domingo, 19 de octubre de 2008
Somos Haití, la noche simplemente inolvidable.
Celebramos a Haití según convocados por los esforzados amigos del Comité de Solidaridad. Vimos un documental de hacia dónde van encaminados los dineros recogidos por este esfuerzo, instituciones hospitalarias en Haití que padecen de una crítica necesidad de recursos en su lucha contra los males abismales que aquejan la salud de los haitianos y que se han visto agravados por los efectos de las catástrofes recientes.
Llegamos miles al recinto deportivo donde se celebró la actividad, el Coliseíto, no el mejor lugar, un sitio más grande hubiese acomodado mejor el concierto (estuvo lleno casi toda la noche con todo y muchos luego de llegar se marchaban por no haber donde acomodarlos), no la mejor acústica, si la vida se tratara solamente de hacer críticas sin tomar en consideración las circunstancias pero como ese no es el caso ni mucho menos el interés, lo cierto es que hay eventos que se sobreponen a las limitaciones y este fue uno.
Los artistas puertorriqueños que participaron todos con mucha energía y entrega, Mikie Rivera, Atabal, Haciendo punto, Tito Auger y Andy, una muestra vibrante de compromiso con las causas humanitarias y los hermanos caribeños, una muestra poliforme de sabores de nuestra cultura.
Pero la noche por lo menos para este servidor fue de Emeline Michel, la cantante haitiana que para mí (sospecho para la mayoría de los que allí asistimos) era una sorpresa desconocida. La negra canta como un ruiseñor cruzado con leona, un registro de voz espectacular que modula con armonías dulces y desafiantes vibratos. Como domina el espacio escénico, baila descalza y erotiza sus movimientos fluidos, en los espacios de intensidad expresividad, su voz impresionante se apodera de su cuerpo y convierte en lienzo su torso, sus extremidades y su hermosa cara.
Nos hispnotizó, nos sacudió, el remeneo molecular invadió nuestros cuerpos en sus piezas movidas y rítmicas igual que nos enamoró con sus sentimentales odas musicales. Con el respaldo de unos pocos músicos puertorriqueños a los que debemos aplaudir su desempeño excelente, la negra se hizo una gigante, llenó la noche de Emiline Michel, llenó la noche de Haití.
Somos muchos los que vivimos una experiencia que sobrepasó por mucho nuestras expectativas más atrevidas, somos muchos que esperamos volver a disfrutar una velada con Emeline Michel a la que quisiéramos escuchar cantar nuestros ritmos tropicales no porque su música padezca de limitaciones sino porque creemos que puede, sin dudas, enaltecer y expandir nuestros sones y rumbas. Gracias Comité de Solidaridad con Haití por brindarme un recuerdo imperecedero.
En fin en lo que sueño que sea un inicio, hubo justicia poética en la explosión de ritmo, voz, negrura y la energía de un continente que se ha negado a ser eternamente esclavizado, de un mar caribeño marco de futuros navegando hacia libertades, igualdades y de islas llenas de colores vibrantes abrazándose en baile, cantos y esperanzas... y creo honestamente que Emeline Michel, y como ella Haití, sabe que tiene un pueblo hermano y una isla amiga en Puerto Rico.
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1 comentario:
Roberto: Mejor que tus palabras no las hay. Me hago eco de tus planteos lo que percibi en niños, mujeres, y hombres fue que quedamos enamorados de la música, prescencia escenica y de la mujer que vimos en Emeline. Nos quedamos con las ganas y de los músicos que la acompañaron mis respetos como siempre. Tengo entendido que habien ensayado muy poco. Una noche para la historia de la memoria musical de nuestro Caribe.
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