martes, 11 de febrero de 2014

En búsqueda de una filosofía para la crisis económica: postulando el tantum cuántico...

La elección de un ancla depende del tamaño y tipo de su barco, 
y el clima que suele encontrar, 
aunque siempre se debe estar preparado para lo peor, 
la verdadera prueba siempre vendrá en las peores condiciones adversas.
(Consejo de marino)
Tanto (tal) como necesario, o, ya que es necesario, es una traducción libre del principio ignaciano "tantum cuántico". Si la motivación, los medios o las consecuencias no son buenas, la "tantum cuántica" postula que no lo hagas. Como una expresión popular dice: "el fin no justifica el medio". Varios medios pueden emplearse para lograr un objetivo particular, no podemos valorar los medios igualmente. Algunos de los medios pueden ser superiores a otros y algunos otros fáciles y prácticos. Si estamos atrapados por los medios mientras evaluamos una propuesta, entonces podemos perder el objetivo de discernir los medios más adecuados que nos llevarán al cumplimiento de la meta.
Como somos humanos, existen prejuicios y nociones preconcebidas que controlan la selección de los medios para alcanzar la meta. Nosotros podemos sujetarnos a ciertos medios (afinidades, lealtades), que, en lugar de llevarnos a la meta, sólo pueden distraernos y nos distancian de las mejores alternativas, procesos o rutas. Aquí lo más importante es la convicción en cuanto a lo que realmente queremos. Si nos gustaría tener una experiencia de la selva, no nos debemos perder en los detalles de un árbol en particular. Pero si los medios se convierten en la principal preocupación, entonces es una indicación que no damos suficiente importancia a la meta. Puede ser difícil para nosotros elegir lo que significa que no estamos exentos de 'exorbitantes adjuntos', que pueden obligarnos.
San Ignacio de Loyola describe este discernimiento sobre cómo utilizar nuestras facultades hacia nuestras metas mediante el empleo de la actitud de tantum cuántica. "Estamos para usarlos en cuanto [tantum cuántica] que nos llevan a nuestro fin último y deshacernos de ellos en cuanto [tantum cuántica] nos obstaculizan en la búsqueda del fin para el cual fuimos creados".
La vida de San Ignacio se centraba notablemente. 
Los retos de nuestros días son sin duda diferentes a los del siglo XVI; pero son, creo, análogos. El siglo XVI, como la actual, fue una época de rápido y radical cambio cultural. Fue testigo de la subida del humanismo antropocéntrico, el nacimiento del estado secular y la autonomía de lo social y las ciencias físicas.
La característica clave de la espiritualidad ignaciana es que se conoce como una espiritualidad práctica.
En una nota obligada de actualización destacamos que el actual Papa Francisco es por cierto el primer jesuita en ser seleccionado para dirigir la Iglesia Católica y podemos observar, hasta desde lo temprano en sus desempeños, variantes sustanciales en la forma, manera y contenido, digamos, social y humanista de su papado. Es de especial interés su mensaje de apertura, tolerancia a la vez que de clara denuncia de aspectos, vamos, deshumanizantes de la economía global.
El siglo XVI registró experiencias tempranas de la globalización. Fue la gran edad del descubrimiento: preferir antes de la queja, construir. La educación popular estaba en pleno apogeo. Aprovechando el nuevo deseo de aprender, Ignacio rápidamente se dedicó a fundar escuelas, colegios y seminarios. Los esfuerzos educativos de los jesuitas se cuentan entre sus mayores servicios. Desde el momento en que lanzaron su primera escuela en 1548, los jesuitas han creído que una educación de calidad es el mejor camino para vidas significativas de liderazgo y servicio. Han comprendido que las artes liberales, las naturales y las ciencias sociales y las artes escénicas, unido a todas las otras ramas del conocimiento, eran un medio poderoso para desarrollar líderes con el potencial para influenciar y transformar la sociedad.
La educación como un llamado a la excelencia humana: para el máximo desarrollo posible de todas las cualidades humanas. Es un llamado al pensamiento crítico y los estudios, un llamado a desarrollar toda la persona, mente y corazón, intelecto y sentimientos.
La pedagogía ignaciana incorpora cinco elementos claves de la enseñanza: contexto, experiencia, reflexión, acción y evaluación.
Contexto - ¿qué necesita ser conocido sobre medio ambiente, trasfondo, comunidad y potencial?
Experiencia - ¿cuál es la mejor manera de participar en el proceso?
Reflexión - ¿cómo entender el problema o la situación más profundamente? Aquí se utilizan memoria, comprensión, imaginación y sentimientos a captar el significado esencial y valor para descubrir su relación con otras facetas del conocimiento humano y actividad y a apreciar sus implicaciones en la continua búsqueda de la verdad.
Acción - ¿cómo obligar a moverse más allá del conocimiento a la acción? Oportunidades que desafían la imaginación y la voluntad para elegir el mejor posible curso de acción del ejercicio por lo menos deben ser un paso hacia ese objetivo educativo aunque sólo conduce a nuevas experiencias, más reflexiones y acciones consecuentes dentro del área del tema bajo consideración.
Evaluación - ¿cómo evaluar el crecimiento?
Notemos en dicha estructura metodológica la misma relación racional que distingue el Método científico, notemos que el "misticismo" (valor espiritual) se consigna dentro de la lógica racional como fuerza de inspiración e integración a la cosmovisión y no como retranca o muro de contención ante el desarrollo del conocimiento. Es por lo tanto la fe para saber y conocer y en el análisis de los misterios y los problemas del mundo y la humanidad, la fe aplicada y creativa en que se puede inteligentemente concluir racionalmente debates e interrogantes.
El legado de San Ignacio de Loyola se fundamenta en el establecimiento de la Orden de los jesuitas y se ha perpetuado especialmente mediante la función social de dicha orden y su insistencia en crear escuelas y universidades que la vasta mayoría existen al día, tras siglos de existencia, como instituciones educativas destacadas. 
Es igual su legado, presente en su vida y obra, ciertas características claves: 
Discernimiento: Ignacio era un maestro de la vida práctica y el arte de la toma de decisiones. Se distinguió cuidadosamente entre fines y medios, la elección de los medios más adecuados para lograr el fin a la vista. En el uso de los medios que aplica consistentemente el principio al que hemos dedicado este escrito: "tantum quantum ", en cuanto ayude, pero no más. A este respecto enseña la disciplina de la indiferencia, en el sentido de desapego de todo lo que no se ha de buscar por sí misma (lo superfluo o innecesario). 
Adaptabilidad: Ignacio siempre prestó mucha atención a los tiempos, lugares y personas y se encargó de elaborar leyes generales de una manera tal que permitan la flexibilidad en la aplicación. 
El respeto de las capacidades humanas y naturales: Aunque Ignacio se condujo principalmente en los medios espirituales, tuvo en cuenta las capacidades naturales, el aprendizaje, la cultura y las costumbres como dones para el servicio de Dios. Por este motivo, mostró un gran interés en la educación.
Es el principio subyacente del "Tantum Quantum", que lo que puede funcionar es adoptado y evaluado mientras que lo que resulta ineficaz se descarta.
Hobbes y el cuantum tántico.
La naturaleza, según Hobbes, no une y armoniza, sino que divide y se dispersa, para que los individuos se unan colectivamente debe ser no por cualquier relacionalidad inherente, sino sólo por restricción (normas) — como los enlaces de los átomos por las fuerzas en un cuerpo material, los sujetos se entrelazan por la voluntad de la sociedad política. 
Hobbes dice que "cantidad" se refiere a lo que está representado por lo que respondemos: la respuesta a quantum est [cuánto] no es magnitud o cantidad, pero tantum, cómo, como el "cuantum tantum" sugiere, cantidad para Hobbes es un término relacional, lo que quiere decir que la cantidad es siempre definida por las relaciones implicadas.


El análisis cuántico puede ser la clave para resolver algunos de los problemas científicos más difíciles. 
(NASA y Google)