dolor a los civiles – a las familias y empleadores de los militantes – para contener a Hezbolá en el futuro.” Y por una lógica similar, el esfuerzo de bin Laden por “educar” a los estadounidenses el 11-S fue altamente digno de elogio, como los ataques nazis contra Lídice y Oradour, la destrucción de Grozny por Putin, y otros notables intentos de “educación.”
Israel se ha esforzado por dejar en claro su dedicación a esos principios guía. El corresponsal del New York Times, Stephen Erlanger, informa que los grupos de derechos humanos israelíes están “inquietos por los ataques israelíes contra edificios que creen que debieran ser clasificados como civiles, como el parlamento, estaciones de policía y el palacio presidencial” – y, podríamos agregar, aldeas, casas, campos de refugiados densamente poblados, sistemas de agua y alcantarillado, hospitales, escuelas y universidades, mezquitas, instalaciones de ayuda de la ONU, ambulancias, y por cierto todo lo que pudiera aliviar el dolor de las indignas víctimas. Un alto oficial de inteligencia israelí explicó que el ejército israelí atacaron “ambos aspectos de Hamás – su ala de resistencia o militar y su dawa, o ala social,” este último un eufemismo para la sociedad civil. “Argumentó que Hamás era todo de una pieza,” continúa Erlanger, “y en una guerra sus instrumentos de control político y social son un objetivo tan legítimo como sus escondites de cohetes.” Erlanger y sus editores no agregan ningún comentario sobre la propugnación abierta, y práctica, del terrorismo masivo contra civiles, aunque corresponsales y columnistas señalizan su tolerancia o incluso propugnación explícita de crímenes de guerra, como señalado. Pero ajustándose a la norma, Erlanger no deja de subrayar que los ataques con cohetes de Hamás son “una obvia violación del principio de discriminación y se ajustan a la definición clásica del terrorismo.”
Como otros familiarizados con la región, el especialista en Oriente Próximo, Fawwaz Gerges, observa que “Lo que funcionarios israelíes y sus aliados estadounidenses no aprecian es que Hamás no es sólo una milicia armada sino un movimiento social con una amplia base popular que está profundamente arraigado en la sociedad.” De ahí que cuando realizan sus planes para destruir el “ala social” de Hamás, estén apuntando a destruir la sociedad palestina.
Puede que Gerges sea demasiado benévolo. Es muy poco probable que funcionarios israelíes y estadounidenses –o los medios y otros comentaristas– no aprecien esos hechos. Más bien, adoptan implícitamente la perspectiva tradicional de los que monopolizan los medios de violencia: nuestro puño de hierro puede aplastar toda oposición, y si nuestro furioso ataque resulta en numerosas víctimas civiles, todo sea por bien: tal vez los que queden serán adecuadamente educados.
Los oficiales del ejército israelí comprenden claramente que están aplastando a la sociedad civil. Ethan Bronner cita a un coronel israelí que dice que él y sus hombres no están muy “impresionados por los combatientes de Hamás.” “Son aldeanos con rifles,” dijo un artillero en un vehículo blindado para el transporte de tropas.
Se parecen a las víctimas de las asesinas operaciones de “puño de hierro” del ejército israelí en el sur del Líbano ocupado en 1985, dirigidas por Shimon Peres, uno de los grandes comandantes terroristas de la era de la “Guerra contra el Terror” de Reagan. Durante esas operaciones comandantes y analistas estratégicos israelíes explicaron que las víctimas eran “aldeanos terroristas,” difíciles de erradicar porque “esos terroristas operan con el apoyo de la mayor parte de la población local.” Un comandante israelí se quejó de que “el terrorista… tiene aquí muchos ojos, porque vive aquí,” mientras el corresponsal militar del Jerusalem Post describió los problemas que enfrentan las fuerzas israelíes en el combate contra el “mercenario terrorista,” “fanáticos, todos los cuales están suficientemente dedicados a sus causas para seguir corriendo el riesgo de ser muertos mientras realizan ataques contra el ejército israelí,” que deben “mantener el orden y la seguridad” en el sur del Líbano ocupado a pesar “del precio que tienen que pagar los habitantes.” El problema ha sido familiar para los estadounidenses en Vietnam del Sur, para los rusos en Afganistán, para los alemanes en Europa ocupada, y para otros agresores que están implementando la doctrina Gur-Eban-Friedman.
Gerges cree que el terror estatal estadounidense-israelí fracasará: Hamás, escribe, “no puede ser eliminado sin masacrar a medio millón de palestinos. Si Israel logra matar a altos dirigentes de Hamás, una nueva generación, más radical que la presente, los reemplazará rápidamente. Hamás es una realidad. No va a desaparecer, y no alzará la bandera blanca no importa cuántas bajas sufra.”
Tal vez, pero siempre hay una tendencia a subestimar la eficacia de la violencia. Es particularmente extraño que una tal creencia sea mantenida en EE.UU. ¿Para qué estamos aquí?
Hamás es descrito regularmente como “Hamás, respaldado por Irán, que está dedicado a la destrucción de Israel.” Será difícil encontrar algo como “Hamás, democráticamente elegido, que hace tiempo que pide una solución de dos Estados de acuerdo con el consenso internacional” –bloqueada desde hace más de 30 años por EE.UU. e Israel, que rechazan de plano y explícitamente el derecho de los palestinos a la autodeterminación. Todo es verdad, pero no es una contribución útil a la línea oficial, por lo tanto es desechable.
Detalles como los mencionados anteriormente, aunque menores, nos enseñan a pesar de todo algo sobre nosotros mismos y nuestros clientes. Así lo hacen otros. Para mencionar otro, cuando comenzó el último ataque de EE.UU. e Israel contra Gaza, un pequeño barco, el Dignity, iba en camino de Chipre a Gaza. Los doctores y activistas de derechos humanos a bordo querían violar el criminal bloqueo de Israel y llevar suministros médicos a la población atrapada. El barco fue interceptado en aguas internacionales por navíos israelíes, que lo embistieron severamente, y casi lo hundieron, aunque logró arrastrarse hasta el Líbano. Israel emitió las mentiras de rutina, refutadas por los periodistas y pasajeros a bordo, incluidos el corresponsal de CNN Karl Penhaul y la ex congresista de EE.UU. y candidata presidencial del Partido Verde, Cynthia McKinney. Es un crimen serio –mucho peor, por ejemplo, que secuestrar barcos frente a la costa de Somalia. Apenas recibió atención en los medios. La aceptación tácita de semejantes crímenes refleja el entendimiento de que Gaza es territorio ocupado, y que Israel tiene derecho a mantener su cerco, incluso autorizado por los guardianes del orden internacional para realizar crímenes en alta mar para implementar sus programas de castigar a la población civil por desobedecer sus órdenes –bajo pretextos a los que volvemos, casi universalmente aceptados pero evidentemente inadmisibles.
La falta de atención de nuevo tiene sentido. Durante décadas, Israel ha estado secuestrando barcos en aguas internacionales entre Chipre y el Líbano, matando o secuestrando pasajeros, llevándolos a veces a prisiones en Israel, con cámaras de tortura en cárceles secretas, para retenerlos como rehenes durante muchos años. Ya que las prácticas son rutinarias, ¿por qué iban a tratar el nuevo crimen con más que un bostezo? Chipre y el Líbano reaccionaron de modo muy diferente, ¿pero qué importancia tienen en el contexto actual?
¿A quién le interesa, por ejemplo, si los editores del Daily Star, del Líbano, generalmente pro-occidental, escriben que “cerca de 1,5 millones de personas en Gaza son sometidas al ministerio asesino de una de las maquinarias militares más avanzadas tecnológicamente, pero moralmente retrógradas del mundo? A menudo se sugiere que los palestinos se han convertido para el mundo árabe en lo que los judíos fueron en la Europa previa a la Segunda Guerra Mundial, y existe una cierta verdad en esa interpretación. Cuán repugnantemente adecuado, por lo tanto, que exactamente como los europeos y norteamericanos miraron para otro lado cuando los nazis perpetraban el Holocausto, los árabes encuentren una manera de no hacer nada mientras los israelíes matan a niños palestinos.” Tal vez el más vergonzoso de los regímenes árabes es la brutal dictadura egipcia, beneficiaria de la mayor ayuda militar de EE.UU., aparte de Israel.
Según la prensa libanesa, Israel, todavía “rapta rutinariamente a civiles libaneses del lado libanés de la Línea Azul [la frontera internacional] el caso más reciente en diciembre de 2008.” Y, claro está, “aviones israelíes violan a diario el espacio aéreo libanés en violación de la Resolución 1701 de la ONU” (el experto libanés Amal Saad-Ghorayeb, Daily Star, 13 de enero). Eso también ha estado ocurriendo desde hace mucho tiempo. Al condenar la invasión del Líbano por Israel en 2006, el destacado analista estratégico israelí, Zeev Maoz, escribió en la prensa israelí que “Israel ha violado el espacio aéreo libanés realizando misiones de reconocimiento aéreo casi cada día desde su retirada del sur del Líbano hace seis años. Es verdad, esos sobrevuelos no causaron víctimas libanesas, pero una violación de una frontera es una violación de una frontera. Aquí también, Israel no tiene una razón moral superior.” Y en general, no existe una base para el “consenso total en Israel de que la guerra contra Hezbolá en el Líbano es una guerra justa y moral,” un consenso “basado en una memoria selectiva y a corto plazo, en una visión del mundo introvertida, y en dobles raseros. No es una guerra justa, el uso de la fuerza es excesivo e indiscriminado, y el objetivo final es la extorsión.”
Como Maoz también recuerda a sus lectores israelíes que los sobrevuelos con retumbos ultrasónicos para aterrorizar a los libaneses constituyen el menor crimen israelí en el Líbano, incluso aparte de sus cinco invasiones desde 1978. “El 28 de julio de 1988, Fuerzas Especiales israelíes raptaron al jeque Obeid, y el 21 de mayo de 1994, Israel raptó a Mustafa Dirani, quien fue responsable por la captura del piloto israelí Ron Arad [mientras éste estaba bombardeando el Líbano en 1986]. Israel los retuvo en prisión junto con otros 20 libaneses, que fueron capturados bajo circunstancias no reveladas, durante largos períodos sin proceso. Fueron retenidos como “cartas de cambio” humanas. Al parecer, el secuestro de israelíes con la intención de intercambiar prisioneros es moral reprensible, y militarmente castigable cuando Hezbolá realiza el secuestro, pero no si Israel hace lo mismo,” y en una escala mucho mayor y durante muchos años.
Las prácticas regulares de Israel son importantes incluso fuera de lo que revelan sobre la criminalidad israelí y el apoyo occidental del que goza. Como indica Maoz, esas prácticas subrayan la redomada hipocresía de la afirmación estándar de que Israel tuvo el derecho de invadir de nuevo el Líbano en 2006 cuando dos soldados fueron capturados en la frontera, la primera acción a través de la frontera de Hezbolá en los seis años desde la retirada de Israel del sur del Líbano, que ocupaba en violación de las órdenes del Consejo de Seguridad de 22 años antes, mientras que Israel violó impunemente casi a diario la frontera durante seis años, y aquí se guarda silencio.
La hipocresía es, de nuevo, rutina. Por lo tanto, Thomas Friedman, cuando explica cómo las especies inferiores tienen que ser “educadas” mediante la violencia terrorista, escribe que la invasión israelí del Líbano en 2006, destruyendo una vez más gran parte del sur del Líbano y de Beirut mientras mataba a otros 1.000 civiles, fue un justo acto de autodefensa, como reacción al crimen de Hezbolá de “lanzar una guerra no provocada a través de la frontera entre Israel y el Líbano reconocida por la ONU, después que Israel se había retirado unilateralmente del Líbano.” Dejando de lado el engaño, por la misma lógica, ataques terroristas contra israelíes que son mucho más destructivos y asesinos que cualesquiera que hayan tenido lugar, serían plenamente justificados como reacción a las prácticas criminales de Israel en el Líbano y en alta mar, que exceden ampliamente el crimen de Hezbolá de capturar a dos soldados en la frontera. El veterano especialista en Oriente Próximo del New York Times seguramente sabe de esos crímenes, por lo menos si lee su propio periódico: por ejemplo, el párrafo 18 de una historia sobre el intercambio de prisioneros en noviembre de 1983 que señala, de pasada, que 37 de los prisioneros árabes “habían sido capturados recientemente por la Armada Israelí mientras trataban de viajar de Chipre a Trípoli,” al norte de Beirut.
Desde luego todas las conclusiones semejantes sobre acciones apropiadas contra los ricos y poderosos se basan en un error fundamental. Una cosa somos nosotros, otra cosa son ellos. Ese principio crucial, profundamente arraigado en la cultura occidental, basta para debilitar hasta la analogía más precisa y el razonamiento más impecable.
Al escribir estas líneas, otro barco va en camino de Chipre a Gaza, “llevando suministros médicos urgentemente necesitados en cajas selladas, controladas por la Aduana en el Aeropuerto Internacional de Larnaca y en el Puerto de Larnaca,” informan los organizadores. Los pasajeros incluyen a miembros del Parlamento Europeo y médicos. Israel ha sido notificado de su propósito humanitario. Con suficiente presión popular, podrían realizar su misión en paz.
Los nuevos crímenes que EE.UU. e Israel han estado cometiendo en Gaza en las últimas semanas no se ajustan fácilmente a cualquier categoría estándar –excepto por lo familiar; sólo he dado algunos ejemplos, y volveré a otros. Literalmente, los crímenes caen bajo la definición oficial de “terrorismo” del gobierno de EE.UU., pero esa designación no captura su enormidad. No pueden ser llamados “agresión” porque son realizados en territorio ocupado, como concede tácitamente EE.UU. En su exhaustiva historia erudita del asentamiento israelí en los territorios ocupados, “Lords of the Land,” [Señores de la Tierra] Idit Zertal y Akiva Eldar señalan que después que Israel retiró sus fuerzas de Gaza en agosto de 2005, el territorio arruinado no fue liberado “ni por un solo día de la sujeción militar de Israel o del precio por la ocupación que los habitantes pagan cada día… Israel dejó tras de sí tierra arrasada, servicios devastados, y gente sin presente ni futuro.
Los asentamientos fueron destruidos en una acción innoble de un ocupante incivil que en los hechos sigue controlando el territorio y mata y acosa a sus habitantes mediante su formidable poderío militar” –ejercido con extremo salvajismo, gracias al firme apoyo y participación de EE.UU.
El ataque estadounidense-israelí contra Gaza escaló en enero de 2006, unos pocos meses después de la retirada formal, cuando los palestinos cometieron un crimen verdaderamente atroz: votaron “incorrectamente” en una elección libre. Como otros, los palestinos aprendieron que uno no desobedece impunemente las órdenes del Amo, que sigue parloteando de su “ansia de democracia,” sin evocar el ridículo en las clases educadas, otro logro impresionante.
Ya que los términos “agresión” y “terrorismo” son inadecuados, se necesita alguna expresión nueva para la tortura sádica y cobarde de un pueblo atrapado sin posibilidad alguna de escape, mientras es convertido en polvo por los productos más sofisticados de la tecnología militar de EE.UU. –utilizada en violación del derecho internacional e incluso estadounidense, pero para quienes se han autoproclamado Estados fuera de la ley, es sólo un tecnicismo menor. También es un tecnicismo menor el hecho de que el 31 de diciembre, mientras gazanos aterrorizados buscaban desesperadamente refugio del implacable ataque, Washington haya contratado un barco alemán para transportar de Grecia a Israel un inmenso embarque: 3.000 toneladas, de “munición” no identificada. El nuevo embarque “viene después del contrato de un navío mercante para llevar un envío mucho mayor de armamento en diciembre de EE.UU. a Israel antes de los ataques aéreos en la Franja de Gaza,” informó Reuters. Todo esto es aparte de los más de 21.000 millones de dólares en ayuda militar de EE.UU. suministrada por el gobierno de Bush a Israel, casi en su totalidad subsidios. “La intervención de Israel en la Franja de Gaza ha sido impulsada en gran parte por armas suministradas por EE.UU., pagadas con dineros públicos de EE.UU.,” dijo una información de la New America Foundation, que monitorea el tráfico de armas. El nuevo embarque fue obstaculizado por la decisión del gobierno griego de prohibir el uso de cualquier puerto en Grecia “para el abastecimiento del ejército israelí.”
La reacción de Grecia ante los crímenes israelíes respaldados por EE.UU. es bastante diferente de la cobarde actitud de los dirigentes de la mayor parte de Europa. La distinción revela que Washington puede haber sido bastante realista al considerar a Grecia como parte de Oriente Próximo, no Europa, hasta el derrocamiento de la dictadura fascista respaldada por EE.UU. en 1974. Tal vez Grecia sea demasiado civilizada para ser parte de Europa.
Si hubiera alguien que pensara que la oportunidad de las entregas de armas a Israel es extraña, e indagara más, el Pentágono tiene una respuesta: el embarque arribaría demasiado tarde para escalar el ataque contra Gaza, y el equipo militar, sea lo que sea, debe ser pre-posicionado en Israel para su eventual uso por las fuerzas armadas de EE.UU. Puede que sea exacto. Uno de los numerosos servicios que Israel rinde a su patrón es suministrarle una valiosa base militar en la periferia de los mayores recursos de energía del mundo. Por ello puede servir como una base avanzada para agresión estadounidense –o para utilizar términos técnicos, para “defender el Golfo” y “asegurar estabilidad.”
El inmenso flujo de armas a Israel sirve muchos propósitos subsidiarios. El analista de política de Oriente Próximo, Mouin Rabbani, observa que Israel puede probar armas recientemente desarrolladas contra objetivos indefensos. Es de valor para Israel y para EE.UU. ‘de doble valor, de hecho, porque versiones menos efectivas de esos mismos sistemas de armas son subsiguientemente vendidas a precios enormemente inflados a Estados árabes, que efectivamente subvencionan la industria de armamentos de EE.UU. y las donaciones militares de EE.UU. a Israel.” Esas son las funciones adicionales de Israel en el sistema dominado por EE.UU. en Oriente Próximo, y entre los motivos por los que Israel es favorecido por las autoridades del Estado, junto con una amplia gama de corporaciones de alta tecnología de EE.UU., y por cierto la industria militar y la inteligencia.
Sin contar a Israel, EE.UU. es de lejos el mayor proveedor de armas del mundo. El reciente informe de New America Foundation concluye que “las armas y el entrenamiento militar por EE.UU. jugaron un papel en 20 de las 27 mayores guerras del mundo en 2007,” con ingresos para EE.UU. de 23.000 millones de dólares, que aumentaron a 32.000 millones en 2008. No es de extrañar que entre las numerosas resoluciones de la ONU a las que EE.UU. se opuso en la sesión de la ONU de diciembre de 2008 haya habido una que pedía la regulación del tráfico de armas. En 2006, EE.UU. fue el único que votó contra el tratado, pero en noviembre de 2008 se le sumó un socio: Zimbabue.
Hubo otros votos notables en la sesión de diciembre de la ONU. Una resolución sobre “el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación” fue adoptada por 173 contra 5 (EE.UU., Israel, dependencias de las islas del Pacífico). La votación reafirma fuertemente el negacionismo estadounidense-israelí, en aislamiento internacional. Del mismo modo, una resolución sobre “libertad universal de viaje y la importancia vital de la reunificación familiar” fue adoptada con la oposición de EE.UU., Israel, y las dependencias del Pacífico, presumiblemente pensando en los palestinos.
Al votar contra el derecho al desarrollo EE.UU. perdió a Israel pero ganó a Ucrania. Al votar contra el “derecho al alimento”, EE.UU. se quedó solo, un hecho particularmente impresionante en vista de la enorme crisis alimentaria global, que deja chica a la crisis financiera que amenaza las economías occidentales.
Hay buenos motivos por los cuales no se informa regularmente sobre los resultados de las votaciones, y los medios y los intelectuales conformistas los envían a la profundidad del agujero de la memoria. No sería atinado revelar al público lo que dan a entender esos resultados sobre sus representantes elegidos. En el caso actual sería sencillamente poco útil que el público supiera que el negacionismo de EE.UU. e Israel, que obstaculiza la solución pacífica propugnada desde hace tiempo por el mundo, llega a tal extremo que niega a los palestinos hasta el derecho abstracto a la autodeterminación.
Uno de los heroicos voluntarios en Gaza, el doctor noruego Mads Gilbert, describió la escena de horror como una “guerra total contra la población civil de Gaza.” Estimó que la mitad de las víctimas son mujeres y niños. Los hombres también son casi todos civiles, según estándares civilizados. Gilbert informa que apenas ha visto una víctima militar entre los cientos de cuerpos. El ejército israelí está de acuerdo. Hamás “hizo un esfuerzo especial para combatir a distancia –o no hacerlo en absoluto,” informa Ethan Bronner mientras “analiza los logros” del ataque estadounidense-israelí. De modo que la fuerza de Hamás sigue intacta, y fueron sobre todo civiles los que sufrieron: un resultado positivo, según la doctrina mayoritaria.
Esas evaluaciones fueron confirmadas por el jefe humanitario de la ONU, John Holmes, quien informó a los periodistas que es “una presunción justificada” que la mayoría de los civiles muertos fueron mujeres y niños en una crisis humanitaria que empeora día a día mientras continúa la violencia.” Pero debiéramos sentirnos reconfortados por las palabras de la Ministra de Exteriores israelí Tzipi Livni, la principal paloma en la actual campaña electoral, quien aseguró al mundo que no hay “crisis humanitaria” en Gaza, gracias a la benevolencia israelí.
Como otros que se preocupan por seres humanos y su suerte, Gilbert y Holmes abogaron por un cese al fuego. Pero no todavía. “En Naciones Unidas, EE.UU. impidió que el Consejo de Seguridad aprobara una declaración formal el sábado por la noche pidiendo un cese al fuego inmediato,” mencionó como de pasada el New York Times. La razón oficial era que “no había indicación de que Hamás acataría cualquier acuerdo.” En los anales de las justificaciones para deleitarse en la matanza, ésta debe ocupar un lugar entre las más cínicas. Pero, claro, eran Bush y Rice, que pronto serían desplazados por Obama, quien repite compasivamente que “si cayeran misiles donde duermen mis hijas, haría todo por impedirlo.” Se refería a los niños israelíes, no a los muchos cientos que son despedazados en Gaza por armas de EE.UU. Fuera de eso, Obama mantuvo su silencio.
Unos pocos días después, bajo intensa presión internacional, EE.UU. apoyó una resolución del Consejo de Seguridad pidiendo un “cese al fuego durable.” Fue aprobada por 14 a 0, con la abstención de EE.UU. Israel y los halcones estadounidenses se enfurecieron porque EE.UU. no la haya vetado, como de costumbre. La abstención, sin embargo, bastó para dar a Israel si no luz verde, por lo menos amarilla, para escalar la violencia, como lo hizo hasta virtualmente el momento de la toma de posesión, como había sido vaticinado.
Cuando entró en vigor (teóricamente) el cese al fuego el 18 de enero, el Centro Palestino de Derechos Humanos publicó sus cifras para el último día del ataque: 54 palestinos muertos, incluyendo a 43 civiles desarmados, 17 de ellos niños, mientras el ejército israelí seguían bombardeando casas civiles y escuelas de la ONU. La cantidad de víctimas mortales, estimaron, ascendía a 1.184, incluyendo a 844 civiles, 281 de ellos niños. El ejército israelí siguió utilizando bombas incendiarias en toda la Franja de Gaza, y destruyendo casas y tierras agrícolas, obligando a civiles a huir de sus hogares. Unas pocas horas después, Reuters informó de más de 1.300 muertos. El personal del Centro Al Mezan, que también monitorea cuidadosamente víctimas y destrucción, visitó áreas que previamente habían sido inaccesibles por los incesantes bombardeos pesados. Descubrieron docenas de cadáveres de civiles descomponiéndose bajo los escombros de casas destruidas o extraídos por aplanadoras israelíes. Bloques urbanos enteros habían desaparecido.
Las cifras de muertos y heridos son seguramente subestimaciones. Y es poco probable que haya alguna investigación de esas atrocidades. Los crímenes de enemigos oficiales son sometidos a investigaciones rigurosas, pero los nuestros son ignorados sistemáticamente. Es la práctica general, de nuevo, y comprensible, por parte de los amos.
La Resolución del Consejo de Seguridad requería la detención del flujo de armas hacia Gaza. EE.UU. e Israel (Rice-Livni) pronto llegaron a un acuerdo sobre medidas para asegurar ese resultado, concentrándose en armas iraníes. No hay necesidad de detener el contrabando de armas de EE.UU. hacia Israel, porque no hay contrabando: el inmenso flujo de armas es bastante público, incluso cuando no se informa, como en el caso del embarque de armas anunciado mientras tenía lugar la matanza en Gaza.
La Resolución también requería “que se asegurara la reapertura continua de los puntos de cruce sobre la base del Acuerdo de 2005 sobre Movimiento y Acceso entre la Autoridad Palestina e Israel”; ese Acuerdo determinaba que los cruces hacia Gaza serían operados sobre una base continua y que Israel también permitiría el cruce de bienes y personas entre Cisjordania y la Franja de Gaza.
El acuerdo Rice-Livni no dice nada sobre este aspecto de la Resolución del Consejo de Seguridad. EE.UU. e Israel ya habían abandonado efectivamente el Acuerdo de 2005 como parte de su castigo a los palestinos por no haber votado como EE.UU. e Israel lo deseaban en una elección libre en enero de 2006. La conferencia de prensa de Rice después del acuerdo Rice-Livni subrayó los continuos esfuerzos de Washington por subvertir los resultados de la única elección libre en el mundo árabe: “Pueden hacerse muchas cosas,” dijo, “para sacar a Gaza de la penumbra de la hegemonía de Hamás hacia la luz de la excelente administración que puede conllevar la Autoridad Palestina” – por lo menos, conllevarla mientras siga siendo un cliente leal, plagado de corrupción y dispuesto a realizar una dura represión, pero obediente.
Al volver de una visita al mundo árabe, Fawwaz Gerges afirmó enfáticamente lo que han informado otros presentes en el terreno. El efecto de la ofensiva de EE.UU. e Israel en Gaza ha sido enfurecer a las masas y provocar un odio a muerte contra los agresores y sus colaboracionistas. “Baste decir que los Estados árabes así llamados moderados [es decir, los que reciben sus órdenes de Washington] están a la defensiva, y que el frente de la resistencia encabezado por Irán y Siria es el principal beneficiario. Una vez más, Israel y el gobierno de Bush han entregado a la dirigencia iraní una dulce victoria.” Además, “Hamás probablemente emergerá como una fuerza política más poderosa que antes y probablemente superará a Fatah, el aparato gobernante de la Autoridad Palestina del presidente Mahmud Abbas,” favoritos de Rice.
Vale la pena tener en cuenta que el mundo árabe no está tan escrupulosamente protegido de la única cobertura viva regular de televisión de lo que sucede en Gaza, es decir “el análisis tranquilo y equilibrado del caos y la destrucción, suministrado por los extraordinarios corresponsales de al Jazeera, que suministraron “una austera alternativa a los canales terrestres,” como informa el Financial Times de Londres. En los 105 países que carecen de nuestras eficientes modalidades de autocensura, la gente puede ver a cada hora lo que sucede, y se dice que el impacto es muy grande. En EE.UU., informa el New York Times, “el bloqueo informativo casi total… indudablemente está relacionado con la crítica acerba que al-Jazeera recibió del gobierno de EE.UU. durante las etapas iniciales de la guerra en Iraq por su cobertura de la invasión estadounidense. Cheney y Rumsfeld objetaron, de modo que, obviamente, los medios independientes sólo pudieron obedecer.
Hay mucho debate sobrio sobre lo que esperaban lograr los atacantes. Algunos de los objetivos son comúnmente discutidos, entre ellos, restaurar lo que se llama “la capacidad disuasiva” que Israel perdió como resultado de sus fracasos en el Líbano en 2006 – es decir, la capacidad de aterrorizar a cualquier oponente potencial a fin de someterlo. Existen, sin embargo, objetivos más fundamentales que tienden a ser ignorados, aunque también parecen ser bastante obvios si consideramos la historia reciente.
Israel abandonó Gaza en septiembre de 2005. Personas racionales de la línea dura israelí, como Ariel Sharon, santo patrón del movimiento de los colonos, comprendió que no tenía sentido subvencionar a unos pocos colonos israelíes ilegales en las ruinas de Gaza, protegidos por el ejército israelí, mientras utilizaban gran parte de la tierra y de sus escasos recursos. Tenía más sentido convertir Gaza en la mayor prisión del mundo y transferir a los colonos a Cisjordania, un territorio mucho más valioso, en el que Israel es bastante explícito en cuanto a sus intenciones, en palabras y, lo que es más importante, en los hechos.
Un objetivo es anexar la tierra árabe, los suministros de agua, y agradables suburbios de Jerusalén y Tel Aviv que están dentro del muro de separación, irrelevantemente declarado ilegal por la Corte Internacional. Incluye a Jerusalén vastamente expandida, en violación de órdenes del Consejo de Seguridad de hace 40 años, por lo tanto irrelevantes. Israel también se ha estado apoderando del Valle del Jordán, aproximadamente un tercio de Cisjordania. Lo que queda es consiguientemente aprisionado y, además, fragmentado por salientes de asentamientos judíos que trisecan el territorio: una parte al este de Gran Jerusalén por la ciudad de Ma'aleh Adumim, desarrollada durante los años de Clinton para dividir Cisjordania; y dos hacia el norte, por las ciudades de Ariel y Kedumim. Lo que queda para los palestinos es segregado por cientos de puntos de control, arbitrarios en su mayoría.
Los puntos de control no tienen que ver con la seguridad de Israel, y si algunos tienen el propósito de proteger a los colonos, son rotundamente ilegales, como decidiera la Corte Internacional de Justicia. En realidad, su principal objetivo es acosar a la población palestina y fortificar lo que el activista israelí por la paz Jeff Halper llama la “matriz de control”, destinada a hacer que la vida sea insoportable para las “bestias de dos patas” que serán como “cucarachas drogadas que corretean en una botella” si tratan de permanecer en sus casas y tierras.
Todo eso está bien, porque son “como saltamontes comparados con nosotros” de modo que sus cabezas pueden ser “estrelladas contra las peñas y los muros.” La terminología proviene de los máximos dirigentes políticos y militares israelíes, en este caso los reverenciados “príncipes”. Y las actitudes conforman las políticas.
Los desvaríos de los dirigentes políticos y militares son suaves en comparación con las prédicas de las autoridades rabínicas. No son personajes marginales. Al contrario, son muy influyentes en el ejército y en el movimiento de colonos, personas que Zertal y Eldar desvelan como “señores de la tierra”, con enorme impacto en la política. Soldados que combatían en el norte de Gaza recibieron una visita “inspiradora” de dos destacados rabinos, quienes les explicaron que no hay “inocentes” en Gaza, de modo que todos eran objetivos legítimos, citando un famoso pasaje de los Salmos llamando al Señor para que tomara los hijos de los opresores de Israel y los arrojara contra las rocas. Los rabinos no hacían nada nuevo. Un año antes, el ex rabino jefe sefardí escribió al primer ministro Olmert, informando que todos los civiles en Gaza son culpables colectivamente por los ataques con cohetes, de modo que “no existe absolutamente ninguna prohibición moral contra la matanza indiscriminada de civiles durante una masiva ofensiva militar potencial contra Gaza orientada a detener los lanzamientos de cohetes,” según la información del Jerusalem Post sobre su veredicto. Su hijo, rabino jefe de Safed, entró en más detalle: “Si no se detienen después que matemos a 100, tenemos que matar mil, y si no se detienen después de 1.000, debemos matar a 10.000. Y si no se detienen debemos matar a 100.000, incluso a un millón. Todo lo que sea necesario para hacer que se detengan.”
Puntos de vista similares son expresados por destacadas personalidades seculares estadounidenses. Cuando Israel invadió el Líbano en 2006, el profesor de la Escuela de Derecho de Harvard, Alan Dershowitz, explicó en el periódico liberal en línea Huffington Post que todos los libaneses son objetivos legítimos para la violencia israelí. Los ciudadanos del Líbano están “pagando el precio” por su apoyo a “terroristas.” –es decir, por apoyar a la resistencia a la invasión israelí. Según él, los civiles libaneses no son más inmunes a ataques que los austríacos que apoyaron a los nazis. La fatua del rabino sefardí se aplica a ellos. En un vídeo en la página en Internet del Jerusalem Post, Dershowitz pasó a ridiculizar el habla de ratios excesivas de muertes de palestinos a israelíes: habría que aumentarla de 1.000a uno, dijo, o incluso 1.000 a cero, queriendo decir que las bestias debieran ser completamente exterminadas. Por cierto, se refiere a “terroristas,” una categoría amplia que incluye a las víctimas del poder israelí, ya que “Israel nunca ataca a civiles,” declaró enfáticamente. En consecuencia, palestinos, libaneses, tunecinos, cualquiera que se interponga en el camino de los implacables ejércitos del Estado Sagrado es un terrorista, o una víctima accidental de sus justos crímenes.
No es fácil encontrar contrapartidas históricas para esas actuaciones. Tal vez sea de un cierto interés que sean consideradas enteramente adecuadas en la cultura intelectual y moral imperante –cuando son producidas por “nuestro lado,” es decir: que si provinieran de las bocas de enemigos oficiales, semejantes palabras provocarían indignación justiciera y llamados a una masiva violencia preventiva como venganza.
La afirmación de que “nuestro lado” nunca ataca a civiles es una doctrina familiar entre los que monopolizan los medios de violencia. Y hay algo de verdad en ello.
Generalmente no tratamos de matar a civiles en particular. Más bien, realizamos acciones asesinas que sabemos matarán a muchos civiles, pero sin la intención específica de matar a civiles en particular. Según la ley, las prácticas rutinarias pueden caer en la categoría de indiferencia depravada, pero no es una designación adecuada para la práctica estándar y la doctrina imperiales. Es más similar a caminar por una calle a sabiendas de que podemos matar hormigas, pero sin estar interesados en hacerlo, porque ocupan un lugar tan bajo que simplemente no importa.
Lo mismo vale cuando Israel realiza acciones que sabe matarán a los “saltamontes” y a “las bestias de dos patas” que por casualidad infestan las tierras que “libera.”
No hay una expresión apropiada para esta forma de depravación moral, posiblemente peor que el asesinato deliberado, y demasiado familiar.
En la antigua Palestina, los legítimos dueños (por decreto divino, según los “señores de la tierra”) pueden decidir si otorgan a las cucarachas drogadas unas pocas parcelas dispersas. Pero no por derecho, sin embargo: “Creía, y hasta este día sigo creyendo, en el derecho eterno e histórico de nuestro pueblo a todo este país,” informó el primer ministro Olmert a una sesión conjunta del Congreso en mayo de 2006 y recibió un clamoroso aplauso. Al mismo tiempo anunció su programa de “convergencia” para apoderarse de lo que hay de valioso en Cisjordania, dejando que los palestinos se pudran en cantones aislados. No fue específico sobre las fronteras de “todo el país,” pero por otro lado, el proyecto sionista nunca lo ha sido, por buenos motivos: la expansión permanente es una dinámica interna muy importante. Si Olmert sigue siendo fiel a sus orígenes en el Likud, podrá haber querido decir las dos riberas del Jordán, incluyendo el actual Estado de Jordania, o por lo menos sus partes más valiosas.
El “derecho eterno e histórico a todo este país” de nuestro pueblo, contrasta dramáticamente con la ausencia de cualquier derecho a la autodeterminación de sus habitantes temporales, los palestinos. Como señalara anteriormente, la condición de estos últimos fue reiterada por Israel y su patrón en Washington en diciembre de 2008, en su acostumbrado aislamiento, y acompañada por un silencio resonante.
Los planes que Olmert esbozó en 2006 han sido abandonados desde entonces porque no eran bastante extremos. Pero lo que reemplaza el programa de convergencia, y las acciones que tienen lugar a diario para implementarlo, son aproximadamente las mismas, en su concepto general. Se remontan a los primeros días de la ocupación, cuando el Ministro de Defensa Moshe Dayan explicó poéticamente que “la situación actual se parece a la relación compleja entre un beduino y la muchacha que secuestra contra su voluntad… Vosotros palestinos, como nación, no nos queréis hoy, pero cambiaremos vuestra actitud imponiéndoos nuestra presencia.” “Viviréis como perros, y el que se vaya, se irá,” mientras nosotros nos apoderamos de lo que queremos.
Nunca ha cabido duda de que esos programas sean criminales. Inmediatamente después de la guerra de 1967, el gobierno israelí fue informado por su máxima autoridad legal, Teodor Meron, que “el asentamiento civil en los territorios administrados contraviene las provisiones explícitas de la Cuarta Convención de Ginebra,” el fundamento del derecho humanitario internacional. El Ministro de Justicia de Israel estuvo de acuerdo. La Corte Internacional apoyó unánimemente la conclusión esencial en 2004, y el Tribunal Superior israelí estuvo técnicamente de acuerdo aunque estuvo en desacuerdo en la práctica, en su estilo usual.
En Cisjordania, Israel puede continuar sus programas criminales con apoyo de EE.UU. y sin tener problemas, gracias a su control militar efectivo y, por el momento, a la cooperación de las fuerzas de seguridad palestinas colaboracionistas armadas y entrenadas por EE.UU. y dictaduras aliadas. También puede realizar asesinatos regulares y otros crímenes, mientras los colonos cometen destrozos y abusos bajo la protección del ejército israelí. Pero mientras Cisjordania ha sido efectivamente sometida mediante el terror, sigue habiendo resistencia en la otra mitad de Palestina, la Franja de Gaza. También debe ser aplastada para que el programa de anexión y destrucción de Palestina de EE.UU. e Israel pueda avanzar sin problemas.
De ahí la invasión de Gaza
La oportunidad de la invasión fue presumiblemente influenciada por la próxima elección israelí. Ehud Barak, que iba muy atrás en los sondeos, obtuvo un escaño parlamentario por cada 40 árabes muertos en los primeros días de la matanza, calculó el comentarista israelí Ran HaCohen.
Eso puede cambiar, sin embargo, Como los crímenes llegaron más allá de lo que pudo suprimir la cuidadosamente afinada campaña de propaganda israelí, incluso halcones israelíes confirmados llegaron a preocuparse de que la carnicería esté “destruyendo el alma [de Israel] y su imagen. Destruyéndola en las pantallas de televisión del mundo, en las salas de estar de la comunidad internacional, y lo más importante, en el EE.UU. de Obama” (Ari Shavit). A Shavit le preocupó sobre todo el “bombardeo de una instalación de Naciones Unidas… [por Israel]… “el día en el que el secretario general de la ONU estaba visitando Jerusalén,” un acto que “va más allá de la demencia,” consideró.
Para agregar unos pocos detalles, la “instalación” mencionada fue el complejo de la ONU en Ciudad de Gaza, que contenía el almacén de la UNRWA. El bombardeo destruyó “cientos de toneladas de alimentos y medicinas de emergencia preparadas para la distribución en el día de hoy a refugios, hospitales y centros de alimentación,” según el director de UNRWA, John Ging. Ataques militares destruyeron al mismo tiempo dos pisos del hospital al-Quds, incendiándolo, y también un segundo almacén dirigido por la sociedad de la Media Luna Roja palestina. El hospital en el densamente poblado vecindario Tal-Hawa fue destruido por tanques israelíes “después que cientos de gazanos aterrorizados se habían refugiado en su interior cuando fuerzas terrestres israelíes penetraron en el vecindario,” informó AP.
No quedó nada que salvar dentro de las ruinas al rojo vivo del hospital. “Bombardearon el edificio, el edificio del hospital. Se incendió. Tratamos de evacuar a la gente enferma, y a los heridos y a la gente que estaba allí.
Llegaron los bomberos y apagaron el fuego, que volvió a estallar en llamas y lo volvieron a apagar, y se incendió por tercera vez,” dijo el paramédico Ahmad Al-Haz a AP. Se sospechó que el fuego puede haber sido provocado por fósforo blanco, que también fue sospechado en numerosos otros incendios y graves quemaduras.
Las sospechas fueron confirmadas por Amnistía Internacional después que el cese de los intensos bombardeos permitió una investigación. Antes, Israel había sensatamente excluido a todos los periodistas, incluidos los israelíes, mientras cometía sus crímenes con toda su furia. El uso por Israel de fósforo blanco contra civiles en Gaza es “claro e innegable,” informó AI. Su uso repetido en áreas civiles densamente pobladas “es un crimen de guerra.,”… “que hizo peligrar aún más a los residentes y su propiedad,” particularmente niños “atraídos a los detritos de la guerra y a menudo inconscientes del peligro.” Los objetivos primordiales, informaron, fueron el complejo de la UNRWA, donde el “fósforo blanco cayó junto a algunos camiones con combustible y causó un gran fuego que destruyó toneladas de ayuda humanitaria” después que las autoridades israelíes “habían asegurado que no se lanzarían más ataques contra el complejo.” El mismo día “un obús de fósforo blanco cayó en el hospital al-Quds en Ciudad de Gaza causando también un incendio que obligó al personal del hospital a evacuar a los pacientes… El fósforo blanco, al caer sobre la piel, puede quemar profundamente a través de músculos y hasta el hueso, y sigue quemando a menos que sea privado de oxígeno.” Si son cometidos intencionalmente, o por indiferencia depravada, semejantes crímenes son inevitables si el arma es utilizada en ataques contra civiles.
Sin embargo, es un error concentrarse demasiado en las brutales violaciones de Israel de jus in bello, las leyes hechas para prohibir prácticas demasiado salvajes. La invasión misma es un crimen mucho más serio. Y si Israel hubiera infligido ese horrendo daño con arcos y flechas, seguiría siendo un acto criminal de extrema depravación.
La agresión siempre tiene un pretexto: en este caso, la paciencia de Israel se había “acabado” ante los ataques de cohetes de Hamás, como dijera Barak. El mantra repetido interminablemente es que Israel tiene derecho a usar la fuerza para defenderse. La tesis es parcialmente defendible. El disparo de los cohetes es criminal, y es verdad que un Estado tiene derecho a defenderse contra ataques criminales. Pero no se puede deducir que tenga derecho a defenderse por la fuerza.
Eso va mucho más allá de todo principio que aceptaríamos o deberíamos aceptar. Alemania nazi no tenía derecho a usar la fuerza para defenderse contra el terrorismo de los partisanos. La noche de los vidrios rotos no se justifica por el asesinato por Herschel Grynszpan de un funcionario de la embajada alemana en París. El uso de la fuerza por los británicos para defenderse contra el terror (muy real) de los colonos estadounidenses que buscaban la independencia, no era justificado, ni que aterrorizaran a los católicos irlandeses como reacción ante el terror del ERI –y el terror se acabó cuando finalmente adoptaron una política sensata de encarar los legítimos agravios. No es asunto de “proporcionalidad,” sino de selección de la acción para comenzar: ¿Hay una alternativa para la violencia?
Todo recurso a la fuerza tiene un pesado deber de la prueba, y tenemos que preguntar si puede ser cumplido en el caso del intento de Israel de aplastar toda resistencia en sus acciones criminales diarias en Gaza y en Cisjordania, donde siguen continuando inexorablemente desde hace más de 40 años. Tal vez pueda citarme a mí mismo en una entrevista en la prensa israelí sobre los planes de convergencia anunciados por Olmert para Cisjordania: “EE.UU. e Israel no toleran ninguna resistencia a esos planes, y prefieren pretender –falsamente por cierto– que ‘no existe un socio’, mientras siguen adelante con programas que vienen de largo.
Podemos recordar que se reconoce que Gaza y Cisjordania constituyen una unidad, de modo que si la resistencia a los programas de anexión-cantonización de EE.UU. e Israel es legítima en Cisjordania, también lo es en Gaza.”
El periodista palestino-estadounidense Ali Abunimah observó que “no hay cohetes lanzados hacia Israel desde Cisjordania, y sin embargo los asesinatos extrajudiciales de Israel, sus robos de tierras, los pogromos de sus colonos y los secuestros nunca se han detenido ni un solo día durante la tregua. La Autoridad Palestina de Mahmud Abas respaldada por Occidente, ha accedido a todas las demandas de Israel. Bajo el orgulloso ojo de los asesores militares de EE.UU., Abbas ha reunido ‘fuerzas de seguridad’ para combatir la resistencia por cuenta de Israel.
Nada de eso ha salvado a un solo palestino en Cisjordania de la implacable colonización de Israel – gracias al firme respaldo de EE.UU. El respetado parlamentario palestino, doctor Mustapha Barghouti agrega que después del gran espectáculo de Bush en Annapolis en noviembre de 2007, con mucha retórica edificante sobre la dedicación a la paz y la justicia, los ataques israelíes contra palestinos escalaron fuertemente, con un aumento de casi un 50% en Cisjordania, junto con un agudo aumento en los asentamientos y en los puntos de control israelíes. Obviamente, esas acciones criminales no son una respuesta a cohetes desde Gaza, aunque lo contrario podría ser el caso, sugiere plausiblemente Barghouti.
Las reacciones a los crímenes de una potencia ocupante pueden ser condenadas como criminales y políticamente estúpidas, pero los que no ofrecen ninguna alternativa no tienen una base moral para emitir semejantes juicios. La conclusión vale con fuerza particular para aquellos en EE.UU. que deciden implicarse directamente en los continuos crímenes de Israel – mediante sus palabras, sus acciones, o su silencio.
Tanto más porque existen alternativas no-violentas muy evidentes –que, sin embargo, tienen la desventaja de que impiden los programas de expansión ilegal.
Israel tiene un medio inequívoco para defenderse: poner fin a sus acciones criminales en los territorios ocupados, y aceptar el consenso internacional, existente desde hace mucho tiempo, sobre una solución de dos Estados que ha sido bloqueada por EE.UU. e Israel desde hace más de 30 años, ya que EE.UU. vetó por primera vez una resolución del Consejo de Seguridad pidiendo una solución política sobre esa base en 1976. No entraré una vez más en detalles sobre ese ignominioso historial, pero es importante percatarse de que el negacionismo de EE.UU. e Israel es hoy aún más flagrante que en el pasado. La Liga Árabe ha ido incluso más allá del consenso, pidiendo una plena normalización de las relaciones con Israel. Hamás ha pedido repetidamente una solución de dos Estados en términos del consenso internacional. Irán y Hezbolá han dejado en claro que acatarán todo acuerdo aceptado por los palestinos. Eso deja a EE.UU. e Israel en un espléndido aislamiento, no sólo en palabras.
El historial más detallado es informativo. El Consejo Nacional Palestino aceptó formalmente el consenso internacional en 1988. La reacción del gobierno de coalición de Shamir y Peres, confirmado por el Departamento de Estado de James Baker, fue que no puede haber un “Estado palestino adicional” entre Israel y Jordania –siendo este último ya un Estado palestino por dictado de EE.UU. e Israel. Los acuerdos de Oslo que siguieron dejaron de lado los potenciales derechos nacionales palestinos, y la amenaza de que pudieran ser realizados de alguna manera significativa fue sistemáticamente minada durante los años de Oslo por la continua expansión de asentamientos ilegales por Israel. La política de asentamiento fue acelerada en 2000, el último año del presidente Clinton y del primer ministro Barak, cuando tuvieron lugar negociaciones en Camp David que la tenían como trasfondo.
Después de culpar a Yasir Arafat por la ruptura de las negociaciones de Camp David, Clinton dio marcha atrás, y reconoció que las propuestas de EE.UU. e Israel eran demasiado extremistas como para ser aceptables para algún palestino. En diciembre de 2000, presentó sus “parámetros”, vagos pero más abiertos. Luego anunció que los dos lados habían aceptado los parámetros, mientras ambos expresaron reservas. Las dos partes se reunieron en Taba, Egipto, en enero de 2001 y llegaron muy cerca de un acuerdo, y podrían haberlo hecho en unos pocos días más, dijeron en un comunicado de prensa final. Pero las negociaciones fueron canceladas prematuramente por Ehud Barak. Esa semana en Taba fue la única oportunidad en más de 30 años de negacionismo de EE.UU. e Israel. No hay motivo para que esa oportunidad en el historial no pueda ser reactivada.
La versión preferida, recientemente reiterada por Ethan Bronner, es que “Muchos en el extranjero recuerdan al señor Barak como el primer ministro quien en 2000 fue más lejos que ningún otro dirigente israelí en ofertas de paz a los palestinos, sólo para que el acuerdo fracasara y estallara en un violento levantamiento palestino que lo expulsó del poder.” Es verdad que “muchos en el extranjero” creen ese engañoso cuento de hadas, gracias a lo que Bronner y muchos de sus colegas llaman “periodismo.”
Se afirma comúnmente que una solución de dos Estados es inalcanzable ahora porque si el ejército israelí tratara de sacar a los colonos, llevaría a una guerra civil. Puede que sea verdad, pero se necesita mucha más fundamentación. Sin recurrir a la fuerza para expulsar los colonos ilegales, el ejército israelí simplemente podría retirarse a cualesquiera fronteras que sean establecidas por negociaciones. Los colonos más allá de esas fronteras tendrían la alternativa de abandonar sus casas subvencionadas para volver a Israel, o permanecer bajo autoridad palestina. Lo mismo valió para el “trauma nacional” cuidadosamente escenificado en Gaza en 2005, tan transparentemente fraudulento que fue ridiculizado por los comentaristas israelíes.
Hubiera bastado que Israel anunciara que el ejército israelí se iba a retirar, y los colonos que fueron subvencionados para que gozaran de la vida en Gaza se hubieran subido tranquilamente a los camiones que les fueran suministrados y viajado a sus nuevas residencias subvencionadas en Cisjordania. Pero eso no hubiera producido trágicas fotos de niños sufrientes y de llamados apasionados de “nunca más.”
Para resumir, contrariamente a la afirmación reiterada constantemente, Israel no tiene derecho a usar la fuerza para defenderse contra cohetes de Gaza, incluso si son considerados como crímenes terroristas. Además, los motivos son transparentes.
El pretexto para lanzar el ataque carece de mérito.
Hay un tema más específico. ¿Tiene Israel alternativas pacíficas a corto plazo al uso de la fuerza como reacción a los cohetes desde Gaza? Una alternativa a corto plazo sería aceptar un cese al fuego. Algunas veces Israel lo ha hecho, aunque lo viola instantáneamente. El caso más reciente y actualmente relevante es junio de 2008. El cese al fuego especificaba la apertura de los cruces fronterizos para “permitir la transferencia de todos los bienes que estaban prohibidos y limitados en su ingreso a Gaza.” Israel aceptó formalmente, pero anunció de inmediato que no acataría el acuerdo ni abriría las fronteras hasta que Hamás liberara a Gilad Shalit, un soldado israelí capturado por Hamás en junio de 2006.
El continuo tamboreo de acusaciones sobre la captura de Shalit es, de nuevo, hipocresía flagrante, incluso dejando de lado la larga historia de secuestros israelíes. En este caso, la hipocresía no podría ser más obvia. Un día antes de que Hamás capturara a Shalit, soldados israelíes entraron a la Ciudad de Gaza y secuestraron a dos civiles, los hermanos Muammar, llevándolos a Israel para sumarlos a los miles de otros prisioneros que retienen allí, casi 1.000 sin ser acusados, según las informaciones. El secuestro de civiles es un crimen mucho más serio que la captura de un soldado de un ejército atacante, pero apenas se informó al respecto en contraste con el furor por Shalit. Y todo lo que queda en la memoria, que bloquea la paz, es la captura de Shalit, otro reflejo de la diferencia entre seres humanos y bestias de dos patas. Hay que devolver a Shalit – en un intercambio justo de prisioneros.
Después de la captura de Shalir los incesantes ataques militares de Israel contra Gaza pasaron de ser simplemente cruentos, a ser verdaderamente sádicos. Pero vale la pena recordar que incluso antes de su captura, Israel había disparado más de 7.700 obuses contra el norte de Gaza después de su retirada en septiembre, sin provocar virtualmente ningún comentario.
Después de rechazar el cese al fuego de junio de 2008 que había formalmente aceptado, Israel mantuvo su cerco. Recordaremos que un sitio es un acto de guerra.
En los hechos, Israel ha insistido siempre en un principio aún más fuerte: la obstaculización del acceso al mundo exterior, aunque no llegue a ser un sitio, es un acto de guerra, justificando una violencia masiva como reacción. La interferencia con el paso de Israel por los Estrechos de Tirán formó parte del pretexto para la invasión de Egipto por Israel (con Francia e Inglaterra) en 1956, y para su lanzamiento de la guerra de junio de 1967. El cerco de Gaza es total, no parcial, aparte de la disposición ocasional de los ocupantes de suavizarlo ligeramente. Y es mucho más dañino para los gazanos que lo que fue el cierre de los Estrechos de Tirán para Israel. Los partidarios de las doctrinas y acciones israelíes debieran por lo tanto no tener problema alguno con la justificación de los ataques con cohetes contra territorio israelí desde la Franja de Gaza.
Pero claro, de nuevo llegamos al principio anulador: Una cosa somos nosotros, otra cosa son ellos.
Israel no sólo mantuvo el sitio después de junio de 2008, sino lo hizo con extremo rigor. Incluso impidió que la UNRWA reabasteciera sus almacenes, “de modo que cuando se rompió el cese al fuego, se nos acabó el alimento para los 750.000 que dependen de nosotros,” informó el director de la UNRWA a la BBC.
A pesar del sitio israelí, el disparo de cohetes se redujo fuertemente. El cese al fuego se rompió el 4 de noviembre con un ataque israelí contra Gaza, que llevó a la muerte de 6 palestinos, y una descarga de cohetes en represalia (sin heridos). El pretexto para la incursión fue que Israel había detectado un túnel en Gaza que podría haber tenido la intención de ser utilizado para capturar a otro soldado israelí. El pretexto es transparentemente absurdo, como ha señalado una serie de comentaristas. Si hubiera existido un tal túnel, y llegado a la frontera, Israel podría haberlo clausurado fácilmente ahí mismo. Pero como de costumbre, el ridículo pretexto israelí fue considerado creíble.
¿Cuál fue el motivo de la incursión israelí? No tenemos evidencia interna sobre la planificación israelí, pero sabemos que la incursión tuvo lugar poco antes de las conversaciones programadas entre Hamás y Fatah en el Cairo orientadas a “reconciliar sus diferencias y crear un solo gobierno unificado,” informó el corresponsal británico Rory McCarthy. Iba a ser la primera reunión entre Fatah y Hamás desde la guerra civil de junio de 2007 que dejó a Hamás con el control de Gaza, y habría sido un paso importante hacia el progreso de esfuerzos diplomáticos. Existe una larga historia de provocaciones de Israel para eliminar la amenaza de diplomacia, algunas ya mencionadas. Puede haber sido otra más.
La guerra civil que dejó a Hamás con el control de Gaza es descrita comúnmente como un golpe militar de Hamás, que demuestra una vez más su naturaleza maligna. El mundo real es algo diferente. La guerra civil fue incitada por EE.UU. e Israel, en un burdo intento de un golpe militar para anular las elecciones libres que llevaron a Hamás al poder. Ha sido de conocimiento público por lo menos desde abril de 2008 cuando David Rose publicó en Vanity Fair un relato detallado y documentado de cómo Bush, Rice, y el Asesor Adjunto de Seguridad Nacional Elliott Abrams “respaldaron una fuerza armada bajo el hombre fuerte de Fatah Muhammad Dahlan, provocando una sangrienta guerra civil en Gaza y dejando a Hamás más fuerte que nunca.” El informe fue recientemente corroborado una vez más en el Christian Science Monitor (12 de enero de 2009) por Norman Olsen, quien sirvió durante 26 años en el Servicio Exterior, incluyendo cuatro años trabajando en la Franja de Gaza y cuatro años en la Embajada de EE.UU. en Tel Aviv, y que luego pasó a ser coordinador asociado para contraterrorismo en el Departamento de Estado. Olsen y su hijo detallan las artimañas del Departamento de Estado con el propósito de asegurar que su candidato, Abbas, ganara en las elecciones de enero de 2006 –en cuyo caso hubiera sido saludado como un triunfo de la democracia. Después del fracaso del amaño de las elecciones, se pasó a castigar a los palestinos y a armar una milicia dirigida por el hombre fuerte de Fatah, Muhammad Dahlan, pero “los matones de Dahlan actuaron demasiado pronto” y un ataque preventivo de Hamás debilitó el intento de golpe, llevando a medidas de EE.UU. e Israel mucho más duras para castigar a la gente desobediente de Gaza. La línea oficial es más aceptable.
Después que Israel rompió el cese al fuego de junio de 2008 (tal como era) en noviembre, el cerco fue reforzado aún más, con consecuencias aún más desastrosas para la población. Según Sara Roy, destacada especialista académica sobre Gaza: “El 5 de noviembre, Israel selló todos los puntos de cruce hacia Gaza, reduciendo fuertemente y a veces negando suministros de alimentos, medicinas, combustible, gas de cocina, y repuestos para sistemas de agua de y alcantarillado…” Durante noviembre, un promedio de 4,6 camiones con alimentos por día entró a Gaza desde Israel, en comparación con un promedio de 123 camiones por día en octubre. Se ha denegado el ingreso de repuestos para la reparación y mantenimiento de equipos relacionados con el agua durante más de un año. La Organización Mundial de la Salud acaba de informar que la mitad de las ambulancias de Gaza están averiadas actualmente” –y el resto no tardó en convertirse rápidamente en objetivos para los ataques israelíes. La única planta eléctrica de Gaza fue obligada a suspender su operación por falta de combustible, y no pudo recomenzar porque necesitaba repuestos, que habían estado en el puerto israelí de Ashdod durante 8 meses. La escasez de electricidad produjo un aumento de un 300% de los casos de quemaduras en el hospital Shifaa en la Franja de Gaza, como resultado de esfuerzos por encender fuegos de leña. Israel prohibió los envíos de cloro, de modo que a mediados de diciembre el acceso al agua en la Ciudad de Gaza y en el norte fue limitado a seis horas cada tres días. Las consecuencias humanas son incontables entre las víctimas palestinas del terror israelí.
Después del ataque israelí del 4 de noviembre, ambos lados escalaron la violencia (todos los muertos fueron palestinos) hasta que el cese al fuego terminó formalmente el 19 de diciembre, y el primer ministro Olmert autorizó la invasión hecha y derecha.
Unos pocos días antes, Hamás había propuesto la vuelta al acuerdo de cese al fuego de julio, que Israel no había respetado. El historiador y ex alto responsable del gobierno de Carter, Robert Pastor, transmitió la propuesta a un “alto oficial” del ejército israelí, pero Israel no respondió. El jefe de Shin Bet, la agencia de seguridad interior de Israel, fue citado por fuentes israelíes el 21 de diciembre diciendo que Hamás estaba interesado en continuar la “calma” con Israel, mientras su ala militar continuaba sus preparativos para un conflicto.
“Evidentemente había una alternativa para el enfoque militar a la detención de los cohetes,” dijo Pastor, refiriéndose al tema limitado de Gaza. También existía una alternativa más trascendental, que es poco discutida: es decir, que se aceptara un acuerdo político que incluyera todos los territorios ocupados.
El corresponsal diplomático sénior de Israel Akiva Eldar informa que poco antes de que Israel lanzara su invasión generalizada el sábado 27 de diciembre, “el jefe del politburó de Hamás, Khaled Meshal anunció en el sitio de Internet Iz al-Din al-Qassam que estaba dispuesto no sólo a un “cese de la agresión” –proponía que se volviera al acuerdo en el cruce de Rafah de 2005, antes de que Hamás ganara las elecciones y posteriormente se hiciera cargo de la región. El acuerdo era que el cruce fuera administrado en conjunto por Egipto, la Unión Europea, la presidencia de la Autoridad palestina y Hamás,” y como señalado anteriormente, llamaba a abrir los cruces para suministros necesitados desesperadamente.
Una afirmación estándar de los apólogos más vulgares de la violencia israelí es que en el caso del actual ataque, “como en tantos otros casos en el pasado medio siglo –la Guerra del Líbano de 1982, la reacción de ‘Puño de Hierro’ a la Intifada de 1988, la Guerra del Líbano de 2007– los israelíes han reaccionado a actos intolerables de terror con una determinación de infligir terrible dolor, de darle una lección al enemigo” (editor del New Yorker David Remnick). La invasión de 2006 sólo puede ser justificada sobre la base de un cinismo sobrecogedor, como ya fue mencionado. La referencia a la cruel reacción a la Intifada de 1988 es demasiado depravada para llegar a discutirla; una interpretación comprensiva hablaría de una ignorancia sorprendente. Pero la afirmación de Remnick sobre la invasión de 1982 es bastante común, una proeza notable de incesante propaganda, que merece unos pocos recuerdos.
Incontrovertiblemente, la frontera entre Israel y el Líbano estuvo tranquila durante un año antes de la invasión israelí, por lo menos desde el Líbano hacia Israel, del norte al sur. Durante ese año, la OLP observó escrupulosamente un cese al fuego iniciado por EE.UU., a pesar de constantes provocaciones israelíes, incluidos bombardeos con numerosas víctimas civiles, que presumiblemente tenían la intención de provocar alguna reacción que pudiera ser utilizada para justificar la invasión cuidadosamente planificada por Israel. Lo mejor que Israel pudo lograr fueron dos reacciones simbólicas ligeras. Luego invadió con un pretexto demasiado absurdo para ser tomado en serio.
La invasión no tuvo precisamente nada que ver con “intolerables actos de terror,” aunque tuvo que ver con intolerables actos: de diplomacia. Eso nunca ha sido poco conocido. Poco después del inicio de la invasión respaldada por EE.UU., el principal especialista académico sobre los palestinos de Israel, Yehoshua Porath –que no tiene nada de paloma– escribió que el éxito de Arafat al mantener el cese al fuego constituyó “una verdadera catástrofe ante los ojos del gobierno israelí,” ya que allanaba el camino a un acuerdo político. El gobierno esperaba que la OLP recurriera al terrorismo, debilitando la amenaza de que fuera “un legítimo socio en negociaciones para futuras acomodaciones políticas.”
Los hechos fueron bien entendidos en Israel, y no ocultados. El primer ministro Yitzhak Shamir declaró que Israel fue a la guerra porque existía “un terrible peligro… No tanto militar sino político,” llevando al excelente satírico israelí B. Michael a escribir que “la débil excusa de un peligro militar o de un peligro para Galilea ha muerto,” “Hemos eliminado el peligro político” acatando primero, a tiempo; ahora, “Gracias a Dios, no hay nadie con quien hablar.” El historiador Benny Morris reconoció que la OLP había observado el cese al fuego, y explicó que “la inevitabilidad de la guerra se basaba en la OLP como amenaza política para Israel y para el control de Israel sobre los territorios ocupados.” Otros han reconocido francamente los hechos indiscutibles.
En una artículo de opinión de primera plana sobre la última invasión de Gaza, el corresponsal del New York Times, Steven Lee Meyers, escribe que “En cierto modo, los ataques de Gaza recuerdan el juego que arriesgó Israel, y en gran parte perdió, en el Líbano en 1982 [cuando] lo invadió para eliminar la amenaza de las fuerzas de Yasir Arafat.” Correcto, pero no en el sentido que él piensa. En 1982, como en 2008, era necesario amenazar la amenaza de un acuerdo político.
La esperanza de los propagandistas israelíes era que los intelectuales y los medios occidentales se tragaran el cuento de que Israel reaccionó a una lluvia de cohetes contra Galilea, “intolerables actos de terror.” Y no han sido desilusionados.
No es que Israel no quiera paz: todos quieren paz, incluso Hitler. La cuestión es: ¿bajo qué condiciones? Desde sus orígenes el movimiento sionista ha comprendido que para lograr sus objetivos, la mejor estrategia sería demorar un acuerdo político, mientras lentamente creaba hechos consumados en el terreno. Incluso los acuerdos ocasionales como en 1947, fueron reconocidos por la dirigencia como pasos temporales hacia una expansión ulterior. La guerra del Líbano de 1982 fue un dramático ejemplo del desesperado miedo a la diplomacia. Fue seguida por el apoyo israelí a Hamás a fin de debilitar a la OLP secular y sus irritantes iniciativas de paz. Otro caso que debiera ser familiar son las provocaciones israelíes antes de la guerra de 1967 con el fin de provocar una reacción siria que pudiera ser utilizada como pretexto para la violencia y para apoderarse de más tierras –por lo menos en un 80% de los incidentes, según el Ministro de Defensa Moshe Dayan.
El asunto viene de lejos. La historia oficial de la Haganá, la fuerza militar judía anterior al Estado, describe el asesinato en 1924del poeta religioso judío Jacob de Haan, acusado de conspirar con la comunidad judía tradicional (la antigua Yishuv) y el Alto Comité Árabe contra los nuevos inmigrantes y su iniciativa de asentamientos. Y desde entonces ha habido numerosos ejemplos.
El esfuerzo por retardar la acomodación política siempre ha tenido un sentido perfecto, como las mentiras que lo acompañan sobre cómo “no existe un socio para la paz.” Cuesta pensar de otra manera de apoderarse de tierras si no eres bienvenido.
Motivos similares subyacen la preferencia de Israel por la expansión por sobre la seguridad. Su violación del cese al fuego del 4 de noviembre de 2009 es uno de muchos ejemplos recientes.
Una cronología de Amnistía Internacional informa que el cese al fuego de junio de 2008 había “logrado enormes mejoras en la calidad de vida en Sderot y otras aldeas israelíes cerca de Gaza, donde antes del cese al fuego los residentes vivían en el temor del próximo ataque palestino con cohetes. Sin embargo, cerca de ahí, en la Franja de Gaza, subsiste el bloqueo israelí y la población ha visto hasta ahora pocos dividendos del cese al fuego.” Pero los logros para la seguridad de las localidades israelíes cerca de Gaza son evidentemente sobrepasados por la necesidad sentida de disuadir de acciones diplomáticas que pudieran impedir la expansión de Cisjordania, y de aplastar toda resistencia restante dentro de Palestina.
La preferencia por la expansión por sobre la seguridad ha sido particularmente evidente desde la aciaga decisión de Israel en 1971, respaldada por Henry Kissinger, de rechazar un tratado total de paz del presidente Sadat de Egipto, sin ofrecer nada a los palestinos – un acuerdo que EE.UU. tuvo que aceptar en Camp David ocho años después, después de una guerra mayor que fue casi un desastre para Israel. Un tratado de paz con Egipto habría terminado cualquier amenaza importante para la seguridad, pero había un quid pro quo inaceptable: Israel hubiera tenido que abandonar sus amplios programas de asentamientos en el noreste del Sinaí. La seguridad era una prioridad menos importante que la expansión, y lo sigue siendo.
Evidencia sustancial para esta conclusión básica es suministrada en un estudio magistral de la seguridad y política exterior de Israel de Zeev Maoz, “Defending the Holy Land.”
Actualmente, Israel podría tener seguridad, normalización de relaciones, e integración a la región. Pero es muy obvio que prefiere la expansión ilegal, el conflicto, y el ejercicio repetido de la violencia, acciones que no sólo son criminales, asesinas y destructivas sino que erosionan su propia seguridad a largo plazo. El especialista militar y en Oriente Próximo estadounidense, Andrew Cordesman, escribe que mientras la fuerza militar de Israel puede seguramente aplastar a la indefensa Gaza, “ni Israel ni EE.UU. pueden ganar con una guerra que produce una reacción [amarga] de una de las voces más sabias y moderadas en el mundo árabe, el príncipe Turki al-Faisal de Arabia Saudí, quien dijo el 6 de enero que 'El gobierno de Bush ha dejado [a Obama] un legado repugnante y una posición temeraria hacia las masacres y el derramamiento desangre de inocentes en Gaza… Basta ya, hoy somos todos palestinos y buscamos el martirologio por Dios y por Palestina, siguiendo a los que murieron en Gaza'."
Una de las voces más sabias en Israel, Uri Avnery, escribe que después de una victoria militar israelí: “Lo que quedará marcado a fuego en la conciencia del mundo será la imagen de Israel como un monstruo manchado de sangre, listo en todo momento a cometer crímenes de guerra y no dispuesto a acatar ninguna limitación moral. Esto tendrá severas consecuencias para nuestro futuro a largo plazo, nuestra reputación ante el mundo, nuestra posibilidad de lograr la paz y la tranquilidad. A la larga, esta guerra es también un crimen contra nosotros mismos, un crimen contra el Estado de Israel.”
Hay buenos motivos para creer que tiene razón. Israel se está convirtiendo deliberadamente en lo que posiblemente sea el país más odiado del mundo, y también está perdiendo la lealtad de la población de Occidente, incluidos los judíos estadounidenses más jóvenes, quienes probablemente no toleren durante mucho tiempo sus persistentes y horribles crímenes. Hace decenios, escribí que los que se llaman a sí mismos “partidarios de Israel” son en realidad partidarios de su degeneración moral y su problema destrucción en última instancia. Lamentablemente, ese criterio parece más y más plausible.
Mientras tanto observamos en silencio un evento raro en la historia. Lo que el difunto sociólogo israelí Baruch Kimmerling llamó "politicidio," el asesinato de una nación –a nuestras manos.
URL: http://www.zcommunications.org/znet/viewArticle/20316
Tomado de: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=79736
Noam Chomsky sobre Israel y Gaza en Youtube (en ingles):
http://www.youtube.com/watch?v=30X2tYUGK_8
http://www.youtube.com/watch?v=0DqgVHn7TiQ&feature=related
“Exterminad a todas las bestias”
Noam Chomsky
Znet
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El sábado 27 de diciembre, EE.UU. e Israel lanzaron su mayor ataque contra indefensos palestinos. El ataque había sido meticulosamente planificado, durante más de 6 meses según la prensa israelí. La planificación tuvo dos componentes: militares y propagandísticos. Se basó en las lecciones de la invasión del Líbano por Israel en 2006 que fue considerada como mal planificada y mal publicitada. Podemos, por lo tanto, estar bastante seguros que de que lo que se hizo y dijo fue pre-planificado e intencional.
Eso seguramente incluye la oportunidad del ataque: poco antes de mediodía, cuando los niños volvían de las escuelas y la gente se acumulaba en las calles de la densamente poblada Ciudad de Gaza. Sólo costó unos pocos minutos para matar a más de 225 personas y herir a 700, un comienzo auspicioso para la matanza masiva de civiles indefensos atrapados en una pequeña jaula sin tener a dónde huir.
En su retrospectiva “Desglose de los logros de la Guerra de Gaza,” el corresponsal del New York Times, Ethan Bronner citó lo siguiente como uno de sus logros más significativos. Israel calculó que sería ventajoso si parecía “volverse loco,” causando un terror vastamente desproporcionado, una doctrina que se remonta a los años cincuenta. “Los palestinos en Gaza captaron el mensaje el primer día,” escribió Bronner, “cuando los aviones de guerra israelíes atacaron simultáneamente numerosos objetivos en medio de un sábado por la mañana. Unos 200 fueron muertos instantáneamente, horrorizando a Hamás y por cierto a toda Gaza.” La táctica de “volverse loco” parece haber sido exitosa. Bronner concluyó que: existen “limitadas indicaciones de que la gente de Gaza sintió un tal dolor por esta guerra que tratará de controlar a Hamás,” el gobierno elegido. Es otra antigua doctrina de terror estatal. No recuerdo, a propósito, la retrospectiva del Times “Desglose de los logros de la Guerra de Chechenia,” aunque los logros fueron grandes.
La meticulosa planificación también incluyó presumiblemente la terminación del ataque, programado cuidadosamente para que tuviera lugar justo antes de la investidura, para minimizar la (remota) amenaza de que Obama tuviera algo crítico que decir sobre esos depravados crímenes apoyados por EE.UU.
Dos semanas después del comienzo del ataque durante el Sabbat, cuando gran parte de Gaza había sido convertida en escombros y la cantidad de víctimas mortales se acercaba a las 1.000, la agencia de la ONU UNRWA, de la que depende la mayoría de los gazanos para sobrevivir, anunció que los militares israelíes rehusaban permitir cargamentos de ayuda para Gaza, diciendo que los cruces estaban cerrados por ser Sabbat. Para honorar el día sagrado, había que negar alimentos y medicinas a los palestinos al límite de la supervivencia, pero cientos pueden ser masacrados ese mismo día por bombarderos jet y helicópteros estadounidenses.
Esta doble manera de observar rigurosamente el Sabbat atrajo poca, si alguna, atención. Tiene sentido. En los anales de la criminalidad estadounidense-israelí, una tal crueldad y cinismo apenas merecen más que una nota al pie. Son demasiado familiares. Para citar un paralelo relevante: en junio de 1982, la invasión israelí del Líbano respaldada por EE.UU. comenzó con el bombardeo de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, que después de hicieron famosos como el lugar de terribles masacres supervisadas por el ejército israelí (Fuerzas de ‘Defensa’ Israelíes–ejército israelí). El bombardeo alcanzó el hospital local –el hospital Gaza [en Sabra, N. del T.]– y mató a más de 200 personas, según el informe de un testigo presencial, un especialista académico estadounidense en Oriente Próximo. La matanza fue el acto inicial de una invasión que mató entre 15.000 y 20.000 personas y destruyó gran parte del sur del Líbano y Beirut, que procedió con un crucial apoyo militar y diplomático de EE.UU. Este incluyó vetos de resoluciones del Consejo de Seguridad que trataron de detener la criminal agresión que fue emprendida, como apenas fue ocultado, para defender a Israel de la amenaza de una solución política pacífica, contrariamente a muchas patrañas convenientes sobre el sufrimiento de los israelíes bajo intensos disparos de cohetes, una fantasía de apólogos.
Todo esto es normal, y discutido de modo bastante abierto por altos responsables israelíes. Hace treinta años el Jefe de Estado Mayor, Mordechai Gur, observó que desde 1948 “hemos estado luchando contra una población que vive en aldeas y ciudades. Como resumiera sus observaciones el más destacado analista militar de Israel, Zeev Schiff: “el ejército israelí siempre ha atacado a poblaciones civiles, intencional y conscientemente… el ejército, dijo, nunca ha distinguido objetivos civiles [de militares]… [pero] atacó a propósito objetivos civiles.” Los motivos fueron explicados por el distinguido estadista Abba Eban: “existía una perspectiva racional, que fue cumplida en última instancia, que afectaba a poblaciones que ejercerían presión por el cese de hostilidades.” El efecto, como bien lo entendía Eban, sería permitir que Israel implementara, sin ser molestado, sus programas de expansión ilegal y dura represión. Eban estaba comentando sobre un estudio de ataques del gobierno laborista contra civiles por el primer ministro Begin, presentando un cuadro, dijo Eban, “de un Israel que inflige desenfrenadamente toda medida posible de muerte y angustia a poblaciones civiles en un estado de ánimo reminiscente de regímenes que ni el señor Begin ni yo nos atreveríamos a mencionar por su nombre.” Eban no disputó los hechos estudiados por Begin, pero lo criticó por declararlos en público. Tampoco preocupó a Eban, o a sus admiradores, que su propugnación de un masivo terror estatal también sea reminiscente de regímenes que no se atrevía a mencionar por su nombre.
La justificación del terror estatal por Eban es considerada por lo persuasiva por autoridades respetadas. Mientras continuaba el actual ataque de EE.UU. e Israel, el columnista del Times, Thomas Friedman, explicó que las tácticas de Israel tanto en el actual ataque y en su invasión del Líbano en 2006 se basan en el sano principio de “tratar de ‘educar’ a Hamás, infligiendo un fuerte número de víctimas mortales a militantes de Hamás y un fuerte dolor a la población de Gaza.” Eso tiene sentido sobre una base pragmática, como lo tuvo en el Líbano, donde “la única fuente de disuasión a largo plazo fue infligir suficiente dolor a los civiles – a las familias y empleadores de los militantes – para contener a Hezbolá en el futuro.” Y por una lógica similar, el esfuerzo de bin Laden por “educar” a los estadounidenses el 11-S fue altamente digno de elogio, como los ataques nazis contra Lídice y Oradour, la destrucción de Grozny por Putin, y otros notables intentos de “educación.”
Israel se ha esforzado por dejar en claro su dedicación a esos principios guía. El corresponsal del New York Times, Stephen Erlanger, informa que los grupos de derechos humanos israelíes están “inquietos por los ataques israelíes contra edificios que creen que debieran ser clasificados como civiles, como el parlamento, estaciones de policía y el palacio presidencial” – y, podríamos agregar, aldeas, casas, campos de refugiados densamente poblados, sistemas de agua y alcantarillado, hospitales, escuelas y universidades, mezquitas, instalaciones de ayuda de la ONU, ambulancias, y por cierto todo lo que pudiera aliviar el dolor de las indignas víctimas. Un alto oficial de inteligencia israelí explicó que el ejército israelí atacaron “ambos aspectos de Hamás – su ala de resistencia o militar y su dawa, o ala social,” este último un eufemismo para la sociedad civil. “Argumentó que Hamás era todo de una pieza,” continúa Erlanger, “y en una guerra sus instrumentos de control político y social son un objetivo tan legítimo como sus escondites de cohetes.” Erlanger y sus editores no agregan ningún comentario sobre la propugnación abierta, y práctica, del terrorismo masivo contra civiles, aunque corresponsales y columnistas señalizan su tolerancia o incluso propugnación explícita de crímenes de guerra, como señalado. Pero ajustándose a la norma, Erlanger no deja de subrayar que los ataques con cohetes de Hamás son “una obvia violación del principio de discriminación y se ajustan a la definición clásica del terrorismo.”
Como otros familiarizados con la región, el especialista en Oriente Próximo, Fawwaz Gerges, observa que “Lo que funcionarios israelíes y sus aliados estadounidenses no aprecian es que Hamás no es sólo una milicia armada sino un movimiento social con una amplia base popular que está profundamente arraigado en la sociedad.” De ahí que cuando realizan sus planes para destruir el “ala social” de Hamás, estén apuntando a destruir la sociedad palestina.
Puede que Gerges sea demasiado benévolo. Es muy poco probable que funcionarios israelíes y estadounidenses –o los medios y otros comentaristas– no aprecien esos hechos. Más bien, adoptan implícitamente la perspectiva tradicional de los que monopolizan los medios de violencia: nuestro puño de hierro puede aplastar toda oposición, y si nuestro furioso ataque resulta en numerosas víctimas civiles, todo sea por bien: tal vez los que queden serán adecuadamente educados.
Los oficiales del ejército israelí comprenden claramente que están aplastando a la sociedad civil. Ethan Bronner cita a un coronel israelí que dice que él y sus hombres no están muy “impresionados por los combatientes de Hamás.” “Son aldeanos con rifles,” dijo un artillero en un vehículo blindado para el transporte de tropas.
Se parecen a las víctimas de las asesinas operaciones de “puño de hierro” del ejército israelí en el sur del Líbano ocupado en 1985, dirigidas por Shimon Peres, uno de los grandes comandantes terroristas de la era de la “Guerra contra el Terror” de Reagan. Durante esas operaciones comandantes y analistas estratégicos israelíes explicaron que las víctimas eran “aldeanos terroristas,” difíciles de erradicar porque “esos terroristas operan con el apoyo de la mayor parte de la población local.” Un comandante israelí se quejó de que “el terrorista… tiene aquí muchos ojos, porque vive aquí,” mientras el corresponsal militar del Jerusalem Post describió los problemas que enfrentan las fuerzas israelíes en el combate contra el “mercenario terrorista,” “fanáticos, todos los cuales están suficientemente dedicados a sus causas para seguir corriendo el riesgo de ser muertos mientras realizan ataques contra el ejército israelí,” que deben “mantener el orden y la seguridad” en el sur del Líbano ocupado a pesar “del precio que tienen que pagar los habitantes.” El problema ha sido familiar para los estadounidenses en Vietnam del Sur, para los rusos en Afganistán, para los alemanes en Europa ocupada, y para otros agresores que están implementando la doctrina Gur-Eban-Friedman.
Gerges cree que el terror estatal estadounidense-israelí fracasará: Hamás, escribe, “no puede ser eliminado sin masacrar a medio millón de palestinos. Si Israel logra matar a altos dirigentes de Hamás, una nueva generación, más radical que la presente, los reemplazará rápidamente. Hamás es una realidad. No va a desaparecer, y no alzará la bandera blanca no importa cuántas bajas sufra.”
Tal vez, pero siempre hay una tendencia a subestimar la eficacia de la violencia. Es particularmente extraño que una tal creencia sea mantenida en EE.UU. ¿Para qué estamos aquí?
Hamás es descrito regularmente como “Hamás, respaldado por Irán, que está dedicado a la destrucción de Israel.” Será difícil encontrar algo como “Hamás, democráticamente elegido, que hace tiempo que pide una solución de dos Estados de acuerdo con el consenso internacional” –bloqueada desde hace más de 30 años por EE.UU. e Israel, que rechazan de plano y explícitamente el derecho de los palestinos a la autodeterminación. Todo es verdad, pero no es una contribución útil a la línea oficial, por lo tanto es desechable.
Detalles como los mencionados anteriormente, aunque menores, nos enseñan a pesar de todo algo sobre nosotros mismos y nuestros clientes. Así lo hacen otros. Para mencionar otro, cuando comenzó el último ataque de EE.UU. e Israel contra Gaza, un pequeño barco, el Dignity, iba en camino de Chipre a Gaza. Los doctores y activistas de derechos humanos a bordo querían violar el criminal bloqueo de Israel y llevar suministros médicos a la población atrapada. El barco fue interceptado en aguas internacionales por navíos israelíes, que lo embistieron severamente, y casi lo hundieron, aunque logró arrastrarse hasta el Líbano. Israel emitió las mentiras de rutina, refutadas por los periodistas y pasajeros a bordo, incluidos el corresponsal de CNN Karl Penhaul y la ex congresista de EE.UU. y candidata presidencial del Partido Verde, Cynthia McKinney. Es un crimen serio –mucho peor, por ejemplo, que secuestrar barcos frente a la costa de Somalia. Apenas recibió atención en los medios. La aceptación tácita de semejantes crímenes refleja el entendimiento de que Gaza es territorio ocupado, y que Israel tiene derecho a mantener su cerco, incluso autorizado por los guardianes del orden internacional para realizar crímenes en alta mar para implementar sus programas de castigar a la población civil por desobedecer sus órdenes –bajo pretextos a los que volvemos, casi universalmente aceptados pero evidentemente inadmisibles.
La falta de atención de nuevo tiene sentido. Durante décadas, Israel ha estado secuestrando barcos en aguas internacionales entre Chipre y el Líbano, matando o secuestrando pasajeros, llevándolos a veces a prisiones en Israel, con cámaras de tortura en cárceles secretas, para retenerlos como rehenes durante muchos años. Ya que las prácticas son rutinarias, ¿por qué iban a tratar el nuevo crimen con más que un bostezo? Chipre y el Líbano reaccionaron de modo muy diferente, ¿pero qué importancia tienen en el contexto actual?
¿A quién le interesa, por ejemplo, si los editores del Daily Star, del Líbano, generalmente pro-occidental, escriben que “cerca de 1,5 millones de personas en Gaza son sometidas al ministerio asesino de una de las maquinarias militares más avanzadas tecnológicamente, pero moralmente retrógradas del mundo? A menudo se sugiere que los palestinos se han convertido para el mundo árabe en lo que los judíos fueron en la Europa previa a la Segunda Guerra Mundial, y existe una cierta verdad en esa interpretación. Cuán repugnantemente adecuado, por lo tanto, que exactamente como los europeos y norteamericanos miraron para otro lado cuando los nazis perpetraban el Holocausto, los árabes encuentren una manera de no hacer nada mientras los israelíes matan a niños palestinos.” Tal vez el más vergonzoso de los regímenes árabes es la brutal dictadura egipcia, beneficiaria de la mayor ayuda militar de EE.UU., aparte de Israel.
Según la prensa libanesa, Israel, todavía “rapta rutinariamente a civiles libaneses del lado libanés de la Línea Azul [la frontera internacional] el caso más reciente en diciembre de 2008.” Y, claro está, “aviones israelíes violan a diario el espacio aéreo libanés en violación de la Resolución 1701 de la ONU” (el experto libanés Amal Saad-Ghorayeb, Daily Star, 13 de enero). Eso también ha estado ocurriendo desde hace mucho tiempo. Al condenar la invasión del Líbano por Israel en 2006, el destacado analista estratégico israelí, Zeev Maoz, escribió en la prensa israelí que “Israel ha violado el espacio aéreo libanés realizando misiones de reconocimiento aéreo casi cada día desde su retirada del sur del Líbano hace seis años. Es verdad, esos sobrevuelos no causaron víctimas libanesas, pero una violación de una frontera es una violación de una frontera. Aquí también, Israel no tiene una razón moral superior.” Y en general, no existe una base para el “consenso total en Israel de que la guerra contra Hezbolá en el Líbano es una guerra justa y moral,” un consenso “basado en una memoria selectiva y a corto plazo, en una visión del mundo introvertida, y en dobles raseros. No es una guerra justa, el uso de la fuerza es excesivo e indiscriminado, y el objetivo final es la extorsión.”
Como Maoz también recuerda a sus lectores israelíes que los sobrevuelos con retumbos ultrasónicos para aterrorizar a los libaneses constituyen el menor crimen israelí en el Líbano, incluso aparte de sus cinco invasiones desde 1978. “El 28 de julio de 1988, Fuerzas Especiales israelíes raptaron al jeque Obeid, y el 21 de mayo de 1994, Israel raptó a Mustafa Dirani, quien fue responsable por la captura del piloto israelí Ron Arad [mientras éste estaba bombardeando el Líbano en 1986]. Israel los retuvo en prisión junto con otros 20 libaneses, que fueron capturados bajo circunstancias no reveladas, durante largos períodos sin proceso. Fueron retenidos como “cartas de cambio” humanas. Al parecer, el secuestro de israelíes con la intención de intercambiar prisioneros es moral reprensible, y militarmente castigable cuando Hezbolá realiza el secuestro, pero no si Israel hace lo mismo,” y en una escala mucho mayor y durante muchos años.
Las prácticas regulares de Israel son importantes incluso fuera de lo que revelan sobre la criminalidad israelí y el apoyo occidental del que goza. Como indica Maoz, esas prácticas subrayan la redomada hipocresía de la afirmación estándar de que Israel tuvo el derecho de invadir de nuevo el Líbano en 2006 cuando dos soldados fueron capturados en la frontera, la primera acción a través de la frontera de Hezbolá en los seis años desde la retirada de Israel del sur del Líbano, que ocupaba en violación de las órdenes del Consejo de Seguridad de 22 años antes, mientras que Israel violó impunemente casi a diario la frontera durante seis años, y aquí se guarda silencio.
La hipocresía es, de nuevo, rutina. Por lo tanto, Thomas Friedman, cuando explica cómo las especies inferiores tienen que ser “educadas” mediante la violencia terrorista, escribe que la invasión israelí del Líbano en 2006, destruyendo una vez más gran parte del sur del Líbano y de Beirut mientras mataba a otros 1.000 civiles, fue un justo acto de autodefensa, como reacción al crimen de Hezbolá de “lanzar una guerra no provocada a través de la frontera entre Israel y el Líbano reconocida por la ONU, después que Israel se había retirado unilateralmente del Líbano.” Dejando de lado el engaño, por la misma lógica, ataques terroristas contra israelíes que son mucho más destructivos y asesinos que cualesquiera que hayan tenido lugar, serían plenamente justificados como reacción a las prácticas criminales de Israel en el Líbano y en alta mar, que exceden ampliamente el crimen de Hezbolá de capturar a dos soldados en la frontera. El veterano especialista en Oriente Próximo del New York Times seguramente sabe de esos crímenes, por lo menos si lee su propio periódico: por ejemplo, el párrafo 18 de una historia sobre el intercambio de prisioneros en noviembre de 1983 que señala, de pasada, que 37 de los prisioneros árabes “habían sido capturados recientemente por la Armada Israelí mientras trataban de viajar de Chipre a Trípoli,” al norte de Beirut.
Desde luego todas las conclusiones semejantes sobre acciones apropiadas contra los ricos y poderosos se basan en un error fundamental. Una cosa somos nosotros, otra cosa son ellos. Ese principio crucial, profundamente arraigado en la cultura occidental, basta para debilitar hasta la analogía más precisa y el razonamiento más impecable.
Al escribir estas líneas, otro barco va en camino de Chipre a Gaza, “llevando suministros médicos urgentemente necesitados en cajas selladas, controladas por la Aduana en el Aeropuerto Internacional de Larnaca y en el Puerto de Larnaca,” informan los organizadores. Los pasajeros incluyen a miembros del Parlamento Europeo y médicos. Israel ha sido notificado de su propósito humanitario. Con suficiente presión popular, podrían realizar su misión en paz.
Los nuevos crímenes que EE.UU. e Israel han estado cometiendo en Gaza en las últimas semanas no se ajustan fácilmente a cualquier categoría estándar –excepto por lo familiar; sólo he dado algunos ejemplos, y volveré a otros. Literalmente, los crímenes caen bajo la definición oficial de “terrorismo” del gobierno de EE.UU., pero esa designación no captura su enormidad. No pueden ser llamados “agresión” porque son realizados en territorio ocupado, como concede tácitamente EE.UU. En su exhaustiva historia erudita del asentamiento israelí en los territorios ocupados, “Lords of the Land,” [Señores de la Tierra] Idit Zertal y Akiva Eldar señalan que después que Israel retiró sus fuerzas de Gaza en agosto de 2005, el territorio arruinado no fue liberado “ni por un solo día de la sujeción militar de Israel o del precio por la ocupación que los habitantes pagan cada día… Israel dejó tras de sí tierra arrasada, servicios devastados, y gente sin presente ni futuro.
Los asentamientos fueron destruidos en una acción innoble de un ocupante incivil que en los hechos sigue controlando el territorio y mata y acosa a sus habitantes mediante su formidable poderío militar” –ejercido con extremo salvajismo, gracias al firme apoyo y participación de EE.UU.
El ataque estadounidense-israelí contra Gaza escaló en enero de 2006, unos pocos meses después de la retirada formal, cuando los palestinos cometieron un crimen verdaderamente atroz: votaron “incorrectamente” en una elección libre. Como otros, los palestinos aprendieron que uno no desobedece impunemente las órdenes del Amo, que sigue parloteando de su “ansia de democracia,” sin evocar el ridículo en las clases educadas, otro logro impresionante.
Ya que los términos “agresión” y “terrorismo” son inadecuados, se necesita alguna expresión nueva para la tortura sádica y cobarde de un pueblo atrapado sin posibilidad alguna de escape, mientras es convertido en polvo por los productos más sofisticados de la tecnología militar de EE.UU. –utilizada en violación del derecho internacional e incluso estadounidense, pero para quienes se han autoproclamado Estados fuera de la ley, es sólo un tecnicismo menor. También es un tecnicismo menor el hecho de que el 31 de diciembre, mientras gazanos aterrorizados buscaban desesperadamente refugio del implacable ataque, Washington haya contratado un barco alemán para transportar de Grecia a Israel un inmenso embarque: 3.000 toneladas, de “munición” no identificada. El nuevo embarque “viene después del contrato de un navío mercante para llevar un envío mucho mayor de armamento en diciembre de EE.UU. a Israel antes de los ataques aéreos en la Franja de Gaza,” informó Reuters. Todo esto es aparte de los más de 21.000 millones de dólares en ayuda militar de EE.UU. suministrada por el gobierno de Bush a Israel, casi en su totalidad subsidios. “La intervención de Israel en la Franja de Gaza ha sido impulsada en gran parte por armas suministradas por EE.UU., pagadas con dineros públicos de EE.UU.,” dijo una información de la New America Foundation, que monitorea el tráfico de armas. El nuevo embarque fue obstaculizado por la decisión del gobierno griego de prohibir el uso de cualquier puerto en Grecia “para el abastecimiento del ejército israelí.”
La reacción de Grecia ante los crímenes israelíes respaldados por EE.UU. es bastante diferente de la cobarde actitud de los dirigentes de la mayor parte de Europa. La distinción revela que Washington puede haber sido bastante realista al considerar a Grecia como parte de Oriente Próximo, no Europa, hasta el derrocamiento de la dictadura fascista respaldada por EE.UU. en 1974. Tal vez Grecia sea demasiado civilizada para ser parte de Europa.
Si hubiera alguien que pensara que la oportunidad de las entregas de armas a Israel es extraña, e indagara más, el Pentágono tiene una respuesta: el embarque arribaría demasiado tarde para escalar el ataque contra Gaza, y el equipo militar, sea lo que sea, debe ser pre-posicionado en Israel para su eventual uso por las fuerzas armadas de EE.UU. Puede que sea exacto. Uno de los numerosos servicios que Israel rinde a su patrón es suministrarle una valiosa base militar en la periferia de los mayores recursos de energía del mundo. Por ello puede servir como una base avanzada para agresión estadounidense –o para utilizar términos técnicos, para “defender el Golfo” y “asegurar estabilidad.”
El inmenso flujo de armas a Israel sirve muchos propósitos subsidiarios. El analista de política de Oriente Próximo, Mouin Rabbani, observa que Israel puede probar armas recientemente desarrolladas contra objetivos indefensos. Es de valor para Israel y para EE.UU. ‘de doble valor, de hecho, porque versiones menos efectivas de esos mismos sistemas de armas son subsiguientemente vendidas a precios enormemente inflados a Estados árabes, que efectivamente subvencionan la industria de armamentos de EE.UU. y las donaciones militares de EE.UU. a Israel.” Esas son las funciones adicionales de Israel en el sistema dominado por EE.UU. en Oriente Próximo, y entre los motivos por los que Israel es favorecido por las autoridades del Estado, junto con una amplia gama de corporaciones de alta tecnología de EE.UU., y por cierto la industria militar y la inteligencia.
Sin contar a Israel, EE.UU. es de lejos el mayor proveedor de armas del mundo. El reciente informe de New America Foundation concluye que “las armas y el entrenamiento militar por EE.UU. jugaron un papel en 20 de las 27 mayores guerras del mundo en 2007,” con ingresos para EE.UU. de 23.000 millones de dólares, que aumentaron a 32.000 millones en 2008. No es de extrañar que entre las numerosas resoluciones de la ONU a las que EE.UU. se opuso en la sesión de la ONU de diciembre de 2008 haya habido una que pedía la regulación del tráfico de armas. En 2006, EE.UU. fue el único que votó contra el tratado, pero en noviembre de 2008 se le sumó un socio: Zimbabue.
Hubo otros votos notables en la sesión de diciembre de la ONU. Una resolución sobre “el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación” fue adoptada por 173 contra 5 (EE.UU., Israel, dependencias de las islas del Pacífico). La votación reafirma fuertemente el negacionismo estadounidense-israelí, en aislamiento internacional. Del mismo modo, una resolución sobre “libertad universal de viaje y la importancia vital de la reunificación familiar” fue adoptada con la oposición de EE.UU., Israel, y las dependencias del Pacífico, presumiblemente pensando en los palestinos.
Al votar contra el derecho al desarrollo EE.UU. perdió a Israel pero ganó a Ucrania. Al votar contra el “derecho al alimento”, EE.UU. se quedó solo, un hecho particularmente impresionante en vista de la enorme crisis alimentaria global, que deja chica a la crisis financiera que amenaza las economías occidentales.
Hay buenos motivos por los cuales no se informa regularmente sobre los resultados de las votaciones, y los medios y los intelectuales conformistas los envían a la profundidad del agujero de la memoria. No sería atinado revelar al público lo que dan a entender esos resultados sobre sus representantes elegidos. En el caso actual sería sencillamente poco útil que el público supiera que el negacionismo de EE.UU. e Israel, que obstaculiza la solución pacífica propugnada desde hace tiempo por el mundo, llega a tal extremo que niega a los palestinos hasta el derecho abstracto a la autodeterminación.
Uno de los heroicos voluntarios en Gaza, el doctor noruego Mads Gilbert, describió la escena de horror como una “guerra total contra la población civil de Gaza.” Estimó que la mitad de las víctimas son mujeres y niños. Los hombres también son casi todos civiles, según estándares civilizados. Gilbert informa que apenas ha visto una víctima militar entre los cientos de cuerpos. El ejército israelí está de acuerdo. Hamás “hizo un esfuerzo especial para combatir a distancia –o no hacerlo en absoluto,” informa Ethan Bronner mientras “analiza los logros” del ataque estadounidense-israelí. De modo que la fuerza de Hamás sigue intacta, y fueron sobre todo civiles los que sufrieron: un resultado positivo, según la doctrina mayoritaria.
Esas evaluaciones fueron confirmadas por el jefe humanitario de la ONU, John Holmes, quien informó a los periodistas que es “una presunción justificada” que la mayoría de los civiles muertos fueron mujeres y niños en una crisis humanitaria que empeora día a día mientras continúa la violencia.” Pero debiéramos sentirnos reconfortados por las palabras de la Ministra de Exteriores israelí Tzipi Livni, la principal paloma en la actual campaña electoral, quien aseguró al mundo que no hay “crisis humanitaria” en Gaza, gracias a la benevolencia israelí.
Como otros que se preocupan por seres humanos y su suerte, Gilbert y Holmes abogaron por un cese al fuego. Pero no todavía. “En Naciones Unidas, EE.UU. impidió que el Consejo de Seguridad aprobara una declaración formal el sábado por la noche pidiendo un cese al fuego inmediato,” mencionó como de pasada el New York Times. La razón oficial era que “no había indicación de que Hamás acataría cualquier acuerdo.” En los anales de las justificaciones para deleitarse en la matanza, ésta debe ocupar un lugar entre las más cínicas. Pero, claro, eran Bush y Rice, que pronto serían desplazados por Obama, quien repite compasivamente que “si cayeran misiles donde duermen mis hijas, haría todo por impedirlo.” Se refería a los niños israelíes, no a los muchos cientos que son despedazados en Gaza por armas de EE.UU. Fuera de eso, Obama mantuvo su silencio.
Unos pocos días después, bajo intensa presión internacional, EE.UU. apoyó una resolución del Consejo de Seguridad pidiendo un “cese al fuego durable.” Fue aprobada por 14 a 0, con la abstención de EE.UU. Israel y los halcones estadounidenses se enfurecieron porque EE.UU. no la haya vetado, como de costumbre. La abstención, sin embargo, bastó para dar a Israel si no luz verde, por lo menos amarilla, para escalar la violencia, como lo hizo hasta virtualmente el momento de la toma de posesión, como había sido vaticinado.
Cuando entró en vigor (teóricamente) el cese al fuego el 18 de enero, el Centro Palestino de Derechos Humanos publicó sus cifras para el último día del ataque: 54 palestinos muertos, incluyendo a 43 civiles desarmados, 17 de ellos niños, mientras el ejército israelí seguían bombardeando casas civiles y escuelas de la ONU. La cantidad de víctimas mortales, estimaron, ascendía a 1.184, incluyendo a 844 civiles, 281 de ellos niños. El ejército israelí siguió utilizando bombas incendiarias en toda la Franja de Gaza, y destruyendo casas y tierras agrícolas, obligando a civiles a huir de sus hogares. Unas pocas horas después, Reuters informó de más de 1.300 muertos. El personal del Centro Al Mezan, que también monitorea cuidadosamente víctimas y destrucción, visitó áreas que previamente habían sido inaccesibles por los incesantes bombardeos pesados. Descubrieron docenas de cadáveres de civiles descomponiéndose bajo los escombros de casas destruidas o extraídos por aplanadoras israelíes. Bloques urbanos enteros habían desaparecido.
Las cifras de muertos y heridos son seguramente subestimaciones. Y es poco probable que haya alguna investigación de esas atrocidades. Los crímenes de enemigos oficiales son sometidos a investigaciones rigurosas, pero los nuestros son ignorados sistemáticamente. Es la práctica general, de nuevo, y comprensible, por parte de los amos.
La Resolución del Consejo de Seguridad requería la detención del flujo de armas hacia Gaza. EE.UU. e Israel (Rice-Livni) pronto llegaron a un acuerdo sobre medidas para asegurar ese resultado, concentrándose en armas iraníes. No hay necesidad de detener el contrabando de armas de EE.UU. hacia Israel, porque no hay contrabando: el inmenso flujo de armas es bastante público, incluso cuando no se informa, como en el caso del embarque de armas anunciado mientras tenía lugar la matanza en Gaza.
La Resolución también requería “que se asegurara la reapertura continua de los puntos de cruce sobre la base del Acuerdo de 2005 sobre Movimiento y Acceso entre la Autoridad Palestina e Israel”; ese Acuerdo determinaba que los cruces hacia Gaza serían operados sobre una base continua y que Israel también permitiría el cruce de bienes y personas entre Cisjordania y la Franja de Gaza.
El acuerdo Rice-Livni no dice nada sobre este aspecto de la Resolución del Consejo de Seguridad. EE.UU. e Israel ya habían abandonado efectivamente el Acuerdo de 2005 como parte de su castigo a los palestinos por no haber votado como EE.UU. e Israel lo deseaban en una elección libre en enero de 2006. La conferencia de prensa de Rice después del acuerdo Rice-Livni subrayó los continuos esfuerzos de Washington por subvertir los resultados de la única elección libre en el mundo árabe: “Pueden hacerse muchas cosas,” dijo, “para sacar a Gaza de la penumbra de la hegemonía de Hamás hacia la luz de la excelente administración que puede conllevar la Autoridad Palestina” – por lo menos, conllevarla mientras siga siendo un cliente leal, plagado de corrupción y dispuesto a realizar una dura represión, pero obediente.
Al volver de una visita al mundo árabe, Fawwaz Gerges afirmó enfáticamente lo que han informado otros presentes en el terreno. El efecto de la ofensiva de EE.UU. e Israel en Gaza ha sido enfurecer a las masas y provocar un odio a muerte contra los agresores y sus colaboracionistas. “Baste decir que los Estados árabes así llamados moderados [es decir, los que reciben sus órdenes de Washington] están a la defensiva, y que el frente de la resistencia encabezado por Irán y Siria es el principal beneficiario. Una vez más, Israel y el gobierno de Bush han entregado a la dirigencia iraní una dulce victoria.” Además, “Hamás probablemente emergerá como una fuerza política más poderosa que antes y probablemente superará a Fatah, el aparato gobernante de la Autoridad Palestina del presidente Mahmud Abbas,” favoritos de Rice.
Vale la pena tener en cuenta que el mundo árabe no está tan escrupulosamente protegido de la única cobertura viva regular de televisión de lo que sucede en Gaza, es decir “el análisis tranquilo y equilibrado del caos y la destrucción, suministrado por los extraordinarios corresponsales de al Jazeera, que suministraron “una austera alternativa a los canales terrestres,” como informa el Financial Times de Londres. En los 105 países que carecen de nuestras eficientes modalidades de autocensura, la gente puede ver a cada hora lo que sucede, y se dice que el impacto es muy grande. En EE.UU., informa el New York Times, “el bloqueo informativo casi total… indudablemente está relacionado con la crítica acerba que al-Jazeera recibió del gobierno de EE.UU. durante las etapas iniciales de la guerra en Iraq por su cobertura de la invasión estadounidense. Cheney y Rumsfeld objetaron, de modo que, obviamente, los medios independientes sólo pudieron obedecer.
Hay mucho debate sobrio sobre lo que esperaban lograr los atacantes. Algunos de los objetivos son comúnmente discutidos, entre ellos, restaurar lo que se llama “la capacidad disuasiva” que Israel perdió como resultado de sus fracasos en el Líbano en 2006 – es decir, la capacidad de aterrorizar a cualquier oponente potencial a fin de someterlo. Existen, sin embargo, objetivos más fundamentales que tienden a ser ignorados, aunque también parecen ser bastante obvios si consideramos la historia reciente.
Israel abandonó Gaza en septiembre de 2005. Personas racionales de la línea dura israelí, como Ariel Sharon, santo patrón del movimiento de los colonos, comprendió que no tenía sentido subvencionar a unos pocos colonos israelíes ilegales en las ruinas de Gaza, protegidos por el ejército israelí, mientras utilizaban gran parte de la tierra y de sus escasos recursos. Tenía más sentido convertir Gaza en la mayor prisión del mundo y transferir a los colonos a Cisjordania, un territorio mucho más valioso, en el que Israel es bastante explícito en cuanto a sus intenciones, en palabras y, lo que es más importante, en los hechos.
Un objetivo es anexar la tierra árabe, los suministros de agua, y agradables suburbios de Jerusalén y Tel Aviv que están dentro del muro de separación, irrelevantemente declarado ilegal por la Corte Internacional. Incluye a Jerusalén vastamente expandida, en violación de órdenes del Consejo de Seguridad de hace 40 años, por lo tanto irrelevantes. Israel también se ha estado apoderando del Valle del Jordán, aproximadamente un tercio de Cisjordania. Lo que queda es consiguientemente aprisionado y, además, fragmentado por salientes de asentamientos judíos que trisecan el territorio: una parte al este de Gran Jerusalén por la ciudad de Ma'aleh Adumim, desarrollada durante los años de Clinton para dividir Cisjordania; y dos hacia el norte, por las ciudades de Ariel y Kedumim. Lo que queda para los palestinos es segregado por cientos de puntos de control, arbitrarios en su mayoría.
Los puntos de control no tienen que ver con la seguridad de Israel, y si algunos tienen el propósito de proteger a los colonos, son rotundamente ilegales, como decidiera la Corte Internacional de Justicia. En realidad, su principal objetivo es acosar a la población palestina y fortificar lo que el activista israelí por la paz Jeff Halper llama la “matriz de control”, destinada a hacer que la vida sea insoportable para las “bestias de dos patas” que serán como “cucarachas drogadas que corretean en una botella” si tratan de permanecer en sus casas y tierras.
Todo eso está bien, porque son “como saltamontes comparados con nosotros” de modo que sus cabezas pueden ser “estrelladas contra las peñas y los muros.” La terminología proviene de los máximos dirigentes políticos y militares israelíes, en este caso los reverenciados “príncipes”. Y las actitudes conforman las políticas.
Los desvaríos de los dirigentes políticos y militares son suaves en comparación con las prédicas de las autoridades rabínicas. No son personajes marginales. Al contrario, son muy influyentes en el ejército y en el movimiento de colonos, personas que Zertal y Eldar desvelan como “señores de la tierra”, con enorme impacto en la política. Soldados que combatían en el norte de Gaza recibieron una visita “inspiradora” de dos destacados rabinos, quienes les explicaron que no hay “inocentes” en Gaza, de modo que todos eran objetivos legítimos, citando un famoso pasaje de los Salmos llamando al Señor para que tomara los hijos de los opresores de Israel y los arrojara contra las rocas. Los rabinos no hacían nada nuevo. Un año antes, el ex rabino jefe sefardí escribió al primer ministro Olmert, informando que todos los civiles en Gaza son culpables colectivamente por los ataques con cohetes, de modo que “no existe absolutamente ninguna prohibición moral contra la matanza indiscriminada de civiles durante una masiva ofensiva militar potencial contra Gaza orientada a detener los lanzamientos de cohetes,” según la información del Jerusalem Post sobre su veredicto. Su hijo, rabino jefe de Safed, entró en más detalle: “Si no se detienen después que matemos a 100, tenemos que matar mil, y si no se detienen después de 1.000, debemos matar a 10.000. Y si no se detienen debemos matar a 100.000, incluso a un millón. Todo lo que sea necesario para hacer que se detengan.”
Puntos de vista similares son expresados por destacadas personalidades seculares estadounidenses. Cuando Israel invadió el Líbano en 2006, el profesor de la Escuela de Derecho de Harvard, Alan Dershowitz, explicó en el periódico liberal en línea Huffington Post que todos los libaneses son objetivos legítimos para la violencia israelí. Los ciudadanos del Líbano están “pagando el precio” por su apoyo a “terroristas.” –es decir, por apoyar a la resistencia a la invasión israelí. Según él, los civiles libaneses no son más inmunes a ataques que los austríacos que apoyaron a los nazis. La fatua del rabino sefardí se aplica a ellos. En un vídeo en la página en Internet del Jerusalem Post, Dershowitz pasó a ridiculizar el habla de ratios excesivas de muertes de palestinos a israelíes: habría que aumentarla de 1.000a uno, dijo, o incluso 1.000 a cero, queriendo decir que las bestias debieran ser completamente exterminadas. Por cierto, se refiere a “terroristas,” una categoría amplia que incluye a las víctimas del poder israelí, ya que “Israel nunca ataca a civiles,” declaró enfáticamente. En consecuencia, palestinos, libaneses, tunecinos, cualquiera que se interponga en el camino de los implacables ejércitos del Estado Sagrado es un terrorista, o una víctima accidental de sus justos crímenes.
No es fácil encontrar contrapartidas históricas para esas actuaciones. Tal vez sea de un cierto interés que sean consideradas enteramente adecuadas en la cultura intelectual y moral imperante –cuando son producidas por “nuestro lado,” es decir: que si provinieran de las bocas de enemigos oficiales, semejantes palabras provocarían indignación justiciera y llamados a una masiva violencia preventiva como venganza.
La afirmación de que “nuestro lado” nunca ataca a civiles es una doctrina familiar entre los que monopolizan los medios de violencia. Y hay algo de verdad en ello.
Generalmente no tratamos de matar a civiles en particular. Más bien, realizamos acciones asesinas que sabemos matarán a muchos civiles, pero sin la intención específica de matar a civiles en particular. Según la ley, las prácticas rutinarias pueden caer en la categoría de indiferencia depravada, pero no es una designación adecuada para la práctica estándar y la doctrina imperiales. Es más similar a caminar por una calle a sabiendas de que podemos matar hormigas, pero sin estar interesados en hacerlo, porque ocupan un lugar tan bajo que simplemente no importa.
Lo mismo vale cuando Israel realiza acciones que sabe matarán a los “saltamontes” y a “las bestias de dos patas” que por casualidad infestan las tierras que “libera.”
No hay una expresión apropiada para esta forma de depravación moral, posiblemente peor que el asesinato deliberado, y demasiado familiar.
En la antigua Palestina, los legítimos dueños (por decreto divino, según los “señores de la tierra”) pueden decidir si otorgan a las cucarachas drogadas unas pocas parcelas dispersas. Pero no por derecho, sin embargo: “Creía, y hasta este día sigo creyendo, en el derecho eterno e histórico de nuestro pueblo a todo este país,” informó el primer ministro Olmert a una sesión conjunta del Congreso en mayo de 2006 y recibió un clamoroso aplauso. Al mismo tiempo anunció su programa de “convergencia” para apoderarse de lo que hay de valioso en Cisjordania, dejando que los palestinos se pudran en cantones aislados. No fue específico sobre las fronteras de “todo el país,” pero por otro lado, el proyecto sionista nunca lo ha sido, por buenos motivos: la expansión permanente es una dinámica interna muy importante. Si Olmert sigue siendo fiel a sus orígenes en el Likud, podrá haber querido decir las dos riberas del Jordán, incluyendo el actual Estado de Jordania, o por lo menos sus partes más valiosas.
El “derecho eterno e histórico a todo este país” de nuestro pueblo, contrasta dramáticamente con la ausencia de cualquier derecho a la autodeterminación de sus habitantes temporales, los palestinos. Como señalara anteriormente, la condición de estos últimos fue reiterada por Israel y su patrón en Washington en diciembre de 2008, en su acostumbrado aislamiento, y acompañada por un silencio resonante.
Los planes que Olmert esbozó en 2006 han sido abandonados desde entonces porque no eran bastante extremos. Pero lo que reemplaza el programa de convergencia, y las acciones que tienen lugar a diario para implementarlo, son aproximadamente las mismas, en su concepto general. Se remontan a los primeros días de la ocupación, cuando el Ministro de Defensa Moshe Dayan explicó poéticamente que “la situación actual se parece a la relación compleja entre un beduino y la muchacha que secuestra contra su voluntad… Vosotros palestinos, como nación, no nos queréis hoy, pero cambiaremos vuestra actitud imponiéndoos nuestra presencia.” “Viviréis como perros, y el que se vaya, se irá,” mientras nosotros nos apoderamos de lo que queremos.
Nunca ha cabido duda de que esos programas sean criminales. Inmediatamente después de la guerra de 1967, el gobierno israelí fue informado por su máxima autoridad legal, Teodor Meron, que “el asentamiento civil en los territorios administrados contraviene las provisiones explícitas de la Cuarta Convención de Ginebra,” el fundamento del derecho humanitario internacional. El Ministro de Justicia de Israel estuvo de acuerdo. La Corte Internacional apoyó unánimemente la conclusión esencial en 2004, y el Tribunal Superior israelí estuvo técnicamente de acuerdo aunque estuvo en desacuerdo en la práctica, en su estilo usual.
En Cisjordania, Israel puede continuar sus programas criminales con apoyo de EE.UU. y sin tener problemas, gracias a su control militar efectivo y, por el momento, a la cooperación de las fuerzas de seguridad palestinas colaboracionistas armadas y entrenadas por EE.UU. y dictaduras aliadas. También puede realizar asesinatos regulares y otros crímenes, mientras los colonos cometen destrozos y abusos bajo la protección del ejército israelí. Pero mientras Cisjordania ha sido efectivamente sometida mediante el terror, sigue habiendo resistencia en la otra mitad de Palestina, la Franja de Gaza. También debe ser aplastada para que el programa de anexión y destrucción de Palestina de EE.UU. e Israel pueda avanzar sin problemas.
De ahí la invasión de Gaza
La oportunidad de la invasión fue presumiblemente influenciada por la próxima elección israelí. Ehud Barak, que iba muy atrás en los sondeos, obtuvo un escaño parlamentario por cada 40 árabes muertos en los primeros días de la matanza, calculó el comentarista israelí Ran HaCohen.
Eso puede cambiar, sin embargo, Como los crímenes llegaron más allá de lo que pudo suprimir la cuidadosamente afinada campaña de propaganda israelí, incluso halcones israelíes confirmados llegaron a preocuparse de que la carnicería esté “destruyendo el alma [de Israel] y su imagen. Destruyéndola en las pantallas de televisión del mundo, en las salas de estar de la comunidad internacional, y lo más importante, en el EE.UU. de Obama” (Ari Shavit). A Shavit le preocupó sobre todo el “bombardeo de una instalación de Naciones Unidas… [por Israel]… “el día en el que el secretario general de la ONU estaba visitando Jerusalén,” un acto que “va más allá de la demencia,” consideró.
Para agregar unos pocos detalles, la “instalación” mencionada fue el complejo de la ONU en Ciudad de Gaza, que contenía el almacén de la UNRWA. El bombardeo destruyó “cientos de toneladas de alimentos y medicinas de emergencia preparadas para la distribución en el día de hoy a refugios, hospitales y centros de alimentación,” según el director de UNRWA, John Ging. Ataques militares destruyeron al mismo tiempo dos pisos del hospital al-Quds, incendiándolo, y también un segundo almacén dirigido por la sociedad de la Media Luna Roja palestina. El hospital en el densamente poblado vecindario Tal-Hawa fue destruido por tanques israelíes “después que cientos de gazanos aterrorizados se habían refugiado en su interior cuando fuerzas terrestres israelíes penetraron en el vecindario,” informó AP.
No quedó nada que salvar dentro de las ruinas al rojo vivo del hospital. “Bombardearon el edificio, el edificio del hospital. Se incendió. Tratamos de evacuar a la gente enferma, y a los heridos y a la gente que estaba allí.
Llegaron los bomberos y apagaron el fuego, que volvió a estallar en llamas y lo volvieron a apagar, y se incendió por tercera vez,” dijo el paramédico Ahmad Al-Haz a AP. Se sospechó que el fuego puede haber sido provocado por fósforo blanco, que también fue sospechado en numerosos otros incendios y graves quemaduras.
Las sospechas fueron confirmadas por Amnistía Internacional después que el cese de los intensos bombardeos permitió una investigación. Antes, Israel había sensatamente excluido a todos los periodistas, incluidos los israelíes, mientras cometía sus crímenes con toda su furia. El uso por Israel de fósforo blanco contra civiles en Gaza es “claro e innegable,” informó AI. Su uso repetido en áreas civiles densamente pobladas “es un crimen de guerra.,”… “que hizo peligrar aún más a los residentes y su propiedad,” particularmente niños “atraídos a los detritos de la guerra y a menudo inconscientes del peligro.” Los objetivos primordiales, informaron, fueron el complejo de la UNRWA, donde el “fósforo blanco cayó junto a algunos camiones con combustible y causó un gran fuego que destruyó toneladas de ayuda humanitaria” después que las autoridades israelíes “habían asegurado que no se lanzarían más ataques contra el complejo.” El mismo día “un obús de fósforo blanco cayó en el hospital al-Quds en Ciudad de Gaza causando también un incendio que obligó al personal del hospital a evacuar a los pacientes… El fósforo blanco, al caer sobre la piel, puede quemar profundamente a través de músculos y hasta el hueso, y sigue quemando a menos que sea privado de oxígeno.” Si son cometidos intencionalmente, o por indiferencia depravada, semejantes crímenes son inevitables si el arma es utilizada en ataques contra civiles.
Sin embargo, es un error concentrarse demasiado en las brutales violaciones de Israel de jus in bello, las leyes hechas para prohibir prácticas demasiado salvajes. La invasión misma es un crimen mucho más serio. Y si Israel hubiera infligido ese horrendo daño con arcos y flechas, seguiría siendo un acto criminal de extrema depravación.
La agresión siempre tiene un pretexto: en este caso, la paciencia de Israel se había “acabado” ante los ataques de cohetes de Hamás, como dijera Barak. El mantra repetido interminablemente es que Israel tiene derecho a usar la fuerza para defenderse. La tesis es parcialmente defendible. El disparo de los cohetes es criminal, y es verdad que un Estado tiene derecho a defenderse contra ataques criminales. Pero no se puede deducir que tenga derecho a defenderse por la fuerza.
Eso va mucho más allá de todo principio que aceptaríamos o deberíamos aceptar. Alemania nazi no tenía derecho a usar la fuerza para defenderse contra el terrorismo de los partisanos. La noche de los vidrios rotos no se justifica por el asesinato por Herschel Grynszpan de un funcionario de la embajada alemana en París. El uso de la fuerza por los británicos para defenderse contra el terror (muy real) de los colonos estadounidenses que buscaban la independencia, no era justificado, ni que aterrorizaran a los católicos irlandeses como reacción ante el terror del ERI –y el terror se acabó cuando finalmente adoptaron una política sensata de encarar los legítimos agravios. No es asunto de “proporcionalidad,” sino de selección de la acción para comenzar: ¿Hay una alternativa para la violencia?
Todo recurso a la fuerza tiene un pesado deber de la prueba, y tenemos que preguntar si puede ser cumplido en el caso del intento de Israel de aplastar toda resistencia en sus acciones criminales diarias en Gaza y en Cisjordania, donde siguen continuando inexorablemente desde hace más de 40 años. Tal vez pueda citarme a mí mismo en una entrevista en la prensa israelí sobre los planes de convergencia anunciados por Olmert para Cisjordania: “EE.UU. e Israel no toleran ninguna resistencia a esos planes, y prefieren pretender –falsamente por cierto– que ‘no existe un socio’, mientras siguen adelante con programas que vienen de largo.
Podemos recordar que se reconoce que Gaza y Cisjordania constituyen una unidad, de modo que si la resistencia a los programas de anexión-cantonización de EE.UU. e Israel es legítima en Cisjordania, también lo es en Gaza.”
El periodista palestino-estadounidense Ali Abunimah observó que “no hay cohetes lanzados hacia Israel desde Cisjordania, y sin embargo los asesinatos extrajudiciales de Israel, sus robos de tierras, los pogromos de sus colonos y los secuestros nunca se han detenido ni un solo día durante la tregua. La Autoridad Palestina de Mahmud Abas respaldada por Occidente, ha accedido a todas las demandas de Israel. Bajo el orgulloso ojo de los asesores militares de EE.UU., Abbas ha reunido ‘fuerzas de seguridad’ para combatir la resistencia por cuenta de Israel.
Nada de eso ha salvado a un solo palestino en Cisjordania de la implacable colonización de Israel – gracias al firme respaldo de EE.UU. El respetado parlamentario palestino, doctor Mustapha Barghouti agrega que después del gran espectáculo de Bush en Annapolis en noviembre de 2007, con mucha retórica edificante sobre la dedicación a la paz y la justicia, los ataques israelíes contra palestinos escalaron fuertemente, con un aumento de casi un 50% en Cisjordania, junto con un agudo aumento en los asentamientos y en los puntos de control israelíes. Obviamente, esas acciones criminales no son una respuesta a cohetes desde Gaza, aunque lo contrario podría ser el caso, sugiere plausiblemente Barghouti.
Las reacciones a los crímenes de una potencia ocupante pueden ser condenadas como criminales y políticamente estúpidas, pero los que no ofrecen ninguna alternativa no tienen una base moral para emitir semejantes juicios. La conclusión vale con fuerza particular para aquellos en EE.UU. que deciden implicarse directamente en los continuos crímenes de Israel – mediante sus palabras, sus acciones, o su silencio.
Tanto más porque existen alternativas no-violentas muy evidentes –que, sin embargo, tienen la desventaja de que impiden los programas de expansión ilegal.
Israel tiene un medio inequívoco para defenderse: poner fin a sus acciones criminales en los territorios ocupados, y aceptar el consenso internacional, existente desde hace mucho tiempo, sobre una solución de dos Estados que ha sido bloqueada por EE.UU. e Israel desde hace más de 30 años, ya que EE.UU. vetó por primera vez una resolución del Consejo de Seguridad pidiendo una solución política sobre esa base en 1976. No entraré una vez más en detalles sobre ese ignominioso historial, pero es importante percatarse de que el negacionismo de EE.UU. e Israel es hoy aún más flagrante que en el pasado. La Liga Árabe ha ido incluso más allá del consenso, pidiendo una plena normalización de las relaciones con Israel. Hamás ha pedido repetidamente una solución de dos Estados en términos del consenso internacional. Irán y Hezbolá han dejado en claro que acatarán todo acuerdo aceptado por los palestinos. Eso deja a EE.UU. e Israel en un espléndido aislamiento, no sólo en palabras.
El historial más detallado es informativo. El Consejo Nacional Palestino aceptó formalmente el consenso internacional en 1988. La reacción del gobierno de coalición de Shamir y Peres, confirmado por el Departamento de Estado de James Baker, fue que no puede haber un “Estado palestino adicional” entre Israel y Jordania –siendo este último ya un Estado palestino por dictado de EE.UU. e Israel. Los acuerdos de Oslo que siguieron dejaron de lado los potenciales derechos nacionales palestinos, y la amenaza de que pudieran ser realizados de alguna manera significativa fue sistemáticamente minada durante los años de Oslo por la continua expansión de asentamientos ilegales por Israel. La política de asentamiento fue acelerada en 2000, el último año del presidente Clinton y del primer ministro Barak, cuando tuvieron lugar negociaciones en Camp David que la tenían como trasfondo.
Después de culpar a Yasir Arafat por la ruptura de las negociaciones de Camp David, Clinton dio marcha atrás, y reconoció que las propuestas de EE.UU. e Israel eran demasiado extremistas como para ser aceptables para algún palestino. En diciembre de 2000, presentó sus “parámetros”, vagos pero más abiertos. Luego anunció que los dos lados habían aceptado los parámetros, mientras ambos expresaron reservas. Las dos partes se reunieron en Taba, Egipto, en enero de 2001 y llegaron muy cerca de un acuerdo, y podrían haberlo hecho en unos pocos días más, dijeron en un comunicado de prensa final. Pero las negociaciones fueron canceladas prematuramente por Ehud Barak. Esa semana en Taba fue la única oportunidad en más de 30 años de negacionismo de EE.UU. e Israel. No hay motivo para que esa oportunidad en el historial no pueda ser reactivada.
La versión preferida, recientemente reiterada por Ethan Bronner, es que “Muchos en el extranjero recuerdan al señor Barak como el primer ministro quien en 2000 fue más lejos que ningún otro dirigente israelí en ofertas de paz a los palestinos, sólo para que el acuerdo fracasara y estallara en un violento levantamiento palestino que lo expulsó del poder.” Es verdad que “muchos en el extranjero” creen ese engañoso cuento de hadas, gracias a lo que Bronner y muchos de sus colegas llaman “periodismo.”
Se afirma comúnmente que una solución de dos Estados es inalcanzable ahora porque si el ejército israelí tratara de sacar a los colonos, llevaría a una guerra civil. Puede que sea verdad, pero se necesita mucha más fundamentación. Sin recurrir a la fuerza para expulsar los colonos ilegales, el ejército israelí simplemente podría retirarse a cualesquiera fronteras que sean establecidas por negociaciones. Los colonos más allá de esas fronteras tendrían la alternativa de abandonar sus casas subvencionadas para volver a Israel, o permanecer bajo autoridad palestina. Lo mismo valió para el “trauma nacional” cuidadosamente escenificado en Gaza en 2005, tan transparentemente fraudulento que fue ridiculizado por los comentaristas israelíes.
Hubiera bastado que Israel anunciara que el ejército israelí se iba a retirar, y los colonos que fueron subvencionados para que gozaran de la vida en Gaza se hubieran subido tranquilamente a los camiones que les fueran suministrados y viajado a sus nuevas residencias subvencionadas en Cisjordania. Pero eso no hubiera producido trágicas fotos de niños sufrientes y de llamados apasionados de “nunca más.”
Para resumir, contrariamente a la afirmación reiterada constantemente, Israel no tiene derecho a usar la fuerza para defenderse contra cohetes de Gaza, incluso si son considerados como crímenes terroristas. Además, los motivos son transparentes.
El pretexto para lanzar el ataque carece de mérito.
Hay un tema más específico. ¿Tiene Israel alternativas pacíficas a corto plazo al uso de la fuerza como reacción a los cohetes desde Gaza? Una alternativa a corto plazo sería aceptar un cese al fuego. Algunas veces Israel lo ha hecho, aunque lo viola instantáneamente. El caso más reciente y actualmente relevante es junio de 2008. El cese al fuego especificaba la apertura de los cruces fronterizos para “permitir la transferencia de todos los bienes que estaban prohibidos y limitados en su ingreso a Gaza.” Israel aceptó formalmente, pero anunció de inmediato que no acataría el acuerdo ni abriría las fronteras hasta que Hamás liberara a Gilad Shalit, un soldado israelí capturado por Hamás en junio de 2006.
El continuo tamboreo de acusaciones sobre la captura de Shalit es, de nuevo, hipocresía flagrante, incluso dejando de lado la larga historia de secuestros israelíes. En este caso, la hipocresía no podría ser más obvia. Un día antes de que Hamás capturara a Shalit, soldados israelíes entraron a la Ciudad de Gaza y secuestraron a dos civiles, los hermanos Muammar, llevándolos a Israel para sumarlos a los miles de otros prisioneros que retienen allí, casi 1.000 sin ser acusados, según las informaciones. El secuestro de civiles es un crimen mucho más serio que la captura de un soldado de un ejército atacante, pero apenas se informó al respecto en contraste con el furor por Shalit. Y todo lo que queda en la memoria, que bloquea la paz, es la captura de Shalit, otro reflejo de la diferencia entre seres humanos y bestias de dos patas. Hay que devolver a Shalit – en un intercambio justo de prisioneros.
Después de la captura de Shalir los incesantes ataques militares de Israel contra Gaza pasaron de ser simplemente cruentos, a ser verdaderamente sádicos. Pero vale la pena recordar que incluso antes de su captura, Israel había disparado más de 7.700 obuses contra el norte de Gaza después de su retirada en septiembre, sin provocar virtualmente ningún comentario.
Después de rechazar el cese al fuego de junio de 2008 que había formalmente aceptado, Israel mantuvo su cerco. Recordaremos que un sitio es un acto de guerra.
En los hechos, Israel ha insistido siempre en un principio aún más fuerte: la obstaculización del acceso al mundo exterior, aunque no llegue a ser un sitio, es un acto de guerra, justificando una violencia masiva como reacción. La interferencia con el paso de Israel por los Estrechos de Tirán formó parte del pretexto para la invasión de Egipto por Israel (con Francia e Inglaterra) en 1956, y para su lanzamiento de la guerra de junio de 1967. El cerco de Gaza es total, no parcial, aparte de la disposición ocasional de los ocupantes de suavizarlo ligeramente. Y es mucho más dañino para los gazanos que lo que fue el cierre de los Estrechos de Tirán para Israel. Los partidarios de las doctrinas y acciones israelíes debieran por lo tanto no tener problema alguno con la justificación de los ataques con cohetes contra territorio israelí desde la Franja de Gaza.
Pero claro, de nuevo llegamos al principio anulador: Una cosa somos nosotros, otra cosa son ellos.
Israel no sólo mantuvo el sitio después de junio de 2008, sino lo hizo con extremo rigor. Incluso impidió que la UNRWA reabasteciera sus almacenes, “de modo que cuando se rompió el cese al fuego, se nos acabó el alimento para los 750.000 que dependen de nosotros,” informó el director de la UNRWA a la BBC.
A pesar del sitio israelí, el disparo de cohetes se redujo fuertemente. El cese al fuego se rompió el 4 de noviembre con un ataque israelí contra Gaza, que llevó a la muerte de 6 palestinos, y una descarga de cohetes en represalia (sin heridos). El pretexto para la incursión fue que Israel había detectado un túnel en Gaza que podría haber tenido la intención de ser utilizado para capturar a otro soldado israelí. El pretexto es transparentemente absurdo, como ha señalado una serie de comentaristas. Si hubiera existido un tal túnel, y llegado a la frontera, Israel podría haberlo clausurado fácilmente ahí mismo. Pero como de costumbre, el ridículo pretexto israelí fue considerado creíble.
¿Cuál fue el motivo de la incursión israelí? No tenemos evidencia interna sobre la planificación israelí, pero sabemos que la incursión tuvo lugar poco antes de las conversaciones programadas entre Hamás y Fatah en el Cairo orientadas a “reconciliar sus diferencias y crear un solo gobierno unificado,” informó el corresponsal británico Rory McCarthy. Iba a ser la primera reunión entre Fatah y Hamás desde la guerra civil de junio de 2007 que dejó a Hamás con el control de Gaza, y habría sido un paso importante hacia el progreso de esfuerzos diplomáticos. Existe una larga historia de provocaciones de Israel para eliminar la amenaza de diplomacia, algunas ya mencionadas. Puede haber sido otra más.
La guerra civil que dejó a Hamás con el control de Gaza es descrita comúnmente como un golpe militar de Hamás, que demuestra una vez más su naturaleza maligna. El mundo real es algo diferente. La guerra civil fue incitada por EE.UU. e Israel, en un burdo intento de un golpe militar para anular las elecciones libres que llevaron a Hamás al poder. Ha sido de conocimiento público por lo menos desde abril de 2008 cuando David Rose publicó en Vanity Fair un relato detallado y documentado de cómo Bush, Rice, y el Asesor Adjunto de Seguridad Nacional Elliott Abrams “respaldaron una fuerza armada bajo el hombre fuerte de Fatah Muhammad Dahlan, provocando una sangrienta guerra civil en Gaza y dejando a Hamás más fuerte que nunca.” El informe fue recientemente corroborado una vez más en el Christian Science Monitor (12 de enero de 2009) por Norman Olsen, quien sirvió durante 26 años en el Servicio Exterior, incluyendo cuatro años trabajando en la Franja de Gaza y cuatro años en la Embajada de EE.UU. en Tel Aviv, y que luego pasó a ser coordinador asociado para contraterrorismo en el Departamento de Estado. Olsen y su hijo detallan las artimañas del Departamento de Estado con el propósito de asegurar que su candidato, Abbas, ganara en las elecciones de enero de 2006 –en cuyo caso hubiera sido saludado como un triunfo de la democracia. Después del fracaso del amaño de las elecciones, se pasó a castigar a los palestinos y a armar una milicia dirigida por el hombre fuerte de Fatah, Muhammad Dahlan, pero “los matones de Dahlan actuaron demasiado pronto” y un ataque preventivo de Hamás debilitó el intento de golpe, llevando a medidas de EE.UU. e Israel mucho más duras para castigar a la gente desobediente de Gaza. La línea oficial es más aceptable.
Después que Israel rompió el cese al fuego de junio de 2008 (tal como era) en noviembre, el cerco fue reforzado aún más, con consecuencias aún más desastrosas para la población. Según Sara Roy, destacada especialista académica sobre Gaza: “El 5 de noviembre, Israel selló todos los puntos de cruce hacia Gaza, reduciendo fuertemente y a veces negando suministros de alimentos, medicinas, combustible, gas de cocina, y repuestos para sistemas de agua de y alcantarillado…” Durante noviembre, un promedio de 4,6 camiones con alimentos por día entró a Gaza desde Israel, en comparación con un promedio de 123 camiones por día en octubre. Se ha denegado el ingreso de repuestos para la reparación y mantenimiento de equipos relacionados con el agua durante más de un año. La Organización Mundial de la Salud acaba de informar que la mitad de las ambulancias de Gaza están averiadas actualmente” –y el resto no tardó en convertirse rápidamente en objetivos para los ataques israelíes. La única planta eléctrica de Gaza fue obligada a suspender su operación por falta de combustible, y no pudo recomenzar porque necesitaba repuestos, que habían estado en el puerto israelí de Ashdod durante 8 meses. La escasez de electricidad produjo un aumento de un 300% de los casos de quemaduras en el hospital Shifaa en la Franja de Gaza, como resultado de esfuerzos por encender fuegos de leña. Israel prohibió los envíos de cloro, de modo que a mediados de diciembre el acceso al agua en la Ciudad de Gaza y en el norte fue limitado a seis horas cada tres días. Las consecuencias humanas son incontables entre las víctimas palestinas del terror israelí.
Después del ataque israelí del 4 de noviembre, ambos lados escalaron la violencia (todos los muertos fueron palestinos) hasta que el cese al fuego terminó formalmente el 19 de diciembre, y el primer ministro Olmert autorizó la invasión hecha y derecha.
Unos pocos días antes, Hamás había propuesto la vuelta al acuerdo de cese al fuego de julio, que Israel no había respetado. El historiador y ex alto responsable del gobierno de Carter, Robert Pastor, transmitió la propuesta a un “alto oficial” del ejército israelí, pero Israel no respondió. El jefe de Shin Bet, la agencia de seguridad interior de Israel, fue citado por fuentes israelíes el 21 de diciembre diciendo que Hamás estaba interesado en continuar la “calma” con Israel, mientras su ala militar continuaba sus preparativos para un conflicto.
“Evidentemente había una alternativa para el enfoque militar a la detención de los cohetes,” dijo Pastor, refiriéndose al tema limitado de Gaza. También existía una alternativa más trascendental, que es poco discutida: es decir, que se aceptara un acuerdo político que incluyera todos los territorios ocupados.
El corresponsal diplomático sénior de Israel Akiva Eldar informa que poco antes de que Israel lanzara su invasión generalizada el sábado 27 de diciembre, “el jefe del politburó de Hamás, Khaled Meshal anunció en el sitio de Internet Iz al-Din al-Qassam que estaba dispuesto no sólo a un “cese de la agresión” –proponía que se volviera al acuerdo en el cruce de Rafah de 2005, antes de que Hamás ganara las elecciones y posteriormente se hiciera cargo de la región. El acuerdo era que el cruce fuera administrado en conjunto por Egipto, la Unión Europea, la presidencia de la Autoridad palestina y Hamás,” y como señalado anteriormente, llamaba a abrir los cruces para suministros necesitados desesperadamente.
Una afirmación estándar de los apólogos más vulgares de la violencia israelí es que en el caso del actual ataque, “como en tantos otros casos en el pasado medio siglo –la Guerra del Líbano de 1982, la reacción de ‘Puño de Hierro’ a la Intifada de 1988, la Guerra del Líbano de 2007– los israelíes han reaccionado a actos intolerables de terror con una determinación de infligir terrible dolor, de darle una lección al enemigo” (editor del New Yorker David Remnick). La invasión de 2006 sólo puede ser justificada sobre la base de un cinismo sobrecogedor, como ya fue mencionado. La referencia a la cruel reacción a la Intifada de 1988 es demasiado depravada para llegar a discutirla; una interpretación comprensiva hablaría de una ignorancia sorprendente. Pero la afirmación de Remnick sobre la invasión de 1982 es bastante común, una proeza notable de incesante propaganda, que merece unos pocos recuerdos.
Incontrovertiblemente, la frontera entre Israel y el Líbano estuvo tranquila durante un año antes de la invasión israelí, por lo menos desde el Líbano hacia Israel, del norte al sur. Durante ese año, la OLP observó escrupulosamente un cese al fuego iniciado por EE.UU., a pesar de constantes provocaciones israelíes, incluidos bombardeos con numerosas víctimas civiles, que presumiblemente tenían la intención de provocar alguna reacción que pudiera ser utilizada para justificar la invasión cuidadosamente planificada por Israel. Lo mejor que Israel pudo lograr fueron dos reacciones simbólicas ligeras. Luego invadió con un pretexto demasiado absurdo para ser tomado en serio.
La invasión no tuvo precisamente nada que ver con “intolerables actos de terror,” aunque tuvo que ver con intolerables actos: de diplomacia. Eso nunca ha sido poco conocido. Poco después del inicio de la invasión respaldada por EE.UU., el principal especialista académico sobre los palestinos de Israel, Yehoshua Porath –que no tiene nada de paloma– escribió que el éxito de Arafat al mantener el cese al fuego constituyó “una verdadera catástrofe ante los ojos del gobierno israelí,” ya que allanaba el camino a un acuerdo político. El gobierno esperaba que la OLP recurriera al terrorismo, debilitando la amenaza de que fuera “un legítimo socio en negociaciones para futuras acomodaciones políticas.”
Los hechos fueron bien entendidos en Israel, y no ocultados. El primer ministro Yitzhak Shamir declaró que Israel fue a la guerra porque existía “un terrible peligro… No tanto militar sino político,” llevando al excelente satírico israelí B. Michael a escribir que “la débil excusa de un peligro militar o de un peligro para Galilea ha muerto,” “Hemos eliminado el peligro político” acatando primero, a tiempo; ahora, “Gracias a Dios, no hay nadie con quien hablar.” El historiador Benny Morris reconoció que la OLP había observado el cese al fuego, y explicó que “la inevitabilidad de la guerra se basaba en la OLP como amenaza política para Israel y para el control de Israel sobre los territorios ocupados.” Otros han reconocido francamente los hechos indiscutibles.
En una artículo de opinión de primera plana sobre la última invasión de Gaza, el corresponsal del New York Times, Steven Lee Meyers, escribe que “En cierto modo, los ataques de Gaza recuerdan el juego que arriesgó Israel, y en gran parte perdió, en el Líbano en 1982 [cuando] lo invadió para eliminar la amenaza de las fuerzas de Yasir Arafat.” Correcto, pero no en el sentido que él piensa. En 1982, como en 2008, era necesario amenazar la amenaza de un acuerdo político.
La esperanza de los propagandistas israelíes era que los intelectuales y los medios occidentales se tragaran el cuento de que Israel reaccionó a una lluvia de cohetes contra Galilea, “intolerables actos de terror.” Y no han sido desilusionados.
No es que Israel no quiera paz: todos quieren paz, incluso Hitler. La cuestión es: ¿bajo qué condiciones? Desde sus orígenes el movimiento sionista ha comprendido que para lograr sus objetivos, la mejor estrategia sería demorar un acuerdo político, mientras lentamente creaba hechos consumados en el terreno. Incluso los acuerdos ocasionales como en 1947, fueron reconocidos por la dirigencia como pasos temporales hacia una expansión ulterior. La guerra del Líbano de 1982 fue un dramático ejemplo del desesperado miedo a la diplomacia. Fue seguida por el apoyo israelí a Hamás a fin de debilitar a la OLP secular y sus irritantes iniciativas de paz. Otro caso que debiera ser familiar son las provocaciones israelíes antes de la guerra de 1967 con el fin de provocar una reacción siria que pudiera ser utilizada como pretexto para la violencia y para apoderarse de más tierras –por lo menos en un 80% de los incidentes, según el Ministro de Defensa Moshe Dayan.
El asunto viene de lejos. La historia oficial de la Haganá, la fuerza militar judía anterior al Estado, describe el asesinato en 1924del poeta religioso judío Jacob de Haan, acusado de conspirar con la comunidad judía tradicional (la antigua Yishuv) y el Alto Comité Árabe contra los nuevos inmigrantes y su iniciativa de asentamientos. Y desde entonces ha habido numerosos ejemplos.
El esfuerzo por retardar la acomodación política siempre ha tenido un sentido perfecto, como las mentiras que lo acompañan sobre cómo “no existe un socio para la paz.” Cuesta pensar de otra manera de apoderarse de tierras si no eres bienvenido.
Motivos similares subyacen la preferencia de Israel por la expansión por sobre la seguridad. Su violación del cese al fuego del 4 de noviembre de 2009 es uno de muchos ejemplos recientes.
Una cronología de Amnistía Internacional informa que el cese al fuego de junio de 2008 había “logrado enormes mejoras en la calidad de vida en Sderot y otras aldeas israelíes cerca de Gaza, donde antes del cese al fuego los residentes vivían en el temor del próximo ataque palestino con cohetes. Sin embargo, cerca de ahí, en la Franja de Gaza, subsiste el bloqueo israelí y la población ha visto hasta ahora pocos dividendos del cese al fuego.” Pero los logros para la seguridad de las localidades israelíes cerca de Gaza son evidentemente sobrepasados por la necesidad sentida de disuadir de acciones diplomáticas que pudieran impedir la expansión de Cisjordania, y de aplastar toda resistencia restante dentro de Palestina.
La preferencia por la expansión por sobre la seguridad ha sido particularmente evidente desde la aciaga decisión de Israel en 1971, respaldada por Henry Kissinger, de rechazar un tratado total de paz del presidente Sadat de Egipto, sin ofrecer nada a los palestinos – un acuerdo que EE.UU. tuvo que aceptar en Camp David ocho años después, después de una guerra mayor que fue casi un desastre para Israel. Un tratado de paz con Egipto habría terminado cualquier amenaza importante para la seguridad, pero había un quid pro quo inaceptable: Israel hubiera tenido que abandonar sus amplios programas de asentamientos en el noreste del Sinaí. La seguridad era una prioridad menos importante que la expansión, y lo sigue siendo.
Evidencia sustancial para esta conclusión básica es suministrada en un estudio magistral de la seguridad y política exterior de Israel de Zeev Maoz, “Defending the Holy Land.”
Actualmente, Israel podría tener seguridad, normalización de relaciones, e integración a la región. Pero es muy obvio que prefiere la expansión ilegal, el conflicto, y el ejercicio repetido de la violencia, acciones que no sólo son criminales, asesinas y destructivas sino que erosionan su propia seguridad a largo plazo. El especialista militar y en Oriente Próximo estadounidense, Andrew Cordesman, escribe que mientras la fuerza militar de Israel puede seguramente aplastar a la indefensa Gaza, “ni Israel ni EE.UU. pueden ganar con una guerra que produce una reacción [amarga] de una de las voces más sabias y moderadas en el mundo árabe, el príncipe Turki al-Faisal de Arabia Saudí, quien dijo el 6 de enero que 'El gobierno de Bush ha dejado [a Obama] un legado repugnante y una posición temeraria hacia las masacres y el derramamiento desangre de inocentes en Gaza… Basta ya, hoy somos todos palestinos y buscamos el martirologio por Dios y por Palestina, siguiendo a los que murieron en Gaza'."
Una de las voces más sabias en Israel, Uri Avnery, escribe que después de una victoria militar israelí: “Lo que quedará marcado a fuego en la conciencia del mundo será la imagen de Israel como un monstruo manchado de sangre, listo en todo momento a cometer crímenes de guerra y no dispuesto a acatar ninguna limitación moral. Esto tendrá severas consecuencias para nuestro futuro a largo plazo, nuestra reputación ante el mundo, nuestra posibilidad de lograr la paz y la tranquilidad. A la larga, esta guerra es también un crimen contra nosotros mismos, un crimen contra el Estado de Israel.”
Hay buenos motivos para creer que tiene razón. Israel se está convirtiendo deliberadamente en lo que posiblemente sea el país más odiado del mundo, y también está perdiendo la lealtad de la población de Occidente, incluidos los judíos estadounidenses más jóvenes, quienes probablemente no toleren durante mucho tiempo sus persistentes y horribles crímenes. Hace decenios, escribí que los que se llaman a sí mismos “partidarios de Israel” son en realidad partidarios de su degeneración moral y su problema destrucción en última instancia. Lamentablemente, ese criterio parece más y más plausible.
Mientras tanto observamos en silencio un evento raro en la historia. Lo que el difunto sociólogo israelí Baruch Kimmerling llamó "politicidio," el asesinato de una nación –a nuestras manos.
URL: http://www.zcommunications.org/znet/viewArticle/20316
Tomado de: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=79736
Noam Chomsky sobre Israel y Gaza en Youtube (en ingles):
http://www.youtube.com/watch?v=30X2tYUGK_8
http://www.youtube.com/watch?v=0DqgVHn7TiQ&feature=related
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