Exhortación: La insistencia del gobierno en imponer medidas represivas y autoritarias como su programa para “combatir” el COVID-19 no genera confianza ni educa a nadie. El éxito de la vacuna depende de la comprensión no del mollero y las multas.
La salud es un tema de derechos humanos no de derecho penal, punto.
Es de conocimiento público que para lograr la inmunidad colectiva se requiere (eventualmente) que el 70% de la población sea vacunada. Son 2.240.000 individuos en Puerto Rico que deben vacunarse y les adelanto que ese reto requiere de nuevos enfoques, los bloqueos policiales y las multas no educan a nadie y lo que crean es adversidad.
Las preocupaciones sobre las vacunas han dejado a muchas personas totalmente reacias a vacunarse, mientras que otras han dicho que quieren esperar y ver cómo se maneja la primera ola de distribución de vacunas. Muchos de ellos temen que las vacunas destinadas a detener la propagación de COVID-19 sean perjudiciales.
Como resultado de sus conversaciones con pacientes y su propia experiencia médica, los profesionales de la salud saben lo que está escrito en la pared es que no estamos preparados para implementar esta vacuna en comunidades vulnerables.
Como resultado, a base de casi todas las métricas, ya sea el aumento del desempleo, la disminución del rendimiento académico o la exposición a condiciones preexistentes que ponen a una persona en mayor riesgo de enfermarse, el virus y sus consecuencias económicas a menudo han afectado desproporcionadamente a las personas socialmente desfavorecidas y marginadas más gravemente que otros grupos.
El impacto dispar de la pandemia ha alimentado la preocupación de que las comunidades pobres, que se encuentran entre los grupos más afectados por COVID-19, se estén quedando atrás; por lo tanto, garantizar que las comunidades pobres y otros grupos marginados tengan acceso al tratamiento y lo acepten es algo que los profesionales médicos dicen que es crucial para derrotar la pandemia.
Se destacan negativamente el impacto desigual en sectores de mayor edad (50+) y mujeres trabajadoras asalariadas con mayor incidencia en madres trabajadoras solteras.
La pandemia empieza a dejar su terrible impronta en la sociedad con un incremento de la desigualdad y de la pobreza y graves consecuencias para colectivos vulnerables, como para jóvenes y menores. Hay una emergencia social en ciernes... Para buena parte de las nuevas generaciones este problema se une al de bajos salarios, con lo que es un grupo especialmente vulnerable.
Pero en este momento, lo único que puede ser más importante que recibir las vacunas es aumentar la confianza en el proceso y en un sistema médico que los ha maltratado (estructuralmente) tanto en el pasado como en el presente.
Todo es parte de un ciclo de desconfianza en la medicina que, según algunos pocos proveedores médicos que admiten la realidad, es completamente justificado y profundamente preocupante.
No es paranoia, no es que la gente no "entienda" o simplemente no tenga educación y no sea inteligente sobre su salud. Es el saldo de vidas discriminadas y marginadas.
La realidad es que sus preocupaciones se han desarrollado por sus experiencias frustrantes con el sistema médico y no se corregirán hasta que la medicina, la salud pública y el gobierno tengan en cuenta el pasado y lo que se ha hecho y no se ha hecho aunque fuese evidente y necesario: igualdad de oportunidades y trato equitativo en salud.
Mientras tanto, los médicos y los proveedores de servicios médicos están asumiendo un papel clave al hacer algo que, según dicen, debería haberse hecho hace décadas: trabajar para generar la confianza pública en la medicina en las comunidades pobres y marginadas al reconocer los daños y errores pasados.
Pero aumentar la confianza en las vacunas es solo una parte de un proceso que debe continuar durante años; hay hambre e inquietud de información y de participar en estos temas cuando se presentan con los problemas de la comunidad en mente.
Esta pandemia debe servir como una llamada de atención sobre lo frágil que es nuestro sistema de atención médica, la realidad agobiante de la desigualdad social y que hay mucho margen de mejora.
La pandemia ha expuesto la careta horrible de la injusticia y la torpeza del gobierno en atenderla.
Pachi Ortizfeliciano
Ver/ referencias mínimas:
https://inequality.org/facts/inequality-and-covid-19/
https://inequality.stanford.edu/news-events/center-news/poverty-inequality-and-covid-19
https://www.semana.com/amp/la-desigualdad-social-que-destapa-la-pandemia-del-coronavirus/698097
NotaEd.: Arte original (sin subtítulos) es gracias a Iguana TV.
16 comentarios:
Covid-19, la pandemia de la desigualdad.
Sociedades capitalistas se caracterizan por the gran brecha social entre ricos y pobres. La crisis del coronavirus expone abiertamente la vulnerabilidad de estos países que golpea con más dureza allá donde el reparto de la riqueza es más desigual.
https://www.dw.com/es/covid-19-la-pandemia-de-la-desigualdad/av-55680583
Coronavirus vs. desigualdad.
Las pandemias sacan a la luz las deficiencias de cada sociedad. La desigualdad continua y creciente ya estaba presente en casi todos los países, incluso antes del brote de COVID-19. Apenas estamos percibiendo las primeras consecuencias económicas y sociales del virus.
Impacto de la pandemia de COVID-19 en las desigualdades sociales
La evidencia que se va acumulando apunta a reconocer un impacto socioeconómico profundo y diferencial en el corto y largo plazos, con consecuencias potencialmente graves para la salud de las poblaciones y, sobre todo, para la distribución equitativa de las oportunidades para la salud y el bienestar de todos a todas las edades
Combatir la desigualdad en tiempos de coronavirus.
La pandemia de COVID-19 ha sacudido un mundo que no estaba preparado para hacerle frente, debido principalmente a la falta de políticas nacionales para combatir la desigualdad.
De los países analizados en la elaboración del Índice de Compromiso con la Reducción de la Desigualdad (CRI) 2020, tan solo uno de cada seis realizaba una inversión suficiente en salud; tan solo una tercera parte de la mano de obra de todo el mundo está cubierta por sistemas de protección social adecuados y, en más de cien países, al menos uno de cada tres trabajadores y trabajadoras carece de mecanismos de protección como la licencia remunerada por enfermedad.
Todo ello ha empujado a millones de personas a la muerte y a la pobreza extrema, mientras la desigualdad sigue aumentando drásticamente.
Covid-19 y desigualdad
La pandemia empieza a dejar su terrible impronta en la sociedad con un incremento de la desigualdad y de la pobreza y graves consecuencias para colectivos vulnerables, sobre todo para jóvenes y niños. Hay una emergencia social en ciernes... Para buena parte de las nuevas generaciones este problema se une al de bajos salarios, con lo que es un grupo especialmente vulnerable. Con este panorama, lo peor de la pandemia en lo social puede estar por llegar, si no se actúa para corregirlo. No bastará con más medidas económicas y financieras. Son urgentes más acciones de corte social.
Pandemia de desigualdad
La covid ahonda la brecha de género: las mujeres asumen más carga de trabajo y cuidados, son más frágiles ante la pobreza y la violencia y tienen menos voz en la toma de decisiones. Las mujeres son aún mucho más frágiles ante la pobreza, no ocupan la mitad de los puestos de poder aunque son algo más de la mitad de la población, acusan más la violencia y la inseguridad, ocupan los peores trabajos y asumen de forma abrumadora los que ni siquiera se pagan: los cuidados y el hogar. La pandemia amenaza con deteriorar más esa realidad.
Brechas de género en tiempos de la COVID-19
Existe evidencia de Estados Unidos que sugiere que en los países desarrollados la pandemia está afectando de manera desproporcionada el lugar que ocupan las mujeres en el mercado laboral, ya que tienden a estar sobrerrepresentadas en los sectores más afectados como servicios, educación, entretenimiento y turismo. Lo mismo parece ser cierto en América Latina y el Caribe. Como queda claro con la reciente Encuesta BID/Cornell sobre el coronavirus y el Gráfico 1 abajo, las mujeres solteras tienen más probabilidades que los hombres solteros de declarar que al menos un adulto de su hogar ha perdido su fuente de ingresos durante la pandemia.
La inequidad de género en respuesta al nuevo coronavirus
Los brotes de enfermedad afectan a hombres y mujeres de manera diferente. Según los primeros estudios, el virus SARS-CoV-2 causa una mayor mortalidad en los varones. Esto puede deberse a cuestiones de sexo (biológico) o de género (hábitos no saludables como alcoholismo o tabaquismo). Sin embargo, las pandemias y sus medidas de contención empeoran las ya existentes desigualdades a las que ya se enfrentan mujeres y niñas.
Ante la falta de un enfoque de género en las medidas adoptadas en la lucha contra el coronavirus y preocupadas por sus posibles consecuencias, las mujeres que constituyen el 70% del personal sanitario de primera línea al frente de la epidemia a nivel mundial, sin embargo, solo representan el 25% en los puestos de toma de decisión en materia de políticas de salud. Esta falta de representación en puestos de liderazgo, ha resultado en demandas insatisfechas por parte de mujeres y niñas.
La perspectiva de género resulta fundamental para detectar diferencias injustas entre hombres y mujeres, y así poder tomar las medidas de equidad oportunas. Esta visión de género ha de ser incorporada en la respuesta frente a epidemias, tanto en el reporte de datos desagregados por sexo, el número total de mujeres y hombres que trabajan dentro de cada grupo de investigación, su posición, jerarquía etc. Pero, además, la perspectiva de género ha de incorporarse en las investigaciones, a la hora de discutir los resultados y desarrollar las conclusiones de los estudios.
COVID-19: La igualdad de género es básica para la recuperación
Las mujeres, que representan la mitad de la población, se han visto muy afectadas. La distribución de las tareas del cuidado ha sido desigual. Están además las consecuencias de la crisis para la salud sexual y reproductiva. En 2020, la expansión del virus SARS-CoV-2 ha agravado las diferencias que ya existían, auténticas brechas. ¿Por qué sigue ahí la distribución desigual de cargas y beneficios? Hay distintas respuestas, si bien van en una dirección: a favor de la igualdad efectiva. Por eso, quizás haya llegado el momento de pasar a lo siguiente: ¿Por qué la desigualdad de género no debe seguir ahí.
El punto de vista de género es necesario para analizar el impacto real de la enfermedad COVID-19. Hace falta también para definir mejor los planes de actuación. ¿Cómo recuperar aquellas actividades y sectores más dañados por la pandemia o por algunas de las medidas para contenerla? “Género” es una construcción cultural y social. Está en la base de un sistema jerárquico, con distribución desigual de los papeles y las tareas para mujeres y hombres.
El género no es, pues, algo “natural” –no es “sexo”- sino resultado de procesos de aprendizaje y convenciones. Los efectos son transversales, en el sentido de que la desigualdad llega a todos los ámbitos, dejando su huella en la calidad de vida e incluso en la salud.
¿Cuál ha sido el impacto de la pandemia? Después de seis meses, el balance de ONU Mujeres resulta negativo: el aumento de la violencia y del acoso ha ido en paralelo con las restricciones de movilidad y la crisis económica.
No es necesario decir que los más vulnerables son también quienes más padecerán esta epidemia. “Es estructural ", escribió Djamila Ribeiro, reconocida filósofa brasileña. En efecto," los más afortunados tienen los medios para pagar una rápida detección, pueden pagarse las mejores clínicas privadas y no están obligados a depender de un sistema de seguridad social ... "
El costo del confinamiento. Los barrios con grandes aglomeraciones también favorecen en mayor medida la propagación que las zonas residenciales donde viven los más adinerados. El confinamiento corre el riesgo de ser mucho menos eficaz en los inmensos barrios marginales donde los habitantes no pueden escapar del hacinamiento, lo que convierte el concepto de aislamiento en algo muy relativo.
El confinamiento también tiene un costo económico muy diferente según la condición económica. No es inusual que hogares donde habitan varias personas dependientes del trabajo de un solo individuo quien, de la noche a la mañana, se ha visto privado de actividad a causa de las medidas de confinamiento.
Estigmatizar una parte de la población es contraproducente, según Jennifer Nuzzo, epidemióloga de la Universidad John Hopkins, entrevistada por el 'Wall Street Journal'.
Mientras tanto, la oligarquía financiera ha utilizado la pandemia para transferir billones de dólares a Wall Street, las elites han multiplicado sus fortunas los pobres han multiplicado su pobreza con el apoyo unánime del establecimiento político y los medios corporativos que explotando a la clase trabajadora que menos derechos laborales se le reconoce aumentan su exposición a la infección.
La lucha contra la pandemia debe transformarse en la lucha contra la desigualdad social, lucha revolucionaria por el socialismo, es decir, la reestructuración de la vida social y económica, y ciertamente el replanteamiento de los servicios médicos como derecho humano y empresa pública.
Por otro lado, la expansión de la pandemia del coronavirus, ha provocado la intromisión más acusada en los derechos individuales de los ciudadanos, las contradicciones sociales principales del capitalismo en crisis se han encargado de desacreditar el sistema democratico; están saliendo a flote con la crisis del coronavirus las mentiras estructurales.
Hemos visto cómo en nuestras empresas “democráticas y responsables”, los jefes se resguardan del virus y la salud de los trabajadores no es más que un dato macroeconómico.
Los que han afirmado que el concepto “lucha de clases” estaba “pasado de moda”, que “no explica ya la realidad” o que metaforicamente “la historia ha muerto” deberían empezar a buscar otras cosas de las que hablar.
La lucha de clases se ha mostrado en toda su crudeza en esta crisis.
La pandemia del coronavirus está teniendo efectos sin precedentes en la vida cotidiana de los ciudadanos de América Latina y el Caribe, con repercusiones especialmente graves en los hogares de menores ingresos, que van desde la pérdida de empleo e ingresos hasta la falta de información sobre la propia enfermedad. La situación está cambiando rápidamente y requiere acciones de política rápidas.
Esas son las conclusiones iniciales de una encuesta en línea creada por un grupo de investigadores del Departamento de Investigación del BID y de la Universidad de Cornell sobre los efectos de la pandemia...
La pandemia COVID-19 ha desatado una crisis sanitaria y económica, pero siendo el mismo virus, no es la misma crisis: la pandemia del coronavirus está teniendo efectos sin precedentes con repercusiones especialmente graves en los hogares de menores ingresos, que van desde la pérdida de empleo e ingresos hasta la falta de información sobre la propia enfermedad .Esas son las conclusiones iniciales de una encuesta en línea creada por un grupo de investigadores del Departamento de Investigación del BID y de la Universidad de Cornell sobre los efectos de la pandemia.
https://ciser.cornell.edu/category/data/
Los primeros datos ilustran el importante costo que la pandemia está imponiendo sobre la situación económica de los hogares. Un tercio de los encuestados informó que había perdido su trabajo en la última semana y casi dos tercios informaron que los ingresos totales de sus hogares estaban disminuidos durante el tiempo. Casi el 90% de los encuestados dijo que los precios de los artículos de uso cotidiano en el hogar han aumentado, lo que apretó los presupuestos familiares.
Los resultados también indican que la pandemia del coronavirus está exacerbando la desigualdad. Los encuestados con ingresos más bajos antes de la pandemia son más propensos a reportar pérdidas de empleo durante la semana anterior, tal vez porque los hogares de ingresos más altos tenían mejores condiciones para trabajar desde casa. La pandemia también ha afectado de manera desproporcionada a las personas de bajos ingresos que operaban sus negocios, quienes tuvieron que cerrar sus negocios debido a la disminución de la demanda.
Las inmensas perturbaciones económicas indican que los hogares necesitarán la ayuda del gobierno, entre los encuestados más vulnerables -por ejemplo, las personas de ingresos más bajos que perdieron su empleo- sólo el 40% informó que eran beneficiarios de los programas de subsidios en efectivo ofrecidos por el gobierno antes de la pandemia.
También hay otros factores que deben tenerse en cuenta. El uso de diferentes fuentes de información podría generar disparidades en el conocimiento. De hecho, los encuestados de menores ingresos tienen menos probabilidades de saber cómo se transmite el coronavirus o de haber oído hablar de distanciamiento social. Las campañas de información desplegadas podrían jugar un papel importante para garantizar que todos estén informados. Este no es el caso.
Sin embargo, si los encargados de la formulación de políticas se aseguran de disponer de un conjunto de datos, escuchar las voces de su pueblo y reaccionar con rapidez, pueden al menos atenuar algunas de las graves consecuencias.
En América Latina y el Caribe se han perdido al menos 23,9 millones de trabajos, entre febrero y julio de este año, a raíz de la crisis del coronavirus, lo que representa el 12,5% del empleo total. Si bien no se observan patrones homogéneos de pérdida de empleo por género, sí lo hay por grupos de edad, siendo los menores de 25 años quienes sufren las mayores pérdidas. El Observatorio Laboral COVID-19 del BID también refleja la pérdida de casi el 7,7% del empleo formal.
Comenta Oliver Azuara, economista senior de la División de Mercados Laborales del BID. “En una región donde la desigualdad es un problema grave y generalizado, que el impacto negativo en el empleo haya recaído en los más vulnerables es un aspecto de máxima preocupación”, subraya Azuara.
La imagen que emerge es la de una sociedad fracturada en la que la vida cotidiana de los ricos y los pobres está totalmente desconectada. Los ricos y los pobres trabajan y viven en vecindarios diferentes, sus hijos asisten a escuelas diferentes y, cuando sus familias enferman, visitan clínicas diferentes. La crisis de la COVID-19 ha puesto al descubierto las debilidades endémicas de un contrato social fracturado que necesita una reforma de fondo.
En la antesala del inicio del proyecto de vacunaciones masivas seguimos a la espera de un dialogo inteligente y amplio sobre las implicaciones y significados de las estrategias (o ausencia de estrategias) del gobierno. No se trata de simplmente seguir "haciendo lo mismo" (que no parece haber tenido resultados positivos y si tal vez efectos adversos en las actitudes públicas) ni se trata de que el proceso prolongado de las vacunaciones sea suficiente para enfrentar los retos tanto inmediatos como a mediano plazo de la pandemia.
Sepa: El Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) de la Universidad de Washington predice que el aumento en mortalidad asociada al COVID-19 seguirá hasta al menos abril. En otras palabras, la implementación de las primeras fases de vacunaciones no es suficiente para detener la tendencia de la crisis en aumento.
Sepa: La vacunación para Covid-19 conducirá a la "inmunidad colectiva", que ocurre cuando una población suficiente (70-75%) es inmune a una enfermedad, a partir del último trimestre (julio-agosto) de 2021, dijo Citi Research.
https://www.cnbc.com/.../citi-on-when-covid-19-vaccines...
Los profesionales médicos deben comprender que las comunidades tienen diferentes condiciones ambientales y vulnerabilidades.
La pandemia de Covid-19 ha puesto de manifiesto la realidad de que la salud presenta desigualdades evidentes. Desde marzo, las personas han tenido más probabilidades de enfermarse y más probabilidades de morir de Covid-19 porque han estado viviendo y trabajando en condiciones sociales que empeoran su salud física y mental. Estas condiciones tienen sus raíces en desigualdades estructurales que también son responsables de la gravedad y progresión de Covid-19.
Entonces debemos:
1. Centrarnos en el riesgo comunitario, más que individual
El riesgo de Covid-19 se ha enmarcado principalmente como riesgo individual, como tener más de 60 años, tener una enfermedad preexistente o realizar un trabajo de primera línea. La investigación sugiere que para cerrar las brechas de desigualdad en la salud, debemos cambiar nuestro pensamiento de los riesgos personales a una orientación comunitaria.
El riesgo comunitario es el conjunto de factores que colectivamente ponen en riesgo a un grupo de personas. Uno de esos factores es la pobreza profunda. La pobreza profunda, que describe a aquellos con ingresos familiares inferiores al 50% del nivel de pobreza, está relacionada con una salud física y mental deficiente y la falta de recursos.
Covid-19 ha puesto al descubierto los efectos de la pobreza profunda en las comunidades, con mandatos gubernamentales que no cuadran con las realidades de las comunidades con pocos recursos. ¿Cómo se puede distanciar socialmente en una situación de hacinamiento? ¿Cómo pueden los niños aprender de forma remota desde casa cuando los padres tienen que ir a trabajar? Los responsables de la formulación de políticas deben comprender y abordar mejor los perfiles de riesgo que reflejan las comunidades.
2. Utilizar mensajes culturalmente relevantes
Una de las razones por las que los países asiáticos han logrado frenar la propagación del Covid-19 es la aceptación generalizada del uso de máscaras, en consonancia con las culturas colectivistas. El uso de máscaras se considera un comportamiento social educado que protege a los demás, por lo que las recomendaciones para usar máscaras se enraizan en un valor social existente.
Entre las comunidades latinas donde la familia es la máxima prioridad, “proteger a su familia” puede ser un mensaje eficaz. Identificar mensajes culturalmente consistentes es importante para los esfuerzos de prevención, prueba y tratamiento de Covid-19.
También son ejemplos de diferencias culturales las respuestas variables a una vacuna Covid -19.
Los mensajes de prevención, pruebas y tratamiento deben adaptarse a las poblaciones más afectadas por Covid-19 para determinar la mejor manera de asignar recursos limitados. Los mensajes de salud pública deben considerar los factores sociodemográficos de las comunidades, como la pobreza, la vivienda, la discriminación, las deficiencias del idioma, la pérdida o falta de seguro médico, los trabajos sin licencia por enfermedad remunerada y la falta de acceso a alimentos saludables.
Los investigadores han pedido atención médica e intervenciones culturalmente sensibles diseñadas para satisfacer las necesidades de las poblaciones vulnerables. Sin este enfoque, los mensajes que fomenten la prevención, las pruebas, el tratamiento y, en última instancia, la aceptación de la vacuna contra el Covid-19 tendrán un éxito limitado.
(sigue...)
(desde anterior)
3. Identificar las barreras a la asistencia sanitaria
Existen muchas barreras interrelacionadas para el acceso a la atención médica. Muchas personas enfrentan barreras idiomáticas para comunicarse con los proveedores, lo que puede resultar en un tratamiento insuficiente. Los sistemas de salud deben incorporar la atención integrada para los antecedentes acumulativos de traumas. El trauma, incluidas las experiencias de racismo y discriminación, aumenta los riesgos de salud mental, plantea barreras para el acceso a la atención médica y la adherencia al tratamiento, y aumenta los riesgos de síntomas físicos y enfermedades crónicas.
Se deben desarrollar cuestionarios de detección que se pueden administrar rápidamente en entornos de atención primaria para su uso con diversas poblaciones que puedan identificar a las personas en riesgo de tener problemas de salud mental y física. Sin embargo, los proveedores deben estar capacitados para preguntar acerca de los antecedentes de trauma y sus manifestaciones corporales para minimizar las barreras para las pruebas y el tratamiento de Covid-19. Los investigadores y los profesionales de la salud mental no solo deben estar capacitados para abordar el trauma relacionado con Covid-19, sino también comprender sus efectos en las comunidades de escasos recursos que durante mucho tiempo se han visto afectadas por la adversidad, la mala salud mental y las enfermedades crónicas.
4. Reconocer y remediar los efectos traumáticos de la discriminación.
La investigación muestra que el rechazo social está relacionado con el estrés postraumático y los síntomas de depresión. Los problemas de salud mental causados por Covid-19 pueden verse agravados por experiencias de discriminación. La experiencia de discriminación a lo largo de la vida de una persona es un aspecto del trauma acumulativo que tiene repercusiones reverberantes para la salud y la salud mental. Los programas de intervención que contextualizan la discriminación en términos históricos pueden mitigar los efectos negativos. Los prejuicios inconscientes de inferioridad perpetúan la discriminación. Las intervenciones diseñadas para abordar estos sesgos son fundamentales para promover la justicia social y la equidad en salud.
La evidencia sugiere que debemos mirar a las comunidades como un todo con sus valores y experiencias culturales y eliminar las barreras a la atención médica.
Necesitamos abordar la existencia y remediar los efectos de la desigualdad y la discriminación. Es necesario, es justo, y en los tiempos del COVID-19, es cuestión de vidas o muchas más muertes.
Pachi Ortizfeliciano
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