Crisis o tragedia... ser o no ser del pueblo puertorriqueño, segunda parte.

La virtud de la justicia consiste en la prudencia.
Aristóteles.

Hoy jueves 15 de octubre escrita (*) un valiente pasaje de nuestra historia en la que nos unimos puertorriqueños de todos los partidos políticos e ideologías, de todas las creencias religiosas y valores culturales, de todos los confines de nuestras islas e inclusive nuestros hermanos y hermanas que viven fuera de nuestras costas y playas, redacto con tonos graves y firmes lo que percibo es el consenso del Pueblo. Este es el sentir que he recogido de estadistas decepcionados, autonomistas e independentistas perseguidos, trabajadores y trabajadoras agredidos, de pobres olvidados y marginados, de la juventud a quienes pretenden robarle descaradamente su derecho a tener su futuro de justicia. Me atrevo a hablar en nombre de todos sabiendo de entrada que todos somos los autores de este lamento boricua moderno y a la vez autores de este grito panorámico, grito de todo Puerto Rico.

Esta concentración de masas, esta unidad del pueblo y la concreción de este momento definitivo y definitorio de la historia de Puerto Rico con justa indignación unánimemente ha resuelto denunciar la traición del gobierno de Luis Fortuño y apoyar la Resistencia hasta el fin siendo el único fin aceptable la justicia. Con miras a superar la presente crisis nos permitimos presentar la esperanza de que todos los partidos y grupos políticos, todos los que participan en la Resistencia y todos nuestros compatriotas podamos caminar juntos, solidarios y unidos hacia ese horizonte de justicia.

Proponemos:

Que todo el país denuncie a Luis Fortuño ya que ha congregado a su logia de beneficiados del dolor del pueblo, ya que ha traicionado a la patria en la medida que ha puesto sus intereses personales por encima de todo incluyendo sus propios intereses de partido, se ha convertido en enemigo de los trabajadores y los pobres firmando un pacto para poner la isla en bandeja de plata en manos de los ricos, todos los compatriotas de todas las ideologías debemos exigir su renuncia por que ha faltado de manera fundamental a su juramento de defender su pueblo por encima de todo y a respetar la Constitución la cual ha violado consistentemente.

En nuestra historia tenemos hoy un grupo de exigua minoría que llamamos y serán tristmente recordados como los fortuñistas que de ninguna manera ni modo son equivalentes a los estadistas honestos y que ni siquiera representan verdaderamente al Partido Nuevo Progresista. Han accedido al poder mediante truco, mentiras y engaño. Este grupo no persigue ideales ideológicos, buscan ganancias y riquezas de maneras deshonestas y basados en falsedades. Este grupo no tiene agenda política legítima y abierta, tiene un programa de saqueo, rapiña y acomodo de sus intereses personalísimos y privados. Este grupo comandado por Luis Fortuño han secuestrado el gobierno, han violado el Estado de Derecho y lo han hecho a espaldas de los electores que votaron en las pasadas elecciones.



Sin embargo, con lo anterior nos referimos no solo a los fortuñistas declarados sino también a los encubiertos. Estos últimos se apoderan astutamente de los puestos clave y se pavonean ufanos por las calles, o trabajan en la sombra, infiltrándose en todas las esferas de la vida. En realidad, los funcionarios corruptos forman parte de la pandilla de Fortuño. A menos que se despliegue una campaña nacional para denunciarlos, una campaña en el campo y en la ciudad, de arriba abajo, en la que sean movilizados todos los partidos, personal de gobierno, población civil, círculos periodísticos e intelectuales, la pandilla de fortuñistas nunca será erradicada, sino que proseguirá sus siniestras actividades, abriendo la puerta al enemigo del bien común y provocando la subversión en el país, lo cual causará incalculables daños. La pandilla de fortuñistas debe ser extirpada de toda autoridad gubernamental. Este es el primer punto que pedimos aceptar.

Fortalecer la unidad. Actualmente hay quienes no hablan de unidad. Se ha desechado el principio de la unidad y se ha introducido la cuña de la ruptura. Mas, las intenciones son claras para cualquier persona de la calle. La unificación se basa en la Resistencia y no en la capitulación, en la unidad y no en la ruptura, en el progreso para todos y no en el retroceso. Una unificación basada en estas tres condiciones -- Resistencia, Unidad y Progreso para todos -- es la unificación verdadera, racional y real. Buscar la unificación sobre cualquier otra base. En el trato con la gente, hay que proceder con sinceridad, sin ninguna hipocresía, hay que actuar con generosidad y desterrar toda mezquindad. Si las cosas se hacen realmente de este modo, todos, excepto quienes tienen motivos ocultos, se unirán y tomarán la senda de la unificación nacional. Es una verdad irrefutable que la unificación debe estar basada en la unidad y ésta, a su vez, en el progreso más amplio, y que sólo el progreso de todos puede conducir a la unidad y sólo la unidad, a la unificación.
 











Reinstalar el gobierno constitucional. Los largos y nefastos efectos del régimen de excepciones que ha implantado la Ley 7 y sus ramificaciones no han dado ningún resultado positivo y legítimo. Una cosa llevada al extremo se convierte en su contrario; de ahí que la instauración de un régimen constitucional esté ahora en el orden del día. Porque no hay libertad de palabra, de pensamiento, de expresión ni de reunión y libre asamblea, hay en efecto una proscripción de las libertades civiles, de los partidos políticos y organizaciones opositores y por todas partes imperan las actividades anticonstitucionalistas. La Constitución en estas condiciones no es más que un pedazo de papel, y el régimen constitucional agredido por la Ley 7 no se distingue en nada de la dictadura y la tiranía. Ahora, cuando se presenta una profunda crisis nacional, cuando los fortuñistas nos hostigan por querer expresarnos e intentan dividirnos, nuestra existencia como pueblo corre grave peligro, a menos que haya un cambio de política. El gobierno debe levantar inmediatamente la proscripción de la garantías constitucionales y comprometerse a honrar los derechos adquiridos del pueblo, llegó el momento de estimular la libertad, de demostrar sinceramente y llevar a efecto el régimen constitucional en la realidad cotidiana y para todos. Nada es más urgente para ganar la plena confianza del pueblo y forjar un nuevo destino para la nación.

Desde que, se introdujeron las "Medidas extrordinarias", ha resonado en todo el país un grito por restringir y combatir al déspota y su séquito, estos han respondido con agresiones y violencia, se han producido, uno tras otro, incidentes trágicos y lamentables. Como si esto fuera poco, hoy nos enfrentamos a un gobierno que prefiere atacar al pueblo con sus brazos armados y amparados en un sistema de injusticias procesales. La gente dice, no sin fundamento, que de las "restricciónes políticas" ya se ha pasado a la "restricción militar". Restringir al pueblo equivale a subyugar a Puerto Rico. He aquí por qué las masas se encuentran alarmadas y se han puesto en marcha. Las cosas han ido ya bastante lejos. Si no se pone término inmediatamente a tales políticas represivas y opresivas, estamos condenados al desastre, y ¿que esperanza habrá entonces para Puerto Rico?

Proteger al pueblo. Recientemente se ha establecido un sistema de tiranía y estamos sometidos a torturas mentales y físicas y tratados como delincuentes por meramente querer la justicia social, por solidarizarnos con los más afectados, los despedidos y desplazados. Nuestra situación es tan trágica que la gente se ha horrorizado al conocer lo que el gobierno pretende que aceptemos. ¿Qué crimen han cometido los empleados del estado para merecer tanta crueldad? Las clases trabajadoras son la flor y nata de la nación y la juventud, en particular, constituye nuestro tesoro más preciado. Todos deben gozar de las más amplias libertades y la convicción de que sus vidas son preciadas; las ideas y los deseos de vivir dignamente no pueden ser suprimidas por la fuerza bruta y los intereses mezquinos de una minoría exigua. El gobierno debe dictar inmediatamente una orden para todo el país de protección a los empleos y la juventud, supresión y estricta prohibición de los intentos de rapiña y saqueo de Puerto Rico y sus habitantes en todos los lugares y todos los sectores sociales.













Apoyemos la Resistencia. No obstante el rechazo generalizado, bribones inescrupulosos denigran a sus anchas y mediante mentiras y el uso constante de informaciones viciadas o incompletas, mediante incontables y absurdas calumnias que emiten contra quienes se oponen al gobierno. Cada vez con más descaro, se hacen falsas acusaciones y se urden intrigas que nos alejan de los plenos derechos constitucionales. Es absolutamente intolerable este estado de cosas, que apaga el ardor de nuestro pueblo y sofoca sus esperanzas. Hay que prohibir rigurosamente las calumnias y acusaciones de los bribones.

Suprimir el uso de las fuerzas del estado para sojuzgar al pueblo. Son tales los desmanes y actos de agresiones y violencia que la gente lo compara con el fascismo. En lugar de defender al pueblo, se ensañan en nuestros propios compatriotas, cometen un caldo de cultivo de la traición. Nada infunde al pueblo tanto terror y odio como este sistema de indefensión e ilegitimidad rampante.

Destituir a los funcionarios corruptos. Desde el comienzo del gobierno de Luis Fortuño, todo, sin excepción, se ha convertido en oportunidades de hacer dinero para los funcionarios corruptos y los grandes intereses. Con tal manada de lobos sueltos por todo el país, no hay que asombrarse de que los asuntos del Estado se hallen en una situación caótica. El pueblo bulle de descontento y de ira, hay que denunciar la crueldad de estos funcionarios. A fin de salvar al país del colapso, deben adoptarse inmediatamente medidas enérgicas y eficaces para barrer a todos los funcionarios corruptos de este gobierno que ha justificado de miles maneras un sistema corrupto en su esencia ya que es el gobierno para pocos, poquísimos, demasiados pocos a expensas de demasiados muchos.



Los funcionarios privan al pueblo de todos los derechos democráticos; se hacen de la vista larga ante los sufrimientos del pueblo, lo que equivale a abandonar al pueblo. Tales personas toman los principios democráticos sólo como un estribillo y ridiculizan a aquellos que aplican seriamente estos principios llamándolos entrometidos, o los castigan con rudeza. De este modo, han surgido toda clase de fenómenos absurdos e injustos. Ahora, cuando el gobierno está intensificando su agresión contra el pueblo, no callaremos y hemos de expresar con voz fuerte nuestras profundas inquietudes sobre los problemas que, sabemos, son cruciales. Conscientes de la urgencia de estos problemas, hemos expresado nuestros puntos de vista, sabemos de antemano que reflejamos el sentir y las preocupaciones sinceras de la inmensa mayoría del pueblo incluyendo personas de todas las ideologías y creencias.

Ningún apoyo se merece el gobierno de Luis Fortuño; ha quedado desenmascarada la completa falsedad de todas sus promesas. Desenmascarar a este gobierno, que es un gobierno de saqueadores es un imperativo fundamental, constitucional y moral.

(*) Escrito la noche anterior. ROF