viernes, 13 de enero de 2017

Mito y realidad un 13 de enero de 2017 en la isla de Puerto Rico...


Mito y realidad un 13 de enero de 2017 en la isla de Puerto Rico...

Mi opinión personal, “lo único constante es el cambio” (Heráclito).


Era el rey y era orfebre, en Chipre, a Pigmalión le encantaba esculpir. Según Ovidio, el poeta romano, esculpió a una mujer hermosa de marfil y deseó fervientemente que fuera su esposa en la vida real. La nombró Galatea. Venus concedió su deseo y cuando besó los labios de la estatua se convirtió en una verdadera mujer. Así nació el mito de que si quieres algo, se convertirá en realidad.
Un mito, nadie acepta creer en mitos, pero el hecho simple, fascinante y triste es que los mitos abundan y mucho más frecuentes de lo aceptado. Los mitos abundan en la política, son las fuerzas que empujan al gobierno más de lo que podríamos querer admitir. Los mitos son historias, algunas más interesantes que otras y algunas veces tienen una base de hechos o recrean alguna creencia. Pero cuando se trata de la economía, no podemos permitirnos decisiones basadas en mitos.
¿Es el PNP alucinante? Viviendo en una isla de fantasía donde confunden sus deseos con la realidad, temporalmente engañados y presos de la narrativa que usaron para ganar una elección, atrapados en sus propios delirios.
Las fantasías políticas son peligrosas, en menos de un mes estamos a punto de girar hacia un futuro inmediato de mayor desempleo, más quiebras, mayor pobreza y más deuda nacional. En menos de un mes hemos de ver borrado un siglo de derechos humanos. Freud lo llamaba "realizaciones imaginarias de los deseos".
El problema de las fantasías políticas es anticipar un éxito injustificado e irreal, sin embargo no nos alertan de los verdaderos problemas que debemos afrontar, las fantasías sobre un futuro idealizado conducen a decisiones falaces y pueden desviar recursos útiles hacia rutas llenas de peligros. Las fantasías políticas acerca de un futuro idealizado disminuyen el potencial, lo que dificulta nuestra capacidad de alcanzar logros reales y necesarios, mientras contribuyen a la burbuja económica que hemos visto antes y veremos de nuevo explotar de maneras terribles, como la profundización del desempleo masivo, el empobrecimiento crónico de mayores sectores de la sociedad, y el deterioro de la situación social.
Sorprendentemente, el PNP cree febrilmente en sus propios modelos imaginarios, en el mejor de los casos, han sido envueltos por el poder del pensamiento positivo llevado a un extremo de enajenarse.
Curioso será ver cómo reaccionarán cuando su burbuja ilusoria choque con la realidad. Curioso será cuando cientos de miles de sus partidiarios empiecen a sufrir los efectos de dicha demencia ideológica. Sólo se puede sacudir la cabeza ante un espectáculo tan delirante, y agarrarnos para aguantar los golpes. No es gracioso cuando las decisiones están construídas por la manipulación y el engaño. Tal es el alcance destructivo de un pensamiento político ilusorio que inspira tal pedantería que jóvenes se atrevan sin mayores reparos a subestimar un siglo de derechos sociales sin un análisis adecuado, basados en ideas defectuosas y consignas, sin siquiera estudiar los procesos que en otros países alertan de sus errores, sin siquiera consultar pronunciamientos importantes de organizaciones internacionales. Se creen que se las saben todas, el peor error de todo político.
El presidente de la Asociación de Constructores de Carruajes dijo en 1899 que la idea de que el automóvil reemplazaría algún día al caballo era "una falacia demasiado absurda para ser mencionada por hombres inteligentes". Conocemos la realidad.
La negación de la realidad es devastadora, sin embargo es tan común que vale la pena preguntar por qué sucede tanto y tan a menudo. La negación es, con frecuencia, la invitación a la catástrofe. Si la historia prueba algo, es que la negación debe ser superada.
El corazón de la negación es el proceso del lenguaje. El PNP no escucha a los demás, ni prefiere explicarse, van directo al verbo sin meditar en el sujeto, sin cuidar de la estructura de sus planteamientos. A menudo ni siquiera escuchan lo que ellos mismos dicen. No enfrentan racionalmente nuestra situación económica. Prefieren y viven gozosos la negación, es algo de un estupor. El punto donde el lenguaje entra en juego es cuando analizas sus constructos y observas las premisas falsas, la insistencia en ecuaciones sin definir las variables, la ilógica anda rampante.
En 1862, envuelto en la Guerra civil, el 1ero de diciembre, Abraham Lincoln, con su magnífica grandeza Shakespeareana de practicidad legal, presentó su mensaje anual al Congreso. Dijo: "Los dogmas son inadecuados para el presente tempestuoso. La ocasión está llena de dificultad, y debemos elevarnos a la ocasión. Como nuestro caso es nuevo, debemos pensar de nuevo y actuar de nuevo. Debemos desprendernos de nosotros mismos, y entonces salvaremos nuestro país." Era un momento de transfiguración y insistía en plantear la realidad y no dejarse seducir por la fantasía, importante lección creo.
El PNP será acusado y culpable de miopía. Se les acusará de autoengaño y haber engañado al pueblo. Si nuestra verdad de una sociedad que sufre una crisis social profunda no fuera tan triste y sombría, sería fácil reírse de la ilusión de este grupo de pedantes jóvenes políticos embriagados de poder empujando a nuestra gente hacia mayores problemas.
La negación política es un juego de alto riesgo. Los dolores serán masivos, la gente sufrirá, las familias verán más divorcios, la juventud estará más desesperada, y entonces el Plan para Puerto Rico será más que una comedia, una tragedia de la vida real.
"La historia", dice Stephen Dedalus en Ulises de James Joyce, "es una pesadilla de la que estoy tratando de despertar".
- pachi/ ROF el 13 de diciembre de 2017

4 comentarios:

  1. En Puerto Rico despertamos a una pesadilla, y las pesadillas, sueños no son... A Rosselló y al Partido Nuevo Patronal el pueblo puertorriqueño le vale ... posdata.- El PNP no es un partido progresista (pro-obrero) sino patronal (anti-obrero).

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  2. La reforma laboral ha llegado. Y las premisas bajo las que se predica son de consenso. ¿Cómo negarse a la idea de crear nuevos empleos en momentos de crisis económica? Es evidente que todo aquel que quiera el bien para el país ansía que sus ciudadanos tengan mejores oportunidades de conseguir empleo.

    Sin embargo, la reforma laboral aprobada en la Cámara de Representantes deja múltiples preguntas sobre la mesa que probablemente debieron ser contestadas antes de su ratificación. Y la ausencia de respuestas no es la consecuencia de escasez de preguntas. El cuestionamiento lanzado desde todas las esquinas del país es el mismo. ¿Dónde está la evidencia que permita llegar a la conclusión de que la eliminación prospectiva de derechos laborales traerá como consecuencia la producción de nuevos empleos? Y a eso añadir algunas más. ¿Cómo es que aumentar la probatoria de los empleados de 3 a 12 meses, alterar el tiempo extra, eliminar la ley de cierre o eliminar la presunción de despido injustificado traerán como consecuencia la creación de nuevos empleos?

    Se trata de preguntas que no suponen un cuestionamiento liviano, sobre todo porque nuestra historia está plagada de medidas aprobadas sin estudios o datos fiables que nos han traído a estos tiempos de incertidumbre y parchos mal remendados. Por ejemplo, la Ley 7. En su momento, expertos y economistas levantaron una bandera de preocupación cuando entonces se aseguraba que el despido de más de 20,000 empleados públicos sería amortiguado por el sector privado que “absorbería” a los empleados cesanteados. Había que creerlo por fe. Pero eso no fue suficiente para conseguir que sucediera. Al final del camino, el sector privado —tal y como lo anticiparon los expertos— no fue capaz de quedarse con los empleados despedidos.

    Algo similar ocurrió con la eliminación del pago doble los domingos. Se trató de un reclamo consistente del sector comercial que aseguraba que esa compensación era un freno para la creación de empleos y la posibilidad de operar en horarios extendidos. Tras la aprobación de los cambios, pocos establecimientos comerciales ampliaron sus horarios y, según los economistas, resultó imposible identificar empleos nuevos creados como consecuencia directa de la legislación.

    El lunes intenté conseguir respuestas a algunas de las preguntas lanzadas, conversando con el vicepresidente del Senado, Larry Seilhamer. “¿Cuál es la evidencia empírica que sustente que se crearán nuevos empleos?”, le lancé. Después de una breve pausa, respondió: “El sentido común y la experiencia son las mejores estadísticas”, dijo. Pero, cuando se trata de alterar los derechos obtenidos por los trabajadores por los pasados cincuenta años, la fe no es razón suficiente. La ausencia de contestación a preguntas esenciales para la formulación de política pública resulta preocupante. ¿En qué áreas se crearán los nuevos empleos? ¿Trabajo social, ingeniería, contabilidad, salud o manufactura? ¿Qué tipo de empleos serán creados? ¿Trabajos a tiempo completo? ¿A tiempo parcial? O tal vez más importante aún, ¿qué pasará con las medidas laborales adoptadas si el sector privado falla en su promesa de crear más trabajos? ¿Habrá rendimiento de cuentas o volverán a pasar con ficha sin que su falta de palabra tenga consecuencias?

    Es evidente que deben darse las condiciones para permitir la creación de nuevos empleos. Áreas como el costo de energía o la lentitud en la otorgación de permisos han sido “reformadas” en el pasado reciente sin obtener los resultados prometidos y es muy probable que deban ser revisadas. Pero la incapacidad del país y pasados gobiernos de realizar las reformas requeridas y la celeridad con que el país quiere ver resultados no justifican la aprobación de medidas sin la discusión adecuada y sin la presentación de los datos empíricos que sustenten las decisiones de política pública. Ahora corresponde el turno del Senado que ya ha anticipado la realización de vistas públicas. Ojalá que se produzcan respuestas. Que de dar palos a ciegas ya hemos tenido suficiente.

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  3. Que conste que el argumento "económico" de los estados del Sur a favor de la esclavitud era precisamente el supuesto de mantener la "competitividad" frente a los estados del Norte. Cosas veredes.

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  4. La afirmación de que si perdemos nuestros derechos, los empleos van a aumentar (sin pensar en qué clase de empleos y si son reales oportunidades dignas o si son trabajos cuasi esclavizados) no es una teoría - es una estafa. Alegres por la noticia del indulto de Oscar, sin dudas. pero quiero dejar claro mi posición sobre el proceso en el que estamos inmersos. Seguimos.

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