Desde este punto de vista, la idea de necesidad puede ser objeto de análisis cuantitativo:
la pregunta ¿cuánto es suficiente? en relación con cada organismo del sistema puede ser contestada identificando las variables fundamentales que precisa para automantenerse y los umbrales máximos y mínimos para cada variable por encima o debajo de los cuales ese automantenimiento no es posible y la integridad-identidad del organismo desaparece.
La idea de umbral máximo, desde la perspectiva ecológica, adquiere una importancia fundamental, sobre todo de cara a la visión antrópica de necesidad en su versión más extrema acuñada por la sociedad de consumo, que ha privilegiado la atención exclusiva a la superación de los umbrales mínimos. En efecto, frente a una determinada visión mecanicista dominante que, una vez identificado un recurso como necesario, aboga por maximizar su consumo, la visión ecológica permite constatar que la estabilidad de los sistemas depende tanto de sus umbrales máximos como mínimos: el consumo excesivo de un determinado recurso por parte de un determinado organismo se salda en la escasez de dicho recurso en el futuro o, en caso de hipotética abundancia ilimitada del mismo, en el desequilibrio interno del organismo en relación con otras variables: el hartazgo del depredador disminuye su agilidad y lo hace más vulnerable frente a otros depredadores competidores. Esta misma eco-lógica impera en los ecosistemas mismos: el exceso de agua en un determinado suelo genera el arrastre y la lixiviación de sus nutrientes, disminuyendo su fertilidad, o incluso su desaparición como tal suelo. Esto es aplicable incluso en términos abióticos en relación con la geomorfología: una cantidad suficiente de agua puede contribuir a la estabilización de una pendiente mediante la creación de una cubierta vegetal; el exceso puede provocar el deslizamiento y el desplome.
Por otra parte, el conocimiento sobre los mecanismos de reproducción de los seres vivos nos ofrece una idea del concepto de despilfarro desde el punto de vista ecológico: podría asociarse este concepto con la teoría de la estrategia R, según la cual determinados organismos se aseguran la supervivencia como especie mediante la producción de una enorme cantidad de descendientes cuando las probabilidades de subsistencia de cada uno de ellos es muy baja, adoptando la estrategia contraria, la denominada K, consistente en producir muy pocos descendientes y protegerlos al máximo durante su periodo de crecimiento, cuando las condiciones son inversas. En el caso de los mamíferos, por otra parte, la fecundación de un óvulo se lleva a cabo mediante la producción de un número ingente de espermatozoides. Sin embargo, la constatación de que dichas estrategias, en las que parece imperar la desproporción entre medios y fines, son en realidad las que el sistema determinado precisa exactamente para su supervivencia, permite reinterpretar el aparente despilfarro como necesidad, es decir, como adecuación entre el organismo y las condiciones particulares del medio. Por otra parte, tal como señala Monod, esta heterogeneidad de estrategias es debida al carácter intrínsecamente azaroso (estocástico) del proceso de evolución de las especies, no a una necesidad en el sentido teleológico, tal como pretenden las visiones religioso-deterministas.
Cuanto más evolucionado el organismo, es decir, cuanto mayor es su complejidad sistémica, mayor es el abanico de necesidades que presenta, es decir, mayor es el número de recursos que necesita para su subsistencia y más heterogéneas las fuentes a las que debe acudir para satisfacerlos. Así, los requisitos del sistema nervioso de los mamíferos introducen nuevas necesidades que se superponen a las exclusivamente fisioquímicas del sistema vegetativo. Estas nuevas necesidades se controlan a través del sistema neuronal mediante los mecanismos de placer y dolor, que, al multiplicar el número de niveles y formas de interrelación del organismo con su medio, incrementa enormemente su versatilidad y su flexibilidad y, por tanto, su capacidad de adaptación a situaciones y estados diferentes. Existe así una relación directa entre capacidad de adaptación y abanico de necesidades: el precio de la flexibilidad es un incremento de la necesidad.
Este proceso alcanza su nivel máximo de complejidad en términos ecológicos con la aparición de la memoria y la imaginación al introducir la posibilidad de que los mecanismos de placer y dolor no actúen exclusivamente en función de los estímulos inmediatos del medio, sino de estímulos recordados o imaginados, es decir, estímulos existentes en un mundo, como es el mental, en el que los intercambios de materia y energía son mínimos. De acuerdo con la formulación anterior, esto supone un incremento exponencial del nivel de necesidades asociado al enorme incremento de la flexibilidad y la versatilidad de adaptación al medio que supone el cerebro humano como maquinaria de inusitada eficacia ecológica por su capacidad de operar en términos literalmente inmateriales.
Los niveles de la necesidad humana y la irrupción del deseo
De acuerdo con este incremento en los niveles de complejidad en la interacción con el medio, en el ser humano se superponen, pues, diversos niveles de necesidad que podrían agruparse en tres ámbitos principales: las necesidades exclusivamente fisicoquímicas comunes a todos los seres vivos, las necesidades derivadas de los mecanismos básicos de placer y dolor comunes a todos los mamíferos por el hecho de poseer un sistema diferenciado de control e interrelación con el medio como es el sistema nervioso, y las necesidades derivadas de la memoria y la imaginación, como productos emergentes del hiperdesarrollo del sistema nervioso en los homínidos que traducen y hace trascender los mecanismos fisiológicos de placer y dolor a un espacio nuevo e inmaterial como es el de la noosfera. En este ámbito nuevo de creciente complejidad, el cerebro humano se transmuta en psique y las necesidades se hacen emocionales y psicológicas, dando lugar a un concepto puramente antrópico como es el de deseo.
Estos tres ámbitos, naturalmente, no están regidos por una interrelación simplemente jerárquica, puesto que el sistema cuerpo-mente humano opera como un continuum en el que los procesos fisico-químicos son los que hacen posibles los procesos mentales y en el que, a su vez, los procesos mentales, a través de las emociones, generan procesos fisicoquímicos, disparando un ciclo de retroalimentación que liga indisolublemente el mundo inmaterial con el mundo de la materia y la energía.
Es esta irrupción del mundo inmaterial en el ámbito de las necesidades en la forma de deseos la que dificulta la aplicación del análisis meramente cuantitativo en el caso de los seres humanos y, a su vez, es esta dificultad la que, sesgadamente interpretada, se usa habitualmente como argumento para justificar el mito de que los deseos y necesidades del ser humano son ilimitados, un mito claramente instrumental para un modelo organizativo basado en el incremento del consumo. La aplicación mecánica de este mito, enfrentada a la constatación de la limitación de los recursos materiales y energéticos, conduce inevitablemente a la consideración de dos únicas opciones: desde una perspectiva solidaria, a la insatisfacción colectiva de un creciente número de necesidades y deseos, es decir, la austeridad obligada como frustración de los deseos; desde una perspectiva insolidaria, a la lucha sin cuartel por la posesión de los escasos recursos disponibles para la satisfacción de los deseos y necesidades de un número decreciente de seres humanos.[1]
Al poner en evidencia estos dos errores de concepto, el paradigma ecológico nos permite romper el nudo gordiano, ampliando el número de opciones con el que hacer frente a la creciente escasez de recursos, aunque el factor tiempo incremente progresivamente el carácter de reto de estas opciones.
Frente al primer error, el enfoque ecológico opone la idea de que todos los procesos de interrelación entre los organismos y el medio se mueven entre un umbral mínimo y un umbral máximo, de tal modo que, aunque algo sea bueno, un exceso de lo mismo puede ser peor.
Frente al segundo de los errores, la visión ecológica demuestra que para la satisfacción de una misma necesidad, entendida en términos ecológicos como la consecución de un estado final determinado, existen diversos medios de satisfacerla, es decir, existen varias vías que conducen al mismo estadio final: el proceso de sucesión ecológica que conduce a un clímax climácico similar a partir de condiciones edafológicas, climáticas y geomorfológicas diferentes constituye un ejemplo. Naturalmente, cuanto menos compleja es la relación entre necesidad y medio de satisfacerla, menor es el número de vías posibles o más estrecha la franja de valores que puede adoptar la variable que represente dicho medio de satisfacción. Cuanto más simple el organismo, menor es, pues, el número de opciones de autorregulación y mayor su vulnerabilidad como unidad individual, y, por tanto, las estrategias de supervivencia de la especie han de basarse en incrementar el número de individuos o la amplitud de la franja de valores admisibles de las variables implicadas.
Rompiendo el nudo gordiano: el concepto de satisfactor
Acuñado por Max-Neef y Elizalde, el término satisfactor para referirse sintéticamente a cada medio concreto para satisfacer una determinada necesidad es de una gran utilidad para incorporar esta visión ecológica al ámbito específico del ser humano. De acuerdo con esta terminología, para cada necesidad establecida existirían varios satisfactores, cada uno de los cuales, a su vez, llevaría asociadas redes de interrelaciones diferentes entre el organismo en cuestión y el medio y, por tanto, diferentes cadenas de impactos y diferentes niveles de consumo de recursos. La posibilidad de sustituir unos satisfactores por otros en relación con una necesidad u objetivo determinados y en función de sus diferentes niveles de impacto sobre determinadas variables, permite ampliar enormemente el margen de maniobra colectivo, es decir, multiplica los grados de libertad del sistema y por tanto su autonomía y su capacidad autopoiética.
Aplicado a los tres ámbitos de necesidad anteriormente identificados en relación con el ser humano, el concepto de satisfactor nos permite aventurar la siguiente formulación: cuanto más avanzamos en complejidad a través de estos tres ámbitos, mayor es el número de satisfactores identificables y más difícil resulta su traducción a términos exclusivamente cuantitativos. Al mismo tiempo, esta formulación, que desagrega fines y medios en relación con la idea de necesidad, permite constatar que en cada uno de los niveles, sin embargo, las necesidades identificables como básicas pueden formularse de manera sucinta y manejable.
Así, en el ámbito de los procesos físico-químicos, el número de satisfactores precisos para asegurar la necesidad básica de conservación del organismo viene impuesto por la lógica estricta de los flujos de materia y energía que caracterizan la vida. La cantidad de calorías que necesita un organismo humano para mantener sus constantes vitales se mueve dentro de una franja finita de valores, aunque sea relativamente abundante el número de alimentos y combinaciones de alimentos que permiten mantener la dieta dentro de dicha franja de valores. Del mismo modo, la franja de temperaturas dentro de las cuales es posible la vida humana se mueve entre umbrales sólo superables mediante aportaciones exógenas. A este nivel fisico-químico es posible establecer, pues, franjas de valores determinados que contemplen adecuadamente las variaciones entre los individuos de la especie humana y, como se observa desde la perspectiva de la ecología social, es posible conseguir consensos basados en criterios objetivos que permitan de forma más o menos fácil la sustitución de unos satisfactores por otros.
El siguiente nivel, el correspondiente a los mecanismos básicos de placer y dolor asociados al sistema nervioso, característicos de los mamíferos, está estrechamente ligado al anterior, del que supone un desarrollo evolutivo. El placer y el dolor no son, en términos cibernéticos, sino mecanismos de control y protección asociados a los flujos físico-químicos y destinados a incrementar la autonomía y la flexibilidad del organismo en sus interacciones con el medio: las sensaciones de placer o dolor asociadas a la temperatura, por ejemplo, no son sino indicadores internos de los umbrales de seguridad del organismo, que puede moverse así en un mayor número de medios diferentes. Determinados olores o sabores son codificados por el sistema nervioso de los mamíferos como indicadores de peligro[2].
Sin embargo, como tales mecanismos, tienen una lógica propia emergente, ajena a la físico-química, que se mueve en torno a una necesidad básica consistente en maximizar el placer y minimizar el dolor. Dentro de esta dicotomía placer-dolor se desarrolla a modo de cualidad emergente el universo de lo emocional, donde operan el deseo, el afecto, la pasión como puente directo con la esfera de lo mental o noosfera. El placer sexual asociado al apareamiento, al margen de la función de reproducción, o el papel de la gastronomía en relación con la alimentación, son los ejemplos más evidentes.
El hecho de que esta lógica esté basada precisamente, como hemos mencionado, en la función de hacer frente a un mayor número de situaciones, estados y medios por parte del organismo, hace que el número de satisfactores se multiplique enormemente, así como el rango de variaciones entre los individuos y colectivos de la especie: ya hemos visto que para conseguir la ingesta del número de calorías necesario para el organismo humano existe un amplio número de alimentos y combinaciones de alimentos posibles: la función de placer de las papilas gustativas humanas, a su vez, multiplica las posibilidades de tratamiento y preparación de los alimentos. A este nivel, sin embargo, se incrementan las dificultades de cuantificación de los umbrales implicados en el caso de cada satisfactor y, por tanto, la posibilidad de llegar a consensos basados en criterios puramente objetivos unívocos, por mucho que sea lo que hay escrito ya sobre gustos.
Esta dificultad de cuantificación llega al máximo cuando nos introducimos en el último nivel, el correspondiente a la noosfera, donde la memoria y la imaginación, características emergentes del cerebro humano, respondiendo al mismo tiempo a las solicitaciones de los anteriores niveles relacionados con el sistema vegetativo y el nervioso, operan sin límites con un mínimo coste metabólico. Las necesidades básicas a este nivel pueden reducirse a la de mantener la autoconciencia y la identidad de cada individuo a lo largo del tiempo y la de posibilitar la socialización, es decir, la interrelación del individuo con los restantes miembros de la especie de cara a su autoorganización colectiva. Sin embargo, los mecanismos de memoria e imaginación, al igual que ocurría en el anterior nivel con los del placer y el dolor, operan con una lógica propia emergente que genera un salto cualitativo de la idea de necesidad a la deseo. Para operar con la idea de deseo, sin embargo, se mantiene la utilidad del concepto de satisfactor. En efecto, al igual que para cada necesidad básica identificada, para cada posible deseo se puede formular una batería de satisfactores aplicando diversas opciones y lógicas de uso en función del contexto, el medio y los recursos disponibles.
La necesidad de la política
La anterior exposición nos permite entender la potencia de esta formulación de cara a la resolución de la falsa dicotomía antes enunciada entre austeridad frustrante y reparto desigual como únicas opciones frente a la crisis de los recursos. En efecto, al convertir en variables una gran parte de los datos de partida que en este momento se consideran como constantes, es decir, al redefinir como satisfactores solicitaciones que en estos momentos se presentan como necesidades invariantes desde la lógica de la sociedad de consumo, se multiplican considerablemente las posibilidades de utilización sinérgica de los recursos existentes, sin poner en cuestión las necesidades identificadas como básicas. Desde esta perspectiva, las opciones del tipo mejor con menos, o Factor 4 se ven reforzadas desde el punto de vista conceptual al ampliar su campo de acción más allá (o más acá) del recurso a la idea de eficiencia técnica. Por otra parte, esta formulación posee el valor añadido de ayudar a disociar la idea de austeridad de la idea de frustración del deseo, una asociación firmemente anclada en el imaginario colectivo de los países hiperdesarrollados.
La primera tarea que se impone a partir de esta formulación es doble: por una parte, identificar con claridad las necesidades básicas asociadas a cada uno de los tres niveles y, por otra, elegir aquellos satisfactores que respondan dichas necesidades con el menor impacto sobre el entorno. Y es en estas tareas donde tiene cabida el conocimiento experto, cuya función es identificar de forma adecuada las redes de relaciones entre necesidades básicas, satisfactores y recursos, con el fin de ayudar a la adecuada selección. Paradójicamente, la importancia de este conocimiento puramente técnico disminuye a medida que se que se incrementa el nivel de complejidad del sistema implicado (vegetativo, nervioso, mental) debido precisamente a la creciente dificultad de establecer mecanismos de identificación de umbrales en función de criterios objetivos unívocos y en relación con los satisfactores. En términos sintéticos, la voz técnica debe perder volumen a medida que recorre la distancia entre la necesidad y el deseo.
Y así, la tarea principal desde el punto de vista de la especie humana, que aparece a la luz de esta formulación, es literalmente política y consiste en poner en marcha mecanismos para la elección colectiva de aquellos satisfactores que, sin poner en riesgo el adecuado mantenimiento de las variables metabólicas y vegetativas básicas, es decir, sin generar impactos en el entorno que hagan crecientemente difícil tal mantenimiento, y haciendo disminuir el nivel general de sufrimiento de la totalidad de seres humanos presentes y futuros, respondan de la forma más placentera posible al mayor número de deseos y anhelos generados desde la memoria y la imaginación en el ámbito de la noosfera.
Naturalmente, una de las mayores dificultades para llevar a cabo esta tarea es la carga profundamente adictiva inherente al modelo de consumo dominante, cuya lógica exige el continuo incremento en el consumo de bienes y productos crecientemente banales y perecederos (obsolescencia programada) y la inducción de satisfactores (enmascarados como necesidades) en función de los intereses del mercado dentro de un marco de sobrecarga estimular (medios de comunicación y publicidad agresiva dirigidos a la fidelización del consumidor). La miseria de la vida cotidiana, interpretada como ausencia de significado, generada por este modelo contribuye a fortalecer el carácter adictivo de la relación entre el ser humano (noosfera-biosfera) y sus realizaciones (tecnoesfera). Este contexto dificulta enormemente el éxito de aquellos vectores de cambio que vinculen desde una visión laica y materialista conceptos como contención, austeridad, frugalidad con objetivos como calidad de vida, placer y belleza, pero resulta imprescindible instituir las bases de un nuevo imaginario hedonista concebido y construido desde la perspectiva ecológica.
Notas
[1]: Aquí habría que abrir un pequeño paréntesis referido a las necesidades del sistema económico dominante: se trata de nuevo de funciones emergentes derivadas de la propia lógica estructural del sistema, a las que no resulta en absoluto útil aplicar criterios morales o éticos. Al igual que el escorpión del conocido relato, la sociedad de consumo precisa ciertamente para su subsistencia de un consumo creciente de recursos y, también al igual que el contradictorio artrópodo, esas necesidades indudables le conducen inevitablemente a su autodestrucción.
[2]: Y de protección de la otra especie que genera el olor o el sabor; el sabor extremadamente dulce de determinados frutos constituye una estrategia ecosistémica por parte de las plantas fanerógamas para asegurar su reproducción aprovechándose de los mecanismo de placer gustativo de los mamíferos.
Escrito por Carlos Verdaguer Viana-Cárdenas - Madrid (España) http://habitat.aq.upm.es/boletin/n50/acver2.html
Todo el arte es del fascinante artista flamenco Manuel Martin Morgado. -Jerez (España)
http://fondonegro1.blogspot.com/
5 comentarios:
Existe la urgencia y la necesidad de un cambio a nuestro esquema personal y social.... Profundo y estimulante para ponderar. Gracias, Roberto. :)
La Oficina del Comisionado de Instituciones Financieras reportó que hay unas 35,000 hipotecas de casas en atrasos y la cantidad de referidos para ejecución llegó a la cifra récord de 17,933 casos. (Primerahora - 29.04.12)
"En Puerto Rico no se publica un índice de formación de hogares, pero la información recopilada anualmente por el Puerto Rico Community Survey, que se lleva a cabo bajo los auspicios de la Oficina del Censo, muestra una clara reducción en el número de hogares en Puerto Rico. Entre el 2006 y el 2008 la cantidad total de hogares en Puerto Rico se redujo ende 1,240,456 a 1,186,497, una reducción de 53,959 hogares, lo que es equivalente a un 4.35%. Esta merma en la cantidad de hogares apunta a una reducción en la demanda por vivienda.
Durante ese mismo periodo, sin embargo, la Junta de Planificación reporta que se construyeron unas 37,753 unidades nuevas de vivienda. En el 2006 se añadieron unas 15,529 unidades, en el 2007 otras 12,848, y en el 2008 unas 9,376 unidades más." (Marxuach/Director de Política Pública del Centro para la Nueva Economía)
http://www.christiansen-portela.com/blog/2010/08/mercado-de-vivienda-en-puerto-rico/
Descuadre en cifras de unidades existentes:
El total de viviendas vendidas se desglosa en 9,415 unidades existentes y 3,076 unidades nuevas, confirmó George Joyner, director ejecutivo de la AFV/ Autoridad para el Financiamiento de la Vivienda de Puerto Rico, entre septiembre 2010 y junio 2011. Según Joyner, un mercado..saludable para Puerto Rico es la venta mensual de 400 unidades... “Nos estamos manteniendo en la venta promedio de 300 propiedades..”, asegura.
El inventario de casas nuevas sin vender ha logrado descender en tres mil unidades...del total de 10,000 unidades que había el año pasado, quedan 7,000. (Primerahora - 13.05.11)
Sin embargo, según datos de Estudios Técnicos, la venta de cemento ha ido en marcado decrecimiento,..“Hay 8,200 propiedades construidas y listas para la venta...El inventario actual de unidades nuevas es alrededor de 10,000, el año pasado teníamos unas 2,000 unidades más”, el año pasado teníamos unas 2,000 unidades más”, declara Villamil (presidente de Estudios Técnicos). El precio promedio de las viviendas de nueva construcción, según Villamil, es de $175,000 por lo que todavía no se atiende efectivamente la vivienda de interés social. La venta de propiedades de menos de $90,000 fue de solo 2.5%. “Se construyeron viviendas donde no está la necesidad del País, que son las unidades de menos de $90,000..." (13.01.12)
Existen sobre 13,000 viviendas que los desarrolladores privados no han podido vender. (Departamento de la Vivienda)
La necesidad de vivienda de interés social en el período 2006 – 2010 es de unas 20,000 unidades anuales, unas 106,304 unidades. (Estudio del Mercado de Vivienda de Interés Social y los CHDOs en Puerto Rico)
La demanda total por unidades de vivienda, según estimada en el Demand for Housing: 2005-2009, es de 92,744 unidades o un promedio anual de 18,549. Este estimado no incluyó la demanda insatisfecha por vivienda de interés social acumulada durante el periodo de 2000-2005.
Datos económicos del Censo 2010 - Puerto Rico:
- 29.2 % de los hogares puertorriqueños vive con menos de 10.000 dólares anuales;
- 18.4 %, un total de 242.000 unidades, 2do grupo más numeroso, ingresa entre 15.000 y 25.000 dólares al año;
- 9.2 % entre 50.000 y 75.000 dólares anuales, 41.000 hogares, 3.1 por ciento, entre 75.000 y 100.000 anuales.
Pobreza con cara de mujer jefa de familia, viviendo alquilada:
Las mujeres en Puerto Rico constituyen el 51.9% de la población total y se estima que unos 62,968 hogares en PR están encabezados por mujeres solas, tasa de participación de la mujer en la fuerza laboral es de 36.6 en el año 2004, tasa de desempleo aumentó para las mujeres de 7.7 a 9.9. Ingreso mediano anual por tipo de familia: encabezadas por mujeres solas tenían un ingreso mediano de $10,047, 60.7% de las familias con mujeres solas, estaban bajo el nivel de pobreza. Número de mujeres jefes de familia en el año 2000 aumentó a 268,476. El número de hogares con jefa de familia mujer constituían el 26.7% del total de hogares en Puerto Rico.
(Oficina de la Procuradora de la Mujer)
Censo 2010: Sólo 7,600 familias generan ingresos de sobre $200,000 anuales, menos de 40,000 alcanzan los $100,000 o más; 239,275 familias, equivalente al 25 % de la población, reciben menos de $10,000 de ingreso anual y 484,807 familias, el 36.7 % está adcscrita al Programa de Asistencia Nutricional (PAN).
De acuerdo con el informe que preparó la empresa Insight Policy Research para el Departamento de Agricultura Federal en junio de 2010, las nuevas guías disponen que 721 mil familias puertorriqueñas son elegibles para el PAN en Puerto Rico. Sin embargo, más de 100 mil familias no se han acogido a los beneficios (teniendo el potencial y los criterios para hacerlo).
La realidad familiar y la realidad de la soledad en la isla:
El total de hogares en Puerto Rico aumentó a 1,376,531 según el Censo 2010 ó 115,206 hogares adicionales al Censo 2000. Sin embargo, en términos porcentuales, los hogares de familia se redujeron de 79.6 por ciento en el 2000 a 73.1 por ciento en el Censo 2010. Esto se debe casi en su totalidad a un aumento en el número de hogares no en familia (112,969) que representa el 98.1 por ciento del aumento. Los hogares no en familia donde solo vive una persona aumentó de 323,560 en el Censo 2000 a 327,560 en el presente Censo.
Puerto Rico 2012: un pueblo se va de su isla:
Censo 2010 en comparación con Censo 2000, cuando la población se calculó en 3,808,610 habitantes, se estima en 3,7560,000 la población, 52,000 habitantes menos, 1.4% del total de personas registradas hace diez años. La cifra es comparable con la población de municipios como Juana Díaz y Río Grande.
Puerto Rico pierde otros 19,000 habitantes en 2011, una baja de población mucho más grande que la de la pasada década, según los más recientes estimados del Censo federal.
Ojala i emigre otro millon. Mi realidad sera mas sensata, menos ruidosa i contaminada, i que por favor los ilegales vengan de donde vengan se vayan con ellos i se lleven sus vehiculos...Asi nos quedariamos con solo un millon de estos contaminando i haciendo ruido.
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