viernes, 15 de agosto de 2008

CARTA ABIERTA AL TRIBUNAL SUPREMO DE PUERTO RICO




Urge que se haga una reflexión que va más allá de los criterios jurídicos y aspectos procesales, una reflexión sobre la justicia que se merece el pueblo.

Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol. -Martin Luther King

Es necesario esperar que podamos hacer recapacitar a los que han tomado decisiones que atentan contra nuestro pueblo, aunque la esperanza tema ser frustrada, pues la esperanza misma constituye un logro, y su fracaso más horrible es colaborar con la extinción de un valor cultural de todos los puertorriqueños. Habrá y hay argumentos de doctrinas jurídicas, criterios de ciencia ambiental y exposiciones sobre las inconsistencias inaceptables asociadas a Paseo Caribe, pero inclusive sobre ese proceso de adjudicación procesal, por encima de todos esos argumentos hay una razón y una democracia que exige que se haga justicia. Ese es mi empeño, mi convicción y espero que así lo pueda plasmar, confío que en su justa y puertorriqueñísima dimensión lo entenderán.

Ha sido una lucha muy larga para que el Estado respete la necesidad de calidad de vida y que entienda que las decisiones legales se deben fundamentar sobretodo en el sentido común de todo el pueblo. El Viejo San Juan es una ciudad histórica por derecho propio. Este carácter de ciudad histórica no sólo impacta en San Juan, sino también en toda la isla. Por eso es importante proteger el patrimonio del Viejo San Juan, porque no es solamente para los citadinos, sino para todos los puertorriqueños. Hay mil maneras de luchar por la puertorriqueñidad y una de ellas es trabajar por acercarse lo mejor posible a la verdad histórica, lo que podríamos llamar, un combate por la historia, por nuestra historia que es nuestro derecho inalienable.

Las lecciones aprendidas de otras ciudades, como Beijing, donde la modernización ha destruido gran parte del carácter y del patrimonio arquitectónico de la ciudad, nos lleva a adoptar un enfoque basado en la conservación global del tejido característico de la ciudad histórica frente a planteamientos más fragmentarios y elitistas. La conservación del entorno cultural debe ir paralela a la conservación del entorno natural. La rehabilitación y restauración integral del patrimonio arquitectónico y del entorno cultural proporcionan un enfoque y unos resultados más efectivos que el planteamiento tradicional de la conservación histórica mínima. Se trata de proteger un espacio vivo donde se recrea parte de nuestro pasado y eso no se logra ahogándolo y aislándolo.

Conocida como una ciudad en la que sus ciudadanos han conservado la naturaleza y han transmitido una rica cultura tradicional, para mantener y elevar el valor del Viejo San Juan, la mera conservación de sus estructuras históricas, su cultura y sus tradiciones no es suficiente. Día a día, es preciso continuar impulsando el Viejo San Juan de los puertorriqueños, de todos los puertorriqueños, que las generaciones futuras puedan disfrutar una ciudad viva para siempre, una ciudad con sus recuerdos completos.

Hay un gran patrimonio mundial en el Viejo San Juan, de todos los puertorriqueños, que debemos defender y la conservación del área histórica del fortín San Jerónimo, por ejemplo, como lo plantean las herejías construccionistas de Paseo Caribe, escondido entre apócrifos moles desculturalizados y estereotípicamente comerciales, no es suficiente. El objetivo básico es conservar la extraordinaria herencia cultural de todo el litoral, escenario amplio de pasajes históricos y vía de llegada a la ciudad amurallada, es mantener el paisaje y la arquitectura construida al borde de la costa abierta y accesible. La conservación de la ciudad histórica impulsa el desarrollo de la industria turística pero también impulsa el orgullo nacional. En primer lugar, hemos, precisamente en esta lucha, concienciado a los ciudadanos sobre la importancia de valorar y conservar nuestra herencia cultural y estamos convencidos de que, con la colaboración y el esfuerzo de todos, nuestra estima propia como pueblo se realzará como fenómeno colectivo si logramos nuestro cometido, de todos no de una minoría, por eso urge que siga siendo dominio público y propiedad imperecedera de Puerto Rico para la eternidad.



La identidad constituye una estructura simbólica, distintiva e integradora, cuando es valorada positivamente genera y difunde sociabilidad, si por el contrario está cargada de representaciones negativas de exclusión social, nutre las tendencias de desarraigo, anomia y deseo de huida de un contexto espacial percibido como hostil y ajeno así, ante las desigualdades y conflictos internos, manifiestos o latentes se produce un desgarro del tejido social y una estigmatización de la propia comunidad, cuando de lo que se trata es de un espacio que es nuestro, de los puertorriqueños, que si lo defendimos ante los ataques de corsarios, ingleses y holandeses, y ni ahora ni nunca debemos entregarlo por ningún concepto mucho menos el avaro interés de capitalistas que buscan distorsionar nuestra realidad por el mero capricho de las ganancias de unos pocos.



Si bien la calidad de las labores de preservación del fortín, y la facilidad de acceso son aspectos importantes, no son suficiente para superar los sentimientos de vulnerabilidad y exclusión social que produce ver el emporio despuertorriqueñizado que lo asfixia. Los monumentos y lugares históricos responden a unos valores culturales, científicos, simbólicos, espirituales y religiosos. La conservación y protección de este patrimonio se debe hacer en armonía con el uso sostenible de los recursos naturales. Debemos exigir que se reconozca estos valores excepcionales en los que el entorno y el paisaje vital se deben preservar junto con la integridad de la estructura histórica.

El estado de salud de las estructuras sufrió por el abandono y ahora se produce una invasión de elementos extraños al carácter de la zona, debido a las intervenciones distorsionantes, incluso demoliciones de estructuras arqueológicas, por razones de desconstrucción de nuestra historia y de creación de exclusivos espacios privados. La preservación del valor cultural de la ciudad histórica, en este caso del litoral del fortín San Jerónimo, urge ser rigurosa en cuanto al patrimonio, como expresión viva de la convivencia colectiva de funciones múltiples, de habitantes de distinta y todas condiciones sociales.

La planificación de lo público se fundamenta en dos conceptos: razón y democracia, dos conceptos que se cruzan en la noción de racionalidad social, centro de gravedad de toda acción sobre el dominio público. Lo planteado en Paseo Caribe precisamente ultraja nuestra razón de ser como pueblo y violenta la democracia esencial de nuestra propiedad de dominio público. Ese fundamental razonamiento es esencialmente constitucional, es la ley suprema, es la soberanía expresa de Puerto Rico. Sobre eso no puede ni debe haber mayores estatutos y mucho menos articulados meramente comerciales.

Me gustaría destacar sobre todo que recuperar la verdadera dimensión histórica es imposible sin recuperar al mismo tiempo la complejidad de los procesos y la elaboración permanente del proyecto del litoral del llamado Parque San Jerónimo, y que no se puede manipular en su pluralidad y dimensiones haciendo parcelas aisladas para las élites. Significa sobre todo devolverle al tiempo del largo recorrido de nuestro pueblo un sentido acumulativo y enriquecedor, de maduración generadora o creativa, en vez de presentarlo como línea de destrucción y erosión social inevitable, como si el puertorriqueño careciera de memoria y como si estuviésemos como pueblo dispuestos a vender nuestro legado al diablo de las monedas.

Así pues, tiene prioridad indiscutible e impostergable la recuperación de la dimensión histórica completa del litoral, implique lo que implique.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ay Roberto! Esta cartelera sobre modernización vs. Patrimonio parece ser un mal diseminado en muchos países, pues nos llega con la sabana del neoliberalismo que arropa los más insospechados confines. Por eso, cada vez más, vemos emerger movimientos ciudadanos en defensa del patrimonio, una resistencia férrea en defensa de los valores históricos, culturales y con ellos de la misma dignidad social. Los políticos y gobernantes se han convertido en lacayos de las empresas multinacionales y todo lo que responda al poder económico y su dictadura; por eso estoy convencida que el verdadero agente de cambio está en la lucha comunitaria, en el movimiento civil.


El estado subestima la inteligencia ciudadana queriéndoles vender el cuento de que el progreso depende de la modernización urbana. Pero por otro lado estamos quienes sabemos que lo que se necesita es la revitalización de esos espacios y que ambos conceptos no son sinónimos. Cuando ellos hablan de revitalización hablan de la inversión privada correspondiente a los grandes intereses económicos, cuando la resistencia ciudadana lo hace, se refiere al potenciamiento de los recursos existentes. La modernización urbana atenta contra la historia y la tradición de los espacios en cuestión, pero como muy bien has planteado, el peligro es extensivo a todo el país y sus ciudadanos.
Dicen que la peor de las consecuencias de la corrupción es la desintegración social, pero ahora que te leo, y de hoy en lo adelante, sumare entre las nefastas consecuencias la desesperanza; porque el día que la misma impere en nuestra tierra se habrá desarmado y desalmado un pueblo.


Muy cierto lo que comentas de que antes la amenaza eran los corsarios y ahora lo es el capitalismo, o como les llama en República Dominicana, Narciso Isa Conde; “Los Atilas de la modernización”.

Un abrazo compañero,
Daritza Rodríguez-Arroyo

Anónimo dijo...

Señor: Me disculpa por no leer su entrada porque verdaderamente no tengo el tiempo, pero le solicito una respuesta a todos los que apoyan a los manifestantes en Paseo Caribe, y es al siguiente planteamiento: El desarrollador tiene permisos, que entiendo que ustedes alegan fueron obtenidos ilegalmente. ¿Por qué entonces protestan ahí? Atacan el síntoma y no la enfermedad. ¿Por qué no montan un “Campamento del Pueblo” en la sede de ARPE, la JP, o la agencia que concedió los permisos “ilegales”, exigiendo el despido de los funcionarios responsables de su concesión? ¿Por qué Tito Kayak no se trepa en el techo de los edificios donde radican las oficinas de estas agencias hasta que las mismas respondan? ¿Por qué no crean “Comités del Pueblo” que soliciten los documentos relacionados a todo permiso sospechoso para investigar el asunto, y exigir, con el mismo entusiasmo que demuestran ante Paseo Caribe, que despidan a los funcionarios responsables? Me parece que protestan en el lugar equivocado, y no atacan el problema de raíz. Gracias.

Roberto Ortiz-Feliciano dijo...

Saludos, anónimo de entrada quisiera consignar tu comentario lo que si le solicito es que cuando tengas tiempo por favor lee mi entrada porque verás que tal vez mis argumentos son interesantes.
Quisiera sin embargo atender algunos de los puntos de tu comentario, creo importante promover el intercambio honesto de ideas.
Solicitas una respuesta, a base de la premisa del hecho de que el desarrollador tiene permisos (lo del alegato de la ilegalidad de los permisos, sujeto a que procedan los procesos investigativos de rigor podrá dejar de ser un mero alegato, mientras no deja de ser impactante, entre otras cosas: primero ¿porqué mas de 400 permisos? segundo, la celeridad en la obtención de algunos de dichos trámites; tercero, ¿dónde se encuentran documentos como el DIA (Declaración de impacto ambiental), Carta de permiso del Instituto de Cultura y finalmente el consabido deslinde de la zona marítimo terrestre?
Luego procedes a hacer unas sugerencias, me imagino, que pueden tener visos de crítica sobre el Campamento del Pueblo, ARPE y grupos que exijan la documentación relacionada a la llamada permisología.
En lo referente al Campamento del Pueblo te invito a que pases por allá y converses con los compañeros que son con los debes hablar al respecto. Te sorprenderá lo atentos y abiertos al diálogo que son. Eso incluye tu comentario final del ‘lugar equivocado’.
Sobre ARPE, etc. y la raíz del problema, personalemnete no creo que ARPE sea la raíz como tal pero si estoy de acuerdo en que se investigue todo, repito, a todo y todos los concernidos y asociados a dicho proceso de hecho creo que producto de la moción de reconsideración, este debe ser uno de los ángulos en ser investigados.
¿Por qué entonces protestan ahí? Atacan el síntoma y no la enfermedad. ¿Por qué no montan un “Campamento del Pueblo” en la sede de ARPE, la JP, o la agencia que concedió los permisos “ilegales”, exigiendo el despido de los funcionarios responsables de su concesión?
Gracias y favor, te imploro, sacar tiempo para leer mi entrada.
pachi